JAY REATARD. Depurando el malestar

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En 1997 Jay Lindsey graba a solas el infra-single “Get Real Stupid”, con declaraciones de principios tan epatantes como “You ain’t no fun no mo’” o “Fashion victim”. Lo-fi abrasivo por la gloria del Dios Oblivian. Goner Records, sello fundamental para entender el sonido del subsuelo de su ciudad, Memphis, auspicia su primer disco al frente de Reatards, todavía más elocuente y atronador, “Teenage Hate” (1998). Dieciocho escupitajos de bilis y acné en los que, acompañado por Ryan Wong y Steve Albundy (ahora en Tokyo Electron), perpetra una ópera de punk lo-fi con pasajes tan bucólicos como “When I get mad”, “You fucked up my dreams”, “I’m so gone” o una significativa relectura del “Down in flames” de Dead Boys. Tras un segundo elepé, “Grown up fucked up” (Empty, 1999), igual de malrollero, el grupo estalla de pura extenuación y, como él mismo ha acabado reconociendo, por el carácter volátil, difícil de sobrellevar, de un Jay que de gira se pierde en un viaje de autodestrucción regado en alcohol que causa estragos en locales de medio país. Young, loud & snotty

Memphis ha muerto, ¡larga vida a Lost Sounds! Junto a Alicja Trout (Clears) y Rich Crook (batería en la última etapa Reatards), Jay da forma a uno de los grupos de cabecera del revival synth-punk que asoló cierto sector del undeground yanqui a finales de los 90. Influidos por Screamers, Wire, la new-wave y oscuros grupos de black metal, The Lost Sounds crean un apocalíptico y radical universo propio en el que conviven los chavales de la matanza de Columbine, ratas de laboratorio con cerebros biónicos y pasajes alucinógenos del “Libro de las Revelaciones”. Doble ataque de sintetizadores  y chaparrón de histeria ruidista que algunos catalogan como “black-wave”. En su primer disco tributan a Fred Cole con el clásico de The Lollipop Shoppe “You must be a witch”; en su último single, editado por el sello madrileño Holy Cobra Society, hicieron lo propio con el “Ice Age” de Joy Division. Unknown pleasures

Después de cinco años y múltiples lanzamientos cada vez más depurados melódicamente, Alicja y Jay acaban a tortazo limpio y echándose mierda en el foro de GaragePunk, triste final a una de las aventuras musicales más apasionantes del nuevo mileno. Hiperactivo por (enfermiza) naturaleza, Jay se mantiene ocupado con sus múltiples proyectos paralelos y gestionando su propio sello, Shattered Records. Sin embargo, a solas, casi en secreto, empieza a trabajar en lo que será su primer trabajo firmado como Jay Reatard, “Blood Visions”, el mejor disco de punk del pasado año para quien esto firma. Greed, money, useless children

¿Qué tal está yendo la gira y cómo valoras la reacción de la gente y la prensa ante el nuevo disco?
La gente está respondiendo positivamente en los conciertos. Por lo que respecta al nuevo disco, los integristas del garage-punk están tan alienados que no lo han visto con buenos ojos, pero a nivel general creo que es el álbum que mejor recepción ha tenido de todos en cuantos he participado.

¿Y la experiencia de actuar en el festival SXSW?
Fue algo al límite, sin tregua: cuatro conciertos en 24 horas. En el último, un grupo revoltoso del público nos empezó a amenazar y acabamos zurrándonos con ellos. No pudimos hacer bises, claro. Al día siguiente, nos los encontramos en el mismo jodido hotel donde nos hospedábamos y los tipos seguían con ganas de bronca. En fin, fue una experiencia intensa, pero ya me gusta.

¿Cómo diste con Boston Chinks?
Cada concierto suyo que veía iban a más y como necesitaba una banda para el directo y no quería montar una de la nada, pensé que lo mejor era proponérselo a ellos. Estaban super-rodados cuando les invité y eso facilitó mucho las cosas, porque yo estaba un poco a la defensiva; ya sabes, llevaba como dos años a mi bola, sin trabajar en equipo, y fue un alivio contar con ellos para romper el hielo rápidamente.

Tras la implosión de Lost Sounds necesitabas un respiro, ¿verdad?
Exacto. La última gira con ellos fue devastadora física y mentalmente. Llegó un punto en que pensaba que me iba a estallar la cabeza, así que cuando finalmente lo dejamos, decidí encerrarme en mi música y alejarme de todo. Mi guitarra, mi batería y nuevas canciones, con eso tenía suficiente. Ok, hice algunos bolos aporreando la batería con mis amigos de Final Solutions, pero en cuanto a trabajo se refiere, el cuerpo me pedía oxígeno, aire fresco para volver a empezar.

En “Blood Visions” has ido a la esencia melódica que subyacía en el estruendo de sintetizadores de Lost Sounds…
Desde siempre he querido inyectarle una perspectiva pop a mis canciones, pero seguramente las limitaciones con las que he trabajado en lo que ha producción se refiere ha tapado esa voluntad más melódica con un sonido más tosco o “sucio”. Con “Blood Visions” he podido dejar aflorar ese sonido más pop, lo cual ha sido una tremenda satisfacción para mí, ya que por primera vez siento que he logrado plasmar en un disco de manera fiel aquello que tenía en la cabeza antes de entrar a grabar. Fue algo visceral, pero a la vez muy planeado. Grabé el disco en un día, ya que el equipo era prestado, pero al escucharlo decidí que tenía que seguir trabajando en él, tomando la esencia, el pulso de aquellas tomas originales, pero ahondando en ese sonido que yo perseguía y que sentía que no acababa de estar reflejado en aquella maratoniana sesión original. Así, el proceso completo me llevó casi un año, volviendo sobre cada canción de forma minuciosa, casi obsesiva, hasta que llegó un punto en que me dije “Déjalo o te vas a volver loco, es el momento de liberarte de él y mostrarlo a ver qué ocurre”.

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Lost Sounds

Háblame de tu proyecto paralelo, Terror Visions
En estos dos años de aislamiento creativo, no he descuidado mi lado más electrónico o noise, grabando majaderías con teclados, gritando y jugando con lo que tenía alrededor. La gente de FDH Records se ha animado a editarlo, así que los nostálgicos de la primera época de Lost Sounds podrán saciar su sed de ruidismo con este disco, que supongo que ya estará listo para cuando vaya de gira por España.

Hay ya ganas de echarle el guante al single que edita Goner con una inesperada versión del “Don’t let him comeback” de The Go-Betweens.
Es muy poppie, con guitarra acústica, como si llevara al extremo la vertiente melódica de “Blood Visions”, pero desde una perspectiva más pop, o incluso folk. ¡Hay hasta quien lo ha catalogado de indie-rock! (risas). Le canto al amor, eso sí (más risas). Elegí la canción de Go-Betweens porque les he descubierto recientemente, hará cosa de seis meses, y no puedo quitarme de la cabeza sus canciones, maravillas pop con unas letras preciosas, como la de “Don’t let him comeback”. Lo hice por diversión, para ver como me desenvolvía con ella, pero Eric de Goner la oyó y su entusiasmo ha provocado que acabe en el nuevo single. También lo traeré conmigo a España; voy a ir cargadito, avisado estás, porque tienes que sumarle el 12” que edita In The Red, un single en un sello muy pequeño de Alemania y el split single con Boston Chinks que verá la luz en P Trash Records.

Empiezas a aparecer en revistas de amplia difusión como Trasher, en el canal de TV de Vice y actuarás en un festi masivo como el Primavera Sound, ¿estás listo para sobrellevar el peso de las nuevas expectativas que estás generando?
Es curioso porque no descubrí que el show de Barcelona sería en el Primavera Sound hasta que navegué por Internet y vi la magnitud del evento. Fue como “wow!”; ya sabes, nunca he tocado ante tanta gente. No llevo muy bien mi relación con la parte empresarial del negocio de la música, pero prefiero discutir con el promotor de un macrofestival que con el jefe tocapelotas de una pizzería, ya sabes…

¿Qué piensas de aquellos que pueden acudir a verte por la parte más efectista de tu show, por el mito de tus años de violencia en escena con los Reatards?
La gente que acude para verme enloquecer en escena creo que representa un porcentaje muy pequeño del público que acude a mis shows, la mayoría se siente atraída por la música, aunque no dudo que el modo de interpretarla le añade una dimensión física, de experiencia real, imposible de sentir en el disco. En cualquier caso, creo que no vale la pena mirar de responder a las expectativas de aquellos que esperan que me rompa botellas en la cabeza cada noche, no tiene sentido. No quiero convertirme en GG Allin, aquello acabó siendo ridículo, una parodia de sí mismo. Si planeas el directo pierde esa fuerza de lo espontáneo que debe ser la esencia de todo concierto; es como desnaturalizar no sólo tu personalidad como artista que se muestra en público, sino también la base de tu música, sería traicionar aquello que he tardado casi un año en plasmar en el estudio. Un engaño para el público y para mí mismo.

Cuando vi a Lost Sounds en uno de vuestros últimos conciertos, era palpable el mal rollo, la tensión existente entre tú y Alicja. ¿Cómo recuerdas esos conciertos y cómo es tu relación actual con ella?
Fue horrible, la verdad. Eran 23 horas al día de tensión, un mal rollo considerable intentando no saltarnos al cuello el uno al otro. Todo para poder subirnos una hora al escenario de la siguiente ciudad en la que nos tocara actuar. Con el paso del tiempo, la cosa se ha relajado, hay cierta amistad a distancia, cada uno sigue con su vida y su música, pero no hay posibilidad alguna de que volvamos a trabajar juntos, eso está claro.

¿Cuánto ha cambiado Jay Lindsey con los años, ¿sigue quedando algo del Reatard asqueado con el mundo y que acababa a palos con sus compañeros de grupo?
Sigo igual de jodido y cabreado, pero supongo que con los años mi manera de expresar ese malestar ha ido evolucionando. Con todo, cuando se me va la mano con la bebida recupero mi comportamiento enajenado de la adolescencia. Cuando empezamos con los Reatards, yo tenía unos 17 años y apenas podíamos salir de gira dos veces al año, por lo que era tal mi excitación durante esas semanas, mis ansias de darlo todo en ese frenético periodo de tiempo, que exteriorizaba mi frustración acumulada en los seis meses anteriores de manera explosiva, como si cada noche fuera mi última oportunidad para escupirle al mundo. Ahora, con giras que duran más de dos meses, no hay forma humana posible de repetir aquello en cada ciudad y cuando no estoy en la carretera procuro mantenerme ocupado produciendo a otros grupos o liado con el sello, para que no me estalle la cabeza.

¿Cómo recuerdas tus inicios musicales, la génesis de los Reatards? ¿Qué era lo que te empujó a agarrar micrófono y guitarra?
No tenía nada planificado, cero esperanzas, sólo ganas de gritar y tocar. Ocurrió por accidente; grabé varios temas de forma casera, un rollo muy lo-fi, le pasé la cinta a Eric (Friedl, capo de Goner Records, n.d.a) y él se involucró de lleno para ayudarme. Habló con Greg (Cartwright), uno de mis héroes por aquél entonces, y tuve la suerte de que se animara a tocar la batería en mis primeros, primerísimos shows. A partir de allí, la gente fue entrando y saliendo conforme se hartaban de mi manera de ser, pero yo no iba a parar de hacer lo que quería porque la gente me odiara. Sigo con esa mentalidad diez años después y quién me iba a decir por aquél entonces que acabaría girando por Europa del Este o en un festival ante 20.000 personas en Barcelona. Y me siento afortunado al poder levantarme cada mañana sin tener que ir a currar…

¿No tienes un trabajo diario, puedes vivir de la música?
En estos últimos cuatro años, sólo he tenido un trabajo estándar durante seis meses. El resto del tiempo, me las he apañado para ir tirando con la música. Después de tanto tiempo currando gratis para colegas de otros grupos y sellos, por fin hay quien empieza a pagarme para que trabaje en sus discos, lo cual es una satisfactoria recompensa. Además, Memphis es una ciudad bastante barata, con lo que si tienes un alquiler barato y sabes hacerte tu propia comida, puedes sobrevivir sin casi nada (risas).

Sigues pensando que Memphis es un “agujero lleno de mierda”?
Ahora creo que es un buen agujero lleno de mierda (risas). Me gusta la ciudad, al tiempo que su parte negativa me sigue empujando a expresar mi descontento. Quizá lo que más me enerve sea la escena musical; por mucho que salgan jóvenes bandas haciendo cosas interesantes, el público mayoritario sigue cerrado con el blues y el rockabilly, hay poco espacio para que se repita esa efímera efervescencia garajera de mediados de los 90.

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Reatards

Hablando de esa época, ¿cuán importantes fueron los Oblivians tanto para ti como para otros jóvenes de la ciudad?
Lo fueron para alguna gente, de eso no hay duda, pero en la mayoría de sus shows siempre veías a las mismas personas, los mismos 30 jetos que conectaban con su música y su actitud, que eran conscientes de que aquella banda estaba marcando un antes y después en la escena musical local. A nivel personal, fue el primer grupo con el que me identifiqué totalmente, que me metió de cabeza en el fanatismo musical, en el universo de las versiones, los 7”, el diseño de los discos y los carteles, etc… Pero, con el tiempo, soy consciente de que a nivel artístico, lo que han hecho Eric, Jack y Greg por separado desde que se separaron tiene más relevancia, más entidad musical. Es sólo mi opinión…

Creo que hay cierto paralelismo entre tu evolución como músico y la de Greg…
Sí, es un buen espejo en el que mirarse, sin duda. Aunque yo a él le considero un gran compositor y creo que yo sería más un buen mezclador de sonidos (risas). Con los años, Greg ha ido profundizando en su vertiente como letrista, mientras que yo me he concentrado más en cómo quería que sonara mi música; más pendiente del sonido de mi guitarra que de qué era lo que salía de ella.

Con todo, creo que tienes una capacidad distintiva para ensamblar en apenas un minuto melodías pegadizas con letras que van al hueso de tu forma de ver el mundo de forma harto eficaz y singular.
En Lost Sounds podíamos tener temas de seis minutos con partes instrumentales de cinco (risas). No sé, quizá haya ido perfeccionando mi estilo a la hora de concretar lo que quiero decir en apenas dos versos u ocho frases. Aunque para serte sincero, no disfruto demasiado rompiéndome la cabeza pensando en las letras para cada canción; como te decía antes, mi principal es el sonido, puedo pasarme meses dándole vueltas a una misma canción, una locura…

¿Cómo se gestó la reunión de los Reatards?
Quería ir de gira por Europa con los Angry Angles, el grupo que tenía por aquél entonces, y mis amigos de Tokyo Electron; el tipo que llevaba el tour me sugirió que recuperara a los Reatards como reclamo. Por otra parte, Matt Billiams, un colega de Chicago, me propuso lo mismo al acabar el concierto de reunión de los Oblivians, y me pareció que si dos personas separadas por tantos kilómetros me sugerían lo mismo, debía ser que había un interés real por el grupo. Durante años, quise apartarme del recuerdo de los Reatards, de esa imagen mía de frontman loco y borracho, también para el bien de mi salud física y mental. Pero después de la última gira de Lost Sounds, del sinsentido pretencioso en que acabó convirtiéndose, tenía ganas de salir con mis colegas a hacer el ganso… aunque después de tres semanas de fiesta continua mi cuerpo me gritaba que no podía volver a hacer eso nunca más (risas).

¿Cuán importante ha sido Larry Hardy en tu carrera?
In The Red es el mejor sello con el que he trabajado nunca y Larry me ha apoyado desde el principio con todo su entusiasmo y, más importante, su trabajo. Ha sido básico cruzarme con él justo cuando necesitaba ir más allá musicalmente. Hace poco un par de sellos algo más grandes se han interesado por mi, pero es tan fácil y satisfactorio trabajar con Larry que ni me planteo aspiraciones comerciales mayores. Sinceramente, que acabaría siendo contraproducente.

Con lo ocupado que sueles estar siempre, ¿cómo te las apañas para mantener activo Shattered Records?
Los chicos de Boston Chinks tienen otro grupo llamado The Barbaras, que hacen pop en estudio y cuando se suben a un escenario lo transforman en punk psicodélico ultra-violento, parecen los chavales de “El señor de las moscas” (risas). Sacaré un single suyo… y seguramente otro mío (risas). No tengo tanto tiempo como querría para el sello, pero como los pedidos han ido creciendo en los últimos dos años, necesitaba a alguien que me echara una mano y desde hace unos meses tengo a un amigo ayudándome mientras estoy fuera de gira.

En tu myspace, junto a referentes más perceptibles como Wipers, Wire, Urinals o Adverts, citas también a Brian Eno como influencia, ¿en qué sentido?
Pienso en él como un artesano o un científico del sonido, alguien que valora como yo la importancia del trabajo de producción al mismo nivel que el esfuerzo que conlleva dar con una buena melodía. Sus dos primeros discos en solitario son un brillante ejemplo de ello.

Llega la hora de los trapos sucios, ¿qué hay de tu pasión por el grupo de rap, vecino de Memphis, Three 6 Mafia? Y más aterrador aún, ¿es cierto que siendo un chaval creías que eras negro?
Ya sabes, esa es una época de confusión (risas). Por aquel entonces estaba muy metido en el rollo gangsta-rap, me atraía esa mierda, esos tíos se expresaban de forma clara y contundente, algo con lo que me identificaba al 100%. Y, qué cojones, ¡todavía escucho los viejos discos de Ghetto Boys! Pero lo cierto es que me estoy hartando de ello; vivo con una chica gangsta-rapper que dirige un pequeño sello local y estoy saturado de escuchar ese rollo cada vez que cruzo la puerta de mi casa (risas).

www.jayreatard.com

Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (junio 2007)

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