
El stomp dance es un baile ceremonial practicado por distintas tribus de nativos americanos, como los cherokee, los muskogi, los chocktaw o los semínolas. A mediados del siglo XIX estas comunidades fueron forzadas a relocalizarse desde sus asentamientos ancestrales en el sureste de Estados Unidos hacia lo que se designó como Territorio Indio, una extensión alrededor del río Misisipi que ha ido menguando a lo largo de las décadas. Esta emigración forzada, que afectó a un total de 60.000 nativos americanos, se conoce con el nombre de Sendero de las Lágrimas.
Rito con una fuerte carga social y religiosa, con el stomp dance estas comunidades buscan asegurar el bienestar de todos sus miembros, de ahí que en él puedan llegar a participar cientos de ellos formando una hilera infinita que, en secuencia hombre – mujer – hombre – mujer y en el sentido contrario a las agujas del reloj, danza alrededor de un elemento central, antiguamente un fuego. El término stomp hace referencia a la sucesión de pisadas fuertes y arrastrar de los pies que caracteriza a este baile comandado por un líder designado por su habilidad en el cante y por su conocimiento de las canciones ancestrales.
De alguna manera arcana y poética el cantante de IDLES, Joe Talbot, parece estar conectado con el sentir más profundo del stomp dance cuando camina haciendo círculos sobre sí mismo, pisando fuerte y agitando brazos y cabeza, durante el arranque de la interpretación de «Danny Nedelko» en el festival de Glastonbury de 2019, recuperable en YouTube. Esa canción, una de las más populares de su segundo álbum Joy As an Act of Resistance (Partisan Records / [PIAS], 2018), lleva el nombre de un inmigrante ucraniano amigo de la banda, también cantante de Heavy Lungs. “Mi hermano de sangre es un inmigrante / Un hermoso inmigrante”, vocifera Talbot golpeándose el pecho y oteando las decenas de miles de personas que cantan con él este himno contemporáneo que celebra la multiculturalidad y critica con dureza el rasgo excluyente del nacionalismo.
En su estribillo encontramos una de las claves que quizá sirvan para entender cómo es posible que una banda de post-punk o post-hardcore de Bristol se haya convertido en un fenómeno de masas en Gran Bretaña: “El miedo conduce al pánico, el pánico conduce al dolor / el dolor conduce a la rabia / la rabia conduce al odio / Yeah, yeah, yeah, yeah, ah, ah, ah, ah”. Es un cántico que aúna el sentimiento comunal de estadio de fútbol con la rabia que se tensiona contra los escudos de los antidisturbios y que, en una sociedad divida por el Brexit, emerge como grito de resistencia de los que abogan por la unidad.
Esa carga emocional y la intensidad del momento (“Uno de los mejores de nuestras vidas; hemos esperado 12 años para estar aquí”, reconoce) hacen que Talbot se emocione y empiece a llorar al finalizar la canción. Mientras el público aplaude y vitorea irrumpe en escena la mujer de Talbot, con una mochila portabebés, para darle un beso y decirle algo al oído. En «June», el sepulcral corte número seis de Joy As an Act of Resistance, Talbot llora a la primera hija de ambos, nacida muerta, para mostrar así su dolor y “sacar a la luz lo importante que es para quienes han perdido a un hijo llamarse a sí mismos padre y madre”. En su cuerpo granítico recubierto de tatuajes puede cartografiarse el sendero emocional por el que ha avanzado, sigue avanzando alguien que, con el férreo sostén musical y personal de sus compañeros –Mark Bowen (guitarra), Lee Kiernan (guitarra), Adam “Dev” Devonshire (bajo) y Jon Beavis (batería)– muta su aflicción en música y letras para el aprendizaje propio y el diálogo franco con la comunidad, su público.
Dos años después de ese catártico, brutalmente desnudo álbum de consagración, Ultra Mono (Partisan Records / [PIAS]) telegrafía con mayor eficiencia si cabe –gracias al enfoque sonoro estremecedor planteado por el tándem de productores formado por Nick Launay y Adam Greenspan— el discurso social y político de una formación difícilmente equiparable, por propósito y repercusión, en el panorama internacional. Es un álbum que, personalmente, me invita a realizar un sencillo experimento, un divertido juego que suele deparar interesantes resultados con los que reflexionar sobre lo escuchado. A saber: juntamos la primera frase de la canción que abre el disco con la última frase del tema que lo cierra. Así, en el caso de Ultra Mono acudimos a «War» y «Danke» y los surcos arrojan este resultado:
Whaching! That’s the sound of the sword going in /
I am I
El afilado estruendo de la espada abre belicoso el álbum y nos pone en guardia en un presente caótico donde el individuo (“Yo soy yo”) quizá tiene más poder y puede ser más agente del cambio de lo que cree. La empatía como antítesis de la barbarie, nosotros –todos unidos– como dique de contención ante ellos, los que azuzan el conflicto. Comparto con Talbot mi elucubración y empezamos a danzar alrededor del fuego.
¿Podríamos considerar la violencia y la gratitud como las dos fuerzas que tensionan el discurso del álbum?
Un día visualicé la expresión “ultra mono” y pensé que encajaba perfectamente con lo que queríamos expresar: aceptarnos y tener conciencia como individuos para estar presentes y mostrar así nuestra mejor versión. Para ello debemos aprender que las pequeñas piezas que nos componen, virtudes e imperfecciones, quizá son más importantes que nosotros mismos. «War» fue la primera canción que escribimos y queríamos que sonara a conflicto, que transmitiera ese ambiente que agita al individuo y lo empuja hacia la duda, el miedo y el odio. Ese ambiente crispado propicia, por ejemplo, que la gente vote a la extrema derecha, que el fascismo emerja desvergonzado. Y una buena vía para combatirlo es aceptarnos y querernos porque solo así podremos aceptar y querer a los demás. Así, Ultra Mono es un viaje personal que arranca en pleno conflicto para, en «Danke», concluir enfatizando el valor de la empatía nacida del amor.
Además de cerrar el disco, “yo soy yo” es un grito que se repite en varias de las canciones a modo de anclaje de autoconciencia a lo largo de ese viaje. ¿Quién eres tú ahora que Ultra Mono es ya una realidad y de qué manera crees que esta frase suena distinta a como la hubieras gritado en 2009, en los inicios de la banda?
Empezamos a escribir estas canciones cuando empecé a comprender quién debía ser; todavía no he llegado allí, pero ser consciente de ello, saber que no estoy completo, que no soy perfecto forma parte de ese viaje hacia la autoaceptación que es la espina dorsal de Ultra Mono. Por primera vez en mi vida me siento bastante cómodo con mi incompletitud, con mis imperfecciones y mis verdades, que son inciertas, hermosas, fuertes y poderosas. Este soy yo ahora: un padre muy agradecido de estar aquí, de estar vivo. En 2009 estaba confundido, enfadado, perdido. Tenía miedo y me sentía solo, así que tomaba drogas e iba bebido la mayor parte del tiempo. Era un niño infeliz atrapado en el cuerpo de un hombre; ahora sigo siendo un niño en el cuerpo de un hombre, pero estoy contento.

En las nuevas letras hay profusión de onomatopeyas. ¿Nada más efectivo para transmitir los ladridos, sablazos y estallidos que os asedian a lo largo del viaje? Al oír ese “Whaching!” inicial visualicé al samurái Ghost Dog de la película de Jim Jarmusch.
¡Ah! Es interesante porque la idea del ruido de la espada la tomé de Enter the Wu-Tang (36 Chambers), el primer disco de Wu-Tang Clan, y fue RZA quien hizo la banda sonora de Ghost Dog. El tema de las onomatopeyas se debe a que escribí las letras de siete de las canciones en el estudio, dentro de la cabina donde grababa mis partes vocales. Quería que el álbum fuera lo más inmediato, urgente y transparente posible y eso pasaba por no pensar en exceso y captar la energía del momento en el interior de esa cabina. Uso las onomatopeyas como formas de expresión animal muy primarias, desprovistas de pensamiento y palabra para que emerjan como ruidos con la fuerza expresiva de un instrumento de viento. En Joy las letras buscaban establecer una conversación a través de la vulnerabilidad, de ahí que en ocasiones mi entonación al cantarlas fuera algo infantil, inocente; el nuevo disco es visceral y hay momentos donde los ruidos me ayudan mucho mejor a expresar ese estado emocional.
¿En qué momento decidisteis implicar al productor Kenny Beats y cómo fue volver a escuchar las canciones después de que pasaran por sus manos?
El disco tenía que sonar lleno de fuerza y propósito, como un todo sólido, como si fuéramos una orquesta golpeándote en mitad de la cara. Teníamos la violencia sonora de la producción de Nick y Adam, pero queríamos añadirle la profundidad y el feeling de esos subgraves típicos del hip-hop o del techno. Kenny nos contactó por Instagram porque un amigo le había descubierto Joy y le había gustado mucho. Al principio pensaba que se trataba de un perfil falso porque yo ya era fan suyo y no podía creer que nos estuviera escribiendo (risas). Avanzamos en el tiempo hasta que le mandamos las canciones de Ultra Mono para que trabajara en ellas añadiéndoles esa pegada hip-hop que él controla tanto y de la que los discos de rock normalmente carecen. Fue maravilloso ser testigos de su proceso de transformación y el disco resultante suena exactamente a como queríamos desde el principio, desde que visualicé la frase “ultra mono”, la compartí con los chicos y empezamos el viaje. Es la primera vez que esto sucede en la carrera de IDLES y no podemos estar más felices por ello.
Visión y ambición para catapultar vuestro mensaje.
Exacto. Ahora somos una banda más grande, tocamos en escenarios más grandes y ante audiencias más multitudinarias, pero el mensaje es en esencia el mismo, así que queríamos que esta vez se escuchara más alto y nítido para que más gente pudiera entenderlo. En cierta manera es como lo que hacía Wagner al componer pensando en salas de conciertos más amplias; no queremos ser una banda de rock de estadios, no queremos sonar como una, solo queremos que nuestro mensaje sea capaz de llenar recintos más grandes y conectar con cuanta más mejor. Creo que eso lo conseguimos con ese sonido bombástico que hemos armado los cinco junto con Nick, Adam y Kenny.
Me gustaría ahondar en tu pasión por el hip-hop preguntándote por tu álbum iniciático, aquel que ejerció de seductora vía de entrada a un universo musical nuevo para ti.
El primer disco de hip-hop que escuché fue Labcabincalifornia de The Pharcyde: todo en él me hizo sentir una excitación similar a como si estuviera escuchando música por primera vez. De pequeño, en casa, sonaba mucha música soul y mucho pop horrible, pero cuando a los diez años escuché ese disco mi vida cambió. Por otra parte, mi MC favorito de todos los tiempos es sin duda Biggie Smalls: por su narrativa, su ritmo y ese fraseo con el que se convertía en un instrumento de percusión y donde ninguna palabra estaba elegida al azar y cada sílaba importaba y creaba un sentimiento que solo él era capaz de crear. Es mi referente absoluto en cuanto a expresar emociones con palabras y voz. Y si tuviera que elegir un disco contemporáneo de hip-hop, el más impresionante y con el que siento una mayor conexión sería Yeezus de Kanye West; el universo creado en ese álbum es tan amplio, poderoso y absolutamente fascinante que me hace olvidar lo alejado que estoy de su visión política.
En el primer episodio Balley TV, el programa de entrevistas de vuestro canal de YouTube, mantienes un interesante debate sobre política con Mike Skinner –aclamado rapero británico en cuyo nuevo disco colaboran IDLES; n.d.r.–. Tú argumentas que con la edad nos volvemos más egoístas y cínicos, pensando más en nosotros mismos que en los demás. Mike, por el contrario, cree que debido a su experiencia los mayores pueden empatizar mejor porque entienden lo que significa ser niño, ser padre, perder a un ser querido, quedarse sin trabajo… Todo esto viene a colación de uno de tus principales quebraderos de cabeza: cómo demonios Inglaterra ha llegado a su situación actual.
La mayoría de quienes votaron a favor del Brexit eran personas asustadas, enfadadas o mayores. Fue un voto reaccionario. En mi opinión, abandonar Europa es una locura, es querer preservar una idea del imperio de la Gran Bretaña que dejó de existir hace mucho tiempo. De hecho, ni fue nunca un imperio ni fue nunca grande sino una aberración sustentada en la esclavitud y los asesinatos masivos, una factoría de ideales con la que mantener territorios y conquistar otros nuevos. La gente ha sido engañada por los medios de comunicación y deseducada por los gobernantes y los tabloides para creer que existe alguien muy concreto a quien culpar de la situación: la clase trabajadora, los pobres, no los propios gobernantes y las élites que son quienes están desmantelando, privatizando nuestros servicios públicos.
Creo que la gente mayor quiere seguridad en tiempos inciertos, tranquilidad a toda costa para el tramo final de su vida y así se entiende que haya votado por la opción más reaccionaria de un gobierno racista que ofrece soluciones racistas y transformaciones económicas encaminadas a favorecer a los más ricos. A pesar de todo esto, mi esperanza reside en las nuevas generaciones, jóvenes que en su mayoría tienen unos ideales más basados en la igualdad y en la empatía, chicas y chicos educados en el multiculturalismo y por ello más proclives a aceptar la diferencia.
En ese mismo episodio, dialogando con Nadia Tolokonnikova de Pussy Riot te sinceras y compartes tu pasado como hombre violento, celoso y pasivo-agresivo, así como tu deseo de que las canciones de IDLES puedan ayudar a otros hombres a reflexionar sobre su comportamiento. ¿Era esa la idea fuerza de Joy as an Act of Resistance?
Ese álbum es mi toma de conciencia como hombre violento, celoso y pasivo-agresivo, sí. Marca el inicio de mi proceso de transformación para mantenerme sobrio y aprender a ser un mejor compañero, un mejor amigo, un mejor cantante y finalmente un mejor padre. El propósito inicial no era transformar a los demás sino cambiarme a mí: yo era el primero que tenía que entender que la alegría, no la rabia o la agresividad, es el más grande y poderoso acto de resistencia que existe. Las letras de ese álbum cuentan mi viaje, pero al ver cómo fue acogido entendí que también había servido de plataforma para que la gente se sintiera cómoda y se aceptara con todas sus imperfecciones. Si Joy fue el proceso de aprendizaje con el que inicié una conversación sobre cómo había cambiado, Ultra Mono es el cambio en sí: soy yo queriéndome, queriendo a los demás y usando la empatía para avanzar y generar un sentimiento de comunión lleno de fuerza.
Una entereza y una determinación que parecerían utópicas cuando componíais Brutalism, un debut catártico y afligido marcado por la muerte de tu madre. Si mañana pudieras tomarte una cerveza con ella, ¿qué le contarías?
Le diría que la quiero y que le agradezco todo lo que me enseñó. Su muerte fue sin duda un punto de inflexión, así que le hablaría del cambio que precipitó en mí y de este viaje tan enriquecedor junto a mis compañeros. No creo que quisiera explicarle cómo están las cosas en casa, en el mundo, aunque lo cierto es que éste siempre ha estado en conflicto, con los ricos jodiendo a los pobres; esa es una realidad que ella conoció bien a lo largo de su vida. Recordarla me hace sentir más fuerza para gritar más alto que cada uno de nosotros es una parte muy pequeña de una enorme red con la que podemos ejercer resistencia ante el aplastamiento del sistema. Hay quien se resigna, hay quien cree que la lucha no va con él y eso me desespera: mírate y quiérete, así podrás empatizar con lo que te rodea y estar presente y activo, crítico.
Creo que en breve celebras un año de sobriedad, felicidades. ¿Qué estás aprendiendo en este largo, duro y seguramente interminable proceso?
Creo que la primera lección que aprendí es que no es nada positivo juzgar a alguien que bebe o se droga. Tiene que responsabilizarse de sus actos como todo el mundo, por supuesto, pero juzgar en términos de bueno o malo no aporta ni ayuda en nada a esa persona. También aprendí que me anestesiaba para no sentir dolor, para no sentir la realidad, que es un despilfarro de dinero enorme y que transforma a la gente en aburridos recipientes expectantes de más cocaína. También he descubierto que me encantan el vino rojo, los old fashioned y el té (risas). En resumen, he aprendido que ahora me quiero porque estoy sobrio y confío en poder mantener mi sobriedad hasta que esté listo para volver a beber. No es algo que vaya a pasar en breve, pero sé que volveré a beber cuando me sienta plenamente feliz y con la fuerza suficiente para ello. Sigo siendo demasiado débil, pero también he aprendido a no ser demasiado duro conmigo mismo, a perdonarme y a cuidarme más de lo que lo hacía.

Jehnny Beth colabora en Ultra Mono cantando en «Ne Touche Pas Moi», un potente alegato a favor del consentimiento y del respeto. A la luz del caso Burger Records –en el que el sello californiano se vio forzado a cesar su actividad ante las múltiples acusaciones de amparo de los abusos perpetrados por miembros de algunas de sus bandas; n.d.r. –, parece seguir siendo necesario hablar alto y claro sobre el machismo todavía incrustado en el mundillo rock y la sociedad en general.
No logro entenderlo, sinceramente, no entiendo esa cultura. Siempre es procedente hacer entender a los hombres que no debemos ser agresivos sexualmente; este es un problema que tardaremos en erradicar, así que hasta que no llegue ese día no podemos dejar de hablar de ello. En cuanto a Burger Records, tenía esa aura de ser un sello cool y de que sus bandas eran las más cool, cierto aire de pandilla exclusiva que alentaba de alguna manera el deseo de formar parte de esa escena. Solo puedo decirte que nosotros nunca hemos querido ir por ese camino: somos una banda inclusiva, lo que significa que no discriminamos a nadie, que respetamos que todo el mundo es diferente y que el espacio de cada uno es exclusivamente suyo.
Pero todavía hay quien quiere vivir ese rollo viejo y arcaico del dios rockero al que idolatran sus fans jóvenes, es algo puedes seguir observando si te mueves en este negocio, ya sea en Londres o en Los Ángeles. Hay que cambiar esa percepción de que alguien es mejor que tú porque ha hecho una canción hermosa y brillante. Radiohead es solo una banda; Joy Division, lo mismo. Su música es hermosa y genial y sus miembros tienen un gran talento, pero son personas y no dioses a los que adorar, así que no los pongamos en un pedestal porque eso de tratar a las estrellas del rock o del hip-hop como si fueran la realeza es vomitivo. Yo, como músico, si acaso merezco dinero porque estoy creando un producto que pongo a la venta, ya sea un disco, una entrada o algo de merchandising, pero no merezco ser tratado mejor que nadie por ello.
Cuéntame cómo surgieron las otras colaboraciones: Jamie Cullum, David Yow de Jesus Lizard y Warren Ellis de los Bad Seeds.
Antes quiero contarte cómo fue con Jehnny Beth porque tiene su gracia. Mientras estábamos grabando el disco fuimos a su programa –Echoes, que puede verse en el canal de YouTube de Arte Concert; n.d.r. – y le comenté que habíamos grabado una canción titulada «Ne Touche Pas Moi». Se puso a reír y me dijo que no es así como se dice “no me toques” en francés, sino “ne me touche pas”. Y yo “mierda, me he equivocado, le pregunté a nuestro ingeniero, pero me debió entender mal”. Le pedí si querría venir al estudio a cantar esa frase, correcta, en el estribillo; aceptó venir con la condición de que mantuviéramos lo de “ne touche pas moi” (risas). Fue genial que quisiera participar porque tras escuchar la primera versión ya sentí que necesitaba una voz femenina, incorporar esa perspectiva. Aunque el respeto del espacio y del cuerpo ajeno es genérico, es un problema que sin duda afecta más a las mujeres.
Con Jamie Cullum fue muy espontáneo también. Pensamos que a «Kill Them With Kindness» le quedaría muy bien una intro instrumental, así que contactamos con él y nos mandó esa delicada maravilla al piano que se tuerce justo antes de que estalle el tema. En cuanto a David Yow… Bueno, nuestro bajista Dev suele hacer coros en todas las canciones, pero fuma como una jodida chimenea y no puede hacerlo como solía, así que se lo pedimos a nuestro amigo David. Grabó sus partes en Los Ángeles y creo que lo hizo jodidamente bien. Warren Ellis vive en París y se pasó por el estudio a saludar porque es amigo de Nick Launay. Le pregunté si se animaba a cantar en «Grounds», me dijo que sí y ese “¡HEY!” que se oye es suyo. “¿Ya está? ¿Nada más?”, me preguntó. Y yo “sí, gracias” y nos echamos a reír.
Es un bonito detalle que «Danke», el tema que cierra el disco, se abra con dos versos prestados del «True Love Will Find You in the End» de Daniel Johnston, alguien que habló de forma tan candorosa sobre amar y ser amado.
Daniel murió el día que la grabamos y decidí retocar la letra para hacerle ese guiño.
El tema prosigue diciendo “Seré tu martillo / seré tu clavo / seré la casa que te permita fallar”. ¿De qué manera cada miembro es martillo y clavo para el resto y IDLES la casa que os permite a todos fallar?
Mis cuatro compañeros, mis hermanos, me han permitido tantos errores a lo largo de los años y han estado siempre a mi lado a pesar de los momentos en que les he fallado terriblemente. Me han ayudado a sobrevivir, han tirado de mí cuando estaba en lo más bajo y siempre, siempre me han permitido ser yo mismo, a pesar de todas mis faltas. Les estoy profundamente agradecido y espero que de alguna manera yo también les haya ayudado a cagarla y a crecer como personas. Ese fue desde el principio el planteamiento de la banda: crear un espacio para que cada uno se sintiera seguro, querido y con confianza para ser uno mismo y expresarse con libertad. Y todo eso proyectarlo hacia nuestro público para que se sintiera del mismo modo y quisiera formar parte de ello.
Cerremos con otro segmento de Balley TV: el menú del corredor de la muerte. ¿Qué pedirías en tu última cena?
¡Oh! Buen final. Déjame pensar… Pediría pastel de nata, la tarta portuguesa; un macaron de vainilla; una tostada con alubias, algo muy típicamente británico… (piensa)… Para beber un pinot noir, una cerveza especial Inèdit de Estrella Damm y un old fashioned que me prepararía yo mismo, por supuesto. Maldita sea, ¡has hecho que me entre hambre!
Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (octubre 2020)
