“¡Es el esperma de Dios! ¡Es el esperma de Dios!”, exclama John Reis (aka Speedo) con los brazos abiertos y la mirada clavada en un cielo desde cuyas entrañas cae un aguacero de mil demonios que le tiene calado por completo. A él y a sus sufridos compañeros de fatigas de unos Rocket From The Crypt que, esa noche de agosto de 2001 y en ese escenario al aire libre de Santa Coloma de Gramanet, están dando uno de los mejores conciertos de rock’n’roll que, a día de hoy, atesora mi enmohecida memoria. Lejos quedaba su primera visita a nuestro país, en 1996, cuando descerrajaron en la antigua sala Zeleste los temas de un Scream, Dracula, Scream! recién salido de la cripta cual torpedo al rojo vivo. Me los perdí entonces, pero al verles en su bolo-tormenta de Santa Coloma pensé “¡Estos tíos son el esperma de Dios!”. Presentaban Group Sounds, primera grabación después de que Interscope les diera la patada y primera también sin Adam Willard (aka Atom) a la batería. Pero RFTC, especialmente el obstinado capitán John Reis, nunca fue un grupo que diera su brazo a torcer. Ficharon a Jon Wurster, de Superchuck, y se encerraron a parir un discazo a reivindicar. Con el arsenal acumulado desde que se formaron a finales de los 80 y con un nuevo batería en la formación del calibre de Mario Rubalcaba, se presentaron esa noche en el Parque Europa como cabezas de cartel del Festival de Música Independiente de Santa Coloma. Doce años después, Speedo, ND, Petey X, Apollo 9, JC 2000 y Ruby Mars regresan a España para una única fecha que promete ser otra auténtica fiesta.
Nunca olvidaré ese concierto pasado por agua en Santa Coloma, pero ¿cómo lo viviste tú?
Recuerdo pensar “será un milagro si salimos vivos de aquí” (risas). Mezclar electricidad y agua no es lo más aconsejable del mundo y ya durante la prueba de sonido tuvimos un susto con ND (Andy Stamets, guitarrista; ndr); sufrió una descarga que lo dejó noqueado durante unos segundos. Estábamos acojonados, pero los organizadores nos decían “tranquilos, en un rato parará”. Y claro, no fue así. A mitad del concierto llovía tan intensamente que pensamos “bueno, si vamos a morir hagámoslo a lo grande” (risas). Ante las adversidades uno se aferra a sus semejantes y eso es lo que hicimos esa noche subidos en ese escenario inundado.
Marc Teichenné, de The Rippers, me ha pedido que te preguntara cómo os conocisteis esa noche. Sabiendo cómo se las gasta, supongo que es una historia que recordarás, ¿no?
¡Claro! Estábamos en el backstage y aparecieron los dos hermanos. Charlamos un rato y acabaron ofreciéndome un éxtasis. No soy muy de drogas, pero me dije “¡qué diablos, una noche es una noche!” (risas) y me lo guardé en el bolsillo. Al acabar el bolo, estábamos tomando algo cuando se acercó uno de ellos y me dijo “See you in magic”. Me giré hacia Andy y le dije “Wow, eso ha sido genial” y él me contestó “sin duda esos tíos son intensos”. No fue hasta más tarde que entendimos que en realidad se estaba refiriendo al Màgic, el garito donde hicimos el after show. Fue una pequeña decepción, ya pensábamos que los hermanos eran hechiceros (risas). Al entrar, uno de ellos ya estaba K.O. El otro vino y me preguntó “¿te has tomado ya el éxtasis? Mi hermano sí, míralo” y se descojonaba. Son grandes tipos, siempre me han apoyado en mis distintos proyectos; de hecho el título del debut de The Night Marchers, See you in magic, es un guiño a esa noche y mi pequeño homenaje a ellos.
Vayamos al meollo de la reunión. ¿Quién dio el paso al frente y dijo “reunámonos, por los viejos tiempos”?
La culpa la tiene un programa infantil de televisión bastante popular aquí, llamado Yo Gabba Gabba, con el que llevo tiempo colaborando como presentador de las actuaciones musicales. Los directores del programa son fans de Rocket From The Crypt y siempre han insistido para que nos juntáramos para el show; ya sabes “hacedlo por los niños”. ¿Cómo íbamos a negarnos? (risas). Lo comenté con el resto del grupo, aceptaron y el día que compartimos en el plató abrió la puerta para nuestro regreso. La gente vio el programa y empezaron a llegar ofertas para que nos reuniéramos. Al principio dijimos que no, pero luego me di cuenta de que durante todo el tiempo que estuvimos juntos siempre quisimos gustarle a la gente, hacerla feliz con nuestra música, así que ahora que la gente nos pedía que tocáramos era un poco estúpido decir que no. Decidimos que lo haríamos pero a nuestra manera; no volvemos para conquistar nuevos seguidores en grandes festivales sino para reencontrarnos con nuestros fans y ofrecerles un buen show de Rocket From The Crypt, una celebración en las mejores condiciones.
Supongo que la experiencia acumulada os ayuda a entender que a veces menos es más y mejor.
Exacto. Sé que ahora seré capaz de disfrutar la experiencia como se merece, ya no tengo ese insaciable apetito que antes me empujaba a una especie de conquista rockera del Universo. Ya sabes: toca más fuerte, haz shows más largos, no pares de girar… ¡Venga, venga, venga! Sufro déficit de atención y no soy la persona más paciente del mundo, así que cuando quiero hacer algo, lo quiero hacer ahora porque lo necesito ya. En el pasado me frustraba cuando no podía satisfacer esa necesidad por culpa de otra persona, no soportaba que me dijeran que no. Al final opté por tener tres bandas y un sello en activo para calmar mi hiperactividad y no ser muy coñazo con la gente. Es en plan “si tú no puedes grabar o salir de gira, seguro que encuentro a alguien que sí” (risas).
Esta hiperactividad hace que convivan más o menos en el tiempo el pasado y el futuro de tu carrera; te reencuentras con los fans de Rocket, sales de gira con Rick y The Hot Snakes, grabas nuevo material con The Night Marchers…
Recuperando el tiempo perdido, ni más ni menos. Hará unos tres años estuve casi uno sin poder tocar la guitarra debido a una intervención; ¿te imaginas cómo era estar a mi lado? Teníamos el disco de The Night Marchers casi terminado y la operación lo demoró todo; por eso ha tardado casi tres años en ver la luz. Por suerte, durante ese periodo de inactividad me volqué más en mi programa de radio (The Swami Sound System, en la emisora de San Diego KBZT; ndr) y logré no volverme completamente loco (risas). Acabé dejándolo cuando los intereses comerciales de la nueva junta directiva empezaron a convertir aquello en una agonía.
¿Cómo te sentías en tu papel de locutor de radio, tratando con un público al que no podías ver?
Fueron siete años maravillosos, con sus emisiones locas y sus momentos intensos. Querer conquistar el Universo con tu banda de rock’n’roll no te prepara para cuando entra una llamada en directo y un tío te dice que quiere volarse la tapa de los sesos. Hubo unas cuantas de esas y yo siempre intentaba equilibrar la balanza entre dejar que la persona se abriera e intentar que entendiera que quizá necesitara hablar con alguien más preparado que yo para orientarle en su problema. Déjame que te diga otra cosa sobre mi experiencia en el mundo de la radio. He girado por todo el mundo y he conocido a gente de lo más variopinta y solo en un par de ocasiones alguien del público me ha dado mal rollo, en plan “alejad este tío de mí”. Pero la radio tío, eso es un imán para los freaks. ¿Sabes por qué? Porque la gente escucha la radio en sus casas; en el salón, sentada en el baño o metida en la cama, está en su espacio, te invita a entrar en su mundo y siente que conecta contigo. Por suerte, todo el mundo lo vive tan intensamente (risas).
Ahora me has dejado con ganas de conocer alguna anécdota o experiencia malrollera.
Mi programa se emitía los sábados por la noche y muchos de mis oyentes eran jóvenes de San Diego que me escuchaban en su coche mientras iban de un garito a otro de fiesta. El programa acababa sobre la una y a veces salía de la emisora y al llegar a mi furgoneta descubría que los chavales me habían dejado sobre el capó porciones de pizza, alguna lata de cerveza, velas encendidas, trozos de papel con mensajes… Era algo muy cool, la verdad.
Hace aproximadamente un año reactivaste tu sello Swami Records. ¿Qué lanzamientos discográficos nos esperan?
El segundo de The Night Marchers ha salido hace apenas una semana y tengo muchas ganas de que la gente lo escuche. De hecho, si me escribes un e-mail te mandaré el link para que te lo descargues y me digas qué te parece (dos apuntes: su dirección de e-mail no es la más fácil para compartir telefónicamente; Allez Allez, el disco, es la hostia; ndr). Por otro lado, acabo de grabar un disco de surf-rock con el respaldo de una banda de Minneapolis, The Blind Shake; no diría que es un disco retro pero sí inspirado por The Ventures, Dick Dale y oscuros 45s de su época. La idea es que las canciones sirvan de banda sonora para una película ambientada en el universo surf en la que estoy colaborando. Detesto las bandas sonoras de las pelis surferas actuales y quería en cierta manera recuperar el sonido y el espíritu de clásicos del género rodados en California o Australia a finales de los 60, como Sea of Joy o los dos títulos que hicieron célebre al surfista-realizador George Greenough, The Innermost Limits of Pure Fun y Crystal Voyager.

Avancemos de finales de los sesenta hasta mediados de la década de 1980. ¿Cómo conociste a Rick Froberg y por qué decidisteis empezar a tocar juntos?
Recuerdo perfectamente el día que nos conocimos. En San Diego existía un boletín político publicado por dos anarquistas que, sin estar muy metidos en la escena musical, eran conscientes de que ésta existía y que los chavales que la formaban tenían inquietudes políticas similares a las suyas. Poco a poco fueron dando voz a estas bandas, hasta que un día organizaron “The Hardcore Picnic”, un evento gratuito y al aire libre, en un parque, en el que distintos grupos de punk y hardcore tocaron enchufados a un generador. Yo tenía 16 años. Llevaba mucho tiempo intentando montar una banda, buscando sin éxito en el colegio gente que se animara a tocar conmigo. No tenía coche, así que tampoco podía desplazarme a los locales de ensayo de aquellos que habían mostrado algo de interés. Al final actué en ese picnic hardcore con unos compañeros de clase que más bien parecía que lo estaban haciendo como un favor, por lo pesado que puedo llegar a ser (risas). Supongo que el concierto fue un desastre, pero para mí fue la hostia. Al rato conocí a Rick, empezamos a hablar y vi que éramos muy parecidos; él tampoco conocía a mucha gente, vivía alejado del centro y también quería montar un grupo con alguien que tuviera tantas ganas de tocar como él. Un par de meses más tarde yo estaba montando un nuevo grupo y él entró como cantante. Creo sinceramente que la manera de cantar de Rick ha llevado a otro nivel las ideas musicales que he creado a su lado a lo largo de estos años.
Volvamos a Rocket. La gira solo incluye cinco fechas en Europa, ¿por qué habéis elegido Barcelona como una de las paradas?
Rick me habló muy bien de los chicos de La Castanya, pues trabaja con ellos desde hace un tiempo con su otro grupo, Obits. Cuando hicimos la gira de Hot Snakes nos ofrecieron un par de shows en Madrid y Barcelona y la verdad es que lo pasamos en grande; era lógico que Rocket volviéramos a España con ellos. Ha habido dos razones que nos han empujado a volver a salir de gira: nos encanta dar conciertos y conocer otros países y gente nueva. Pero esta vez queríamos conocerlos de verdad, así que decidimos plantear la gira más relajadamente. En Barcelona aprovecharé para quedarme un par de semanas con mi familia; habré estado allí cinco veces en mi vida pero nunca más de 24 horas.
1995: EL AÑO DEL ESCORPIÓN
Tras la edición de su segundo LP, el incendiario Circa: Now!, RFTC se lanzaron a una intensa gira de clubes que les convirtió en una de las sensaciones de la escena rockera underground yanqui de principios de los noventa. Las multis, en plena vorágine de caza y captura de nuevos fenómenos independientes a reconvertir en next big thing, se enzarzaron en una batalla de talón en blanco y al mejor postor. “Cuando a finales de 1993 firmamos con Interscope pudimos disfrutar de un presupuesto holgado que nos permitió encerrarnos en el estudio y grabar cuanto quisiéramos. Y lo mejor de todo es que también tuvimos libertad para editar singles en vinilo con pequeñas discográficas con las que queríamos colaborar. Nos tiramos un año para grabar un total de 60 canciones y luego las fuimos agrupando para dar forma a los tres lanzamientos que vieron la luz en 1995.
El material del EP The State of Art is Fire fue el primero que grabamos. Fuimos al estudio de un colega a las afueras de San Diego y pudimos colaborar con un par de ingenieros de nuevos. Hasta ese momento casi todo lo habíamos grabado en Westbeach Recorders, en Hollywood, con Donnell Cameron y aunque era genial nos apetecía probar algo distinto. Volvimos a casa y empezamos a trabajar en el disco Hot Charity con un nuevo productor que nos había sugerido el sello y al que le habíamos confiado la mezcla del EP. Pero las sesiones de Hot Charity dieron como resultado un material decepcionante, así que decidimos empezar de cero y regrabar todo el disco con Sally Bowder. Ahora lo veo como un esfuerzo ridículo, ya que el resultado final no difirió mucho del anterior pero, ya sabes, la pasta no era un problema. La tirada fue corta y el disco estuvo descatalogado durante años. Con todo, cuando lo finiquitamos nos dijimos “hemos intentado probar algo nuevo y no ha funcionado, volvamos a grabar con Donnell”.
Sabíamos lo que nos jugábamos con esa grabación, era oficialmente el primer LP que Interscope iba a respaldar con toda su maquinaria promocional y de distribución. Nos encerramos con Donnell en los Gold Star Studios de Los Ángeles, los míticos estudios de grabación que en su día habían visto nacer canciones de The Beach Boys, Neil Young, Frank Sinatra y un sinfín más. Acudíamos cada día allí como quien va a un templo, con respeto y con ganas de trabajar duro para estar a la altura del mítico legado de ese lugar. No escatimamos gastos ni esfuerzo. Ensayamos y grabamos durante dos meses, con músicos invitados, varios ingenieros y una sección de cuerda para hacer que el disco fuera un todo, creando interludios orquestales entre tema y tema. Quería recuperar ese viejo sueño de Phil Spector, quien también había grabado en Gold Star, de hacer música clásica en clave pop. La idea era coger ese concepto y prenderle fuego para hacer nuestra propia reinterpretación. Sin embargo, una vez grabado y ensamblado todo me parecía que esos interludios en realidad restaban más que sumaban, así que los descartamos. Se nos fue algo la pinza, sí, pero como te decía antes, Instercope pagaba nuestras locuras (risas)».
Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (marzo 2013)