NEIL YOUNG. Los dorados frutos de una cosecha efímera

… ¿Te veré ofrecer / más de lo que yo puedo tomar? / ¿Llegaré a cosechar algo? / Mientras los días pasan volando, / ¿perderemos nuestro abrazo / o lo fundiremos bajo el sol?… 

El pasado mes de agosto falleció a la edad de 95 años Mo Ostin, el ejecutivo que en 1968 fichó a Neil Young para que editara con Reprise Records su homónimo debut en solitario, iniciando así una duradera y fructífera colaboración artista – sello que solo se vería interrumpida durante su tumultuosa etapa en Geffen. “Estoy tan triste de que se haya ido de esta tierra”, lamentó Young en un comunicado, “pero tan feliz por nuestra amistad de toda la vida. Mo era un héroe. Con su apoyo a los artistas y su trabajo durante su larga vida, Mo, el gigante entre los líderes de la industria discográfica, nos respaldó a todos y nos permitió hacer lo que queríamos con nuestra música. Siempre estuvo ahí para mí y realmente lo aprecio.”

En 2005, cuando Young recibió el Founders Award que otorga la American Society of Composers, Authors and Publishers (ASCAP), Ostin fue el encargado de glosar la figura de su amigo y la travesía compartida por ambos: “Solo hay un Neil Young. Su primer álbum para Reprise tenía una gran canción, «The Loner», que le define a la perfección: un hombre que está dispuesto a estar solo. Él sigue a su propia musa, brillante y temblorosa (…) Cuando nos presentó Harvest, Neil quería que la funda del vinilo fuera biodegradable para que, una vez quitado el plástico retráctil, ésta iniciara su proceso de descomposición y, con el tiempo, acabara convertida en polvo.”

Aparte de por esa convicción ecologista de la que Young siempre ha hecho gala, había algo de poético, y bastante de profético, en esa descabellada –y finalmente descartada– idea de enfundar Harvest en material perecedero: esos tiempos de bonanza, palpables en la apacible brisa melódica que acaricia sus surcos y en ese radiante sol que ilumina su portada, iban a ser lamentablemente efímeros. Si atendemos a las letras de algunas de sus canciones, podemos intuir que ese hombre dispuesto a estar solo al que hacía referencia Ostin seguramente entró a grabar Harvest con la sensación de que el precioso eco natural que ofrecían las colinas que envolvían Broken Arrow no tardaría en estremecerse abruptamente por la irrupción en escena del desamor y la muerte.


… Para dar amor / tienes que vivir un amor / Para vivir un amor / tienes que ser “parte de” / ¿Cuándo te volveré a ver?…

Quizá sea «A Man Needs a Maid» la canción que de forma más elocuente –y autobiográfica– exhibe las contradictorias emociones que sacudían a Young por aquel entonces. Se abre con unas quebradizas notas al piano y una apesadumbrada reflexión (Mi vida está cambiando / de tantas maneras / Ya no sé / en quién confiar), tras la cual el narrador introduce al personaje de la criada, una figura que en su momento causó no poca controversia –se acusó al canadiense de machista por presentar a una mujer como mera cuidadora–, cuando más bien parece evidenciar la debilidad del propio autor.

Aquejado de fuertes dolores de espalda, una sirvienta quizá mantendría la casa limpia / prepararía las comidas y se iría; pero cuando la cuidadora es esa actriz de la que se enamoró viendo una película con un amigo –Carrie Sondgress, en el filme Diary of a Mad Housewife; ¿premonitorio título?–, Young se dice a sí mismo que el desapego emocional es incompatible con vivir un amor. Una admisión puntuada melodramáticamente por los violines de la London Symphony Orchestra en esos arreglos orquestales de Jack Nitzsche que tampoco escaparon a la polémica; en las notas interiores del recopilatorio Decade, editado en 1977, Young escribió que “hubo quien creyó que eran exagerados, pero Bob Dylan me dijo que era una de sus canciones favoritas y yo presto más atención a lo que dice Bob”.

Curiosamente, el bardo de Minnesota parece que no recibió de tan buen agrado la canción por antonomasia del álbum más popular de Young y, dicho sea de paso, el más vendido en Estados Unidos en 1972, por encima de American Pie, de Don McLean, y Fragile, de Yes. Hablamos, claro está, de «Heart of Gold», el único single suyo en auparse al número 1 de la lista Billboard y la canción que todo-el-mundo-conoce de Neil Young. “La única vez que me molestó que alguien sonara como yo”, contó Dylan a la revista Spin en 1985, “fue cuando vivía en Phoenix, Arizona, alrededor del 72 y la gran canción en ese momento era «Heart of Gold». Siempre me gustó Neil Young, pero me molestaba cada vez que esa canción sonaba en la radio. Creo que estuvo en el número uno durante mucho tiempo y yo me decía: ‘Mierda, ese soy yo. Si suena como yo, también debería ser yo”. Ah, el viejo cascarrabias de Dylan reconociéndose celoso del éxito de su compañero de generación. 

¿Qué se puede decir a estas alturas de «Heart Of Gold»? Creo que poco más, así que permitidme unas breves líneas a modo de testimonio personal. El 30 de mayo de 2009, Neil Young actuó en el Primavera Sound de Barcelona y a día de hoy sigo considerando ese concierto como uno de los más emocionantes a los que haya asistido jamás. No era, sin embargo, la primera vez que veía al canadiense: precisamente debuté en las páginas de Ruta 66 con una crónica de su actuación en el festival de jazz de Montreux en 2001, cuando respaldado por “Poncho” Sampedro, Billy Talbot y Ralph Molina hizo temblar los resortes del Auditorio Stravinski de la ciudad suiza con arrolladoras ejecuciones de «Hey Hey, My My (Into the Black)», «Sedan Delivery» o «Like a Hurricane».

Esa noche con Crazy Horse no hubo espacio en el repertorio para ningún tema de «Heart Of Gold»; ocho años después, en mi ciudad y rodeado de las personas a las que más quiero –mis amigos, mi madre y la que hoy en día es mi mujer–, me abandoné al llanto cuando Young empezó a cantar “Quiero vivir, quiero dar / he sido un minero en busca de un corazón de oro”. Qué canción tan perfecta: sencilla pero infalible, ¡chúpate esa, Bob! Esa noche primaveral, además, pudimos disfrutar en directo de la icónica steel guitar de Ben Keith, ese precioso lamento que subraya la búsqueda del anhelado amor. El que fuera inseparable escudero de Young desde que sus caminos se cruzaran en Nashville, fallecería de un ataque al corazón apenas un año después, el 26 de julio de 2010, mientras ambos se encontraban en el rancho Broken Arrow trabajando en un nuevo proyecto.

Con los Stray Gators: Tim Drummond, Jack Nitzsche, Kenny Buttrey y Ben Keith

… Viejo, pégale un vistazo a mi vida, me parezco mucho a ti / Necesito a alguien que me quiera durante todo el día / Ah, observa mis ojos y te darás cuenta de que es verdad… 

Cincuenta años después, ninguno de los Stray Gators que grabaron Harvest está vivo: Jack Nitzsche falleció en el 2000, Kenny Butrey en 2004 y Tim Drummond cinco años después de Keith, en 2015. Cincuenta años después, escuchar a Young interpretar «Old Man» desvela nuevos matices. Es probable que a sus 77 años recién cumplidos, el canadiense tenga una edad cercana a la del viejo al que interpela en el tema que abre la cara B de Harvest. En el documental Heart Of Gold (2006), dirigido por Jonathan Demme, Young rememora el origen de la canción: “(Por aquel entonces) había comprado un rancho, en el que sigo viviendo hoy en día. Un matrimonio vivía en él y se encargaba de cuidarlo; un señor mayor llamado Louis Avila y su mujer Clara.

Louis me llevó a dar un paseo en su Jeep azul; me subió a la parte alta de la finca, donde hay un lago que alimenta todos los pastos, y me soltó: ‘Bueno, dime, ¿cómo es que un joven como tú tiene suficiente dinero para comprar un lugar como este?’. Le dije: ‘Bueno, es cuestión de suerte, Louis, solo mucha suerte’; a lo que él replicó: «Esa es la cosa más extraña que he oído jamás’. Y escribí esta canción para él.” Con el añadido del cálido piano de James McMahon y los sentidos coros en el estribillo de Linda Ronstadt y James Taylor, responsable también de esos juguetones acordes de banjo, «Old Man» fue lanzado como segundo single del álbum, alcanzando el número 4 de las listas en Canadá, pero solo el 31 en Estados Unidos. 

Neil Young & Louis Avila

En la cara B de ese segundo single, editado el 17 de abril de 1972, encontramos «The Needle and the Damage Done», la canción que anticipó, más temática que musicalmente, el desgarro emocional de Tonight’s the Night, disco grabado en 1973 pero que no vería la luz hasta dos años después, al considerarlo Reprise demasiado deprimente. Oscura y angustiosa, «The Needle…» describe de forma vívida los estragos causados por la adicción a la droga, algo que Young conocía bien de cerca, especialmente por cómo la heroína hizo añicos al guitarrista Danny Whitten, su alma gemela musical. Young se había visto forzado a expulsarlo en plena grabación de After the Goldrush (1970) debido a su fuerte adicción; Whitten se reencontró con Crazy Horse para grabar su espléndido debut homónimo de 1971, contribuyendo con cinco composiciones propias entre las que destaca la preciosa «I Don’t Want to Talk About It».

En abril del 72, Young le daría una nueva oportunidad al llamarlo para que se uniera a la gira de presentación de Harvest. Pero el daño de la aguja ya estaba hecho: cada yonqui es como una puesta de sol. El 18 de noviembre Young echó nuevamente a Whitten; le dio 50 dólares y un billete de regreso a Los Ángeles. Esa misma noche falleció de sobredosis con tan solo 29 años. “Durante mucho tiempo me sentí responsable”, le reconocería a su biógrafo Jimmy McDonough, “Danny simplemente no era feliz. Simplemente, todo se le derrumbó. Fue engullido por esta droga. Y fue devastador porque Danny tenía todavía mucho que dar, era realmente bueno”.

Este recorrido voluntariamente imparcial por los surcos de Harvest –¿quizá su álbum más perfectamente imperfecto?– llega a su fin con «Words (Between the Lines of Age)», el largo y electrizante último corte. El documental Harvest Time incluido en el boxset del 50 aniversario está trufado de escenas que se visionan con el vello erizado; una de ellas muestra a Young y sus compadres Stephen Stills y Graham Nash grabando, cerveza en mano y entre cómplices risas, esos coros que narran “cuando miro a través de las ventanas / fuera, en el camino / me traen regalos y me dicen hola / cantando palabras, palabras / entre las líneas de la edad…

En su autobiografía Waging Heavy Peace: A Hippie Dream (2012, editada aquí por Malpaso), Young escribe: “Es la primera canción que revela un poco mis primeras dudas sobre mi relación a largo plazo con Carrie. La paz se estaba yendo, estaba cambiando demasiado rápido… Así hicimos Harvest, enamorados al principio y con algunas dudas hacia el final”. El desamor, la muerte y el incómodo peso del éxito determinarían un nuevo capítulo en su trayectoria: la inquietante, afligida tríada que conforman Time Fades Away (73), On The Beach (74) y Tonight’s the Night (75). Oscuros frutos de una nueva y sublime cosecha.

Texto: Roger Estrada
Fotos: Joel Bernstein & Henry Diltz
Publicado en Ruta 66 (enero 2023)

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