
“Está nevando… Qué visión más hermosa”. A través del móvil, Howe Gelb describe lo que sus ojos observan a través del amplio ventanal que tiene enfrente suyo. Conecto con él justo cuando trata de encontrar un sitio libre en un café de Copenhague. Su voz, cavernosa, transmite una serenidad encomiable, propia de un hombre que gusta de elegir las palabras con detenimiento, para así vertebrar un discurso que aúna fluidez con elocuencia, el verbo como fiel transmisor de una mente despierta y ávida de conocimiento y experiencias. Así suenan también sus canciones, vivaces porciones musicadas donde se condensan retazos de una existencia, la suya, marcada a fuego por las personas que con ella se han cruzado, siempre con los poros abiertos para impregnarse de las gentes y los lugares que ha conocido. «En Europa me siento como en casa, tranquilo y en paz”, apunta tras sorber con detenimiento un poco de café expresso. Pese al fundamental rol que en su arte ha jugado la vida en contacto con el desierto, Gelb prefiere definirse como un “espíritu nómada”, pegado a sus raíces, pero sabedor que la riqueza espiritual del ciudadano no puede ser delimitada por unas fronteras artificiales.
La discografía gelbiana abruma hasta al coleccionista más minucioso, seguirle el rastro a su extensa producción es una ardua tarea que, sin embargo, ayudará al osado a obtener una visión más ecuánime de este singular vecino de Tucson, Arizona. Porque no todo es cegador oro lo que brilla en el baúl de sus grabaciones, abundan los diamantes en bruto, las colecciones toscas y abruptas que obligan al oyente a aplicarse en una escucha quizá no cómoda, pero a la postre enriquecedora. Por todo ello, no es de extrañar que fuera “Chore of enchantment” (V2 / Thrill Jockey, 2000) el disco que finalmente, tras más de veinte años de encuentros y desencuentros con la industria y el público, les abriera las puertas de un mayor reconocimiento, un acto de justicia histórica para con Giant Sand, una banda que, como ninguna otra, había definido el carácter poliédrico de la música norteamericana de los últimos cuatro lustros. Ese álbum, el más “pop” de su trayectoria, marcó, ironías del destino, el punto y final de la asociación de Gelb con la base rítmica formada por John Convertino y Joey Burns, sus escuderos durante más de una década y agentes principales del sonido –quebrado y rocoso, torrencial y arenoso, a la vez- gestado por la banda durante la década de 1990 en discos como “Ramp” (Restless, 91), “Center of the Universe” (Restless, 92), “Purge and slouch” (Restless, 93) o “Glum” (Imago, 94). Esquivo a ser etiquetado, enemigo del encajonamiento estilístico, en el “sonido Giant Sand” confluyen múltiples aromas y sabores en una suerte de brebaje balsámico cuya composición aunaría pinceladas de country, free-jazz y rock 70’s, una fórmula no escrita que les condujo a pasar de puntillas por escenas como la del nuevo rock americano, el grunge o el americana.
Alérgico a la adulación por naturaleza y amante de navegar siguiendo la brújula de su estado anímico y sus inquietudes, Howe Gelb ha mantenido una coherencia artística digna de elogio para alguien que podría haber flirteado con el éxito de haber seguido los cantos de sirena de las multinacionales más allá de lo deseable. Ese carácter incorruptible y casi autista le ha granjeado no pocos disgustos personales –la deserción de Burns y Convertino- y profesionales –constantes cambios de discográfica-, pero parece que es ahora cuando, rota su dolorosa vinculación con los fugados Calexico y bajo el manto protector del sello independiente de Chicago Thrill Jockey, el maduro Howe Gelb disfruta de su etapa de plenitud como artista. “Me siento liberado” y “Hacía mucho que no me lo pasaba tan bien grabando” son las dos frases que Gelb me suelta con mayor profusión de aire durante la entrevista, signo evidente de que la regeneración ha entrado cual aire fresco en sus pulmones. Emociona escucharle feliz pese a la seriedad de su grave voz, transmite una reencontrada ilusión por la vida que pareció truncarse tras la muerte, a finales de 1997, de Rainer Ptacek, su querido amigo y compañero en Giant Sandworms y The Band Of Blacky Ranchette. Acaecido en pleno arranque de la grabación de “Chore Of Enchantment”, el fallecimiento de Ptacek hundió a Gelb en la desolación y el colapso creativo, justo cuando debía rendir cuentas ante V2, la multi que había decidido financiar la grabación más cara de la historia de Giant Sand. Aislado en su dolor, incapaz de vertebrar un disco con claridad, tuvo que ver como Burns y Convertino aumentaban su dedicación con Calexico, dejando a su mentor a la deriva. Si durante las entrevistas promocionales de “Cover magazine”, el excelente disco de versiones que sacaron con Thrill Jockey en 2002, Gelb mantuvo las formas y prefirió no hurgar en la herida “Calexico”, durante nuestra conversación no se cortó a la hora de exponer su visión del asunto, dejando a cada cual en su sitio, aunque siempre a la espera de escuchar las opiniones de los otros implicados, claro.
“It’s all over… the map” (Thrill Jockey / Green Ufos, 04) confirma que, sin ellos, Gelb sigue siendo Giant Sand al 100%, más si cuenta con un productor afín a sus postulados como John Parish y nuevos escuderos como Anders Pedersen, Thoger T Lund y Peter Dombernowsky. Rico en matices y emociones, el último disco de Giant Sand es el mejor exponente del renacimiento de Gelb, un trabajo quizá más compacto que “Chore of enchantment”, una refulgente grabación que condensa todo lo expuesto y aprendido por el tucsonita en estos veinte años: country espartano, piano y contrabajo en dialogo jazzístico, ferviente guitar rock, susurrante americana… Una envolvente amalgama de texturas ejerciendo de atmosférico marco para las palabras siempre certeras y conmovedoras del reflexivo Gelb, aquí también secundado a las voces por Scout Niblett, Vic Chesnutt, Marie Frank e incluso dos de sus hijas. Una excusa inmejorable, pues, para charlar con uno de los artistas más complejos y apasionantes que ha dado la música estadounidense en los últimos veinte años.
Creo que tu hija es una gran seguidora del punk clásico, ¿no es así?
Su curiosidad la llevó a descubrir a los Ramones y fue entonces cuando un amigo mío, al verla tan entusiasmada con sus canciones, le pasó material de Sex Pistols y The Clash. Era muy divertido verla corretear por casa cantando sus temas, me sentía orgulloso de ella. Es por eso que decidí colarla en “It’s all over… the map”, me gusta oírla cantar “Anarchy in the UK”, es un regalo para el disco.
Crees que seguirá tus pasos en el mundo de la música?
Eso es fácil, lo difícil será acabar los estudios. Yo trabajo duro para que no pierda el rumbo porque sabe que cuando la música la llame estará a su alcance para hacer con ella lo que quiera. Y también sabe que yo estaré allí para ayudarla en todo lo que pueda.
¿Y cómo fueron tus inicios?
No lo recuerdo muy bien. Fue una suerte de reinvención. Era un chaval bastante solitario, con lo que en una de mis divagaciones adolescentes di con la música como vía de escapa, una manera de canalizar todo lo que tenía encerrado dentro de mi.
¿Cómo ha afectado la paternidad a la visión que tienes de tu propio papel en este mundo?
Hace poco vi un video de Giant Sand en 1986, un año antes de tener a mi primera hija, y la banda era tan buena, teníamos tanta fuerza. Antes de que apareciera John Convertino, cuando Rainer todavía estaba a mi lado, con Neil Harry, Tom Larkins, que ahora toca con Jonathan Ritchman, y la que iba a ser mi esposa, Paula Brown. Cuando vi ese vídeo me di cuenta del potencial que había en esa formación, podíamos habernos convertido en un grupo con repercusión, un grupo popular. Pero cuando al año siguiente tuvimos a nuestra hija, me di cuenta de que había cosas más importantes en la vida que la música; esa experiencia me condujo hacia un nuevo enfoque vital. Además, he llegado a la conclusión que hacer música es tremendamente sencillo comparado con sacar adelante a tus hijos. Esa fue una de las enseñanzas más valiosas que aprendí de Rainer: centrarme en las cosas realmente importantes, como la familia.
¿Cómo ha sido volver a trabajar con John Parish en el nuevo disco?
Yo confío en John, es amigo mío desde hace años. Me lo quiero traer a Dinamarca. Es más fácil viajar por Europa que por Estados Unidos, todo parece funcionar mejor y es bastante más barato. No tengo que preocuparme con él en el estudio, sus oídos son los correctos y puede oír un montón de ideas interesantes en medio del caos. Lo más importante de todo es que me gusta y que confío en él. Trabajamos muy bien juntos, elaboramos pequeñas piezas, porciones de canción por separado y luego nos reunimos para discutirlas y dejando que cada uno añada algo al experimento del otro.

“Classico” o “NYC of time” son dos canciones marcadas por el impacto del 11 de septiembre. ¿Cómo influyeron los atentados y el clima de miedo y represión que se creó en EEUU a tu visión de tu país y su gente?
Esa es una pregunta complicada. Es bueno estar aquí en Europa y observar mi país desde otra perspectiva. Desde el 2001 vengo aquí cada año y es reconfortante recibir toda esa información que se nos niega en los medios de comunicación estadounidenses. Es algo también muy valioso para mis hijos, no quiero que crezcan bajo el poder dictatorial de la visión única de las cosas. El ataque fue algo tan real, tan cercano para el pueblo americano, que suscitó todo tipo de reacciones entre la gente. Se dispararon las alarmas, reaparecieron los fantasmas, nos encerramos en nuestro caparazón y todo se radicalizó de forma dramática. Me gustaría pensar que pronto recuperaremos algo de lo que perdimos aquél día, que volveremos a ser un país abierto a la gente, de dentro y de fuera. Espero que lo acaecido desde entonces nos ayude a darnos cuenta que un país no se define por la política de sus gobernantes, sino por los pequeños detalles cotidianos, por las acciones que cada ciudadano realiza al cabo del día, especialmente aquellas que ha hecho para ayudar a un ser querido o a alguien desconocido. Eso es lo que verdaderamente define a mi país.
Pero debe haber sido un duro golpe la reelección de Bush, ¿verdad?
Sí, en efecto. Pero lo cierto es que ya me lo esperaba y eso me ha ayudado a tragar con la re-elección. Creo que fue mucho peor la primera vez, nadie daba crédito a lo que estaba sucediendo ante nuestros ojos, fue un robo a mano armada y nadie hizo nada para evitarlo. Pero hay que tener en cuenta que operan agentes externos y poderosos en todo el juego de la política, con lo que, en realidad, poco importa lo que el pueblo haya decidido en las urnas. Ser consciente de ello es bastante desolador, pero después de estos cuatro años tan nefastos que hemos tenido, y pese a esta re-elección condicionada por el miedo al terrorismo, espero que la gente se dé realmente cuenta de quien nos está gobernando durante esta legislatura.
¿Cuándo fuiste consciente de que Tucson podía ser un buen lugar para que el sonido de Giant Sound echara raíces y floreciera?
Lo que sucedió es que mi casa en Pensylvania, donde vivía desde principios de la década de 1970, había sido destruida por unas grandes inundaciones, lo perdí absolutamente todo. Decidí ir a visitar a mi padre, que vivía en Tucson y conecté rápidamente con todo el ambiente de Arizona, fue como un nuevo principio, partiendo de cero. Algo parecido a lo que siento aquí en Dinamarca, siento que he abierto una nueva etapa en mi vida desde que vengo a pasar unas semanas con mi familia en este maravilloso país. Durante tres años estuve viviendo en el desierto de Joshua Tree y aquello fue incluso mejor que Tucson, porque es un espacio mucho más aislado del mundo, a veces me siento agobiado en Tucson, es un pueblo demasiado grande para mí.
¿Qué te atrae del desierto?
Me gusta su locura y la desnudez del paisaje: pocas nubes en el cielo y grandes superficies de terreno inhóspito que se pierden en el horizonte. Me encanta ver más allá de lo que podría ver si viviera en otro entorno natural, como en un bosque o en las montañas. Todo tiene más sentido allá fuera, me gusta tumbarme en una roca a tomar el sol y perderme en mis pensamientos mientras mi sangre hierve. Eso por no hablar del placer que es notar tu estómago lleno de comida mexicana (risas). Enchiladas, chiles rellenos, burritos… ¡ahhh! Adoro esa comida picante.
¿Cómo es tu relación con la comunidad mexicana de Tucson?
Vivimos en el Barrio Viejo, una zona en su mayor parte habitada por gente mexicana y es algo único vivir el sentimiento de comunidad tan fuerte que hay allí. No se puede comparar con nada en todo Estados Unidos, creo que muchos deberían pasarse por aquí, convivir un tiempo con esta gente, y luego volver a su rancho y tratar de defender algunas de sus proclamas.
Debo decirte que “Hisser” es uno de los discos que has grabado que más me conmueve; hay tanto amor en ese álbum, se palpa el tremendo dolor y la confusión que viviste tras la muerte de Rainer.
La madre de mi mujer murió hace dos semanas de cáncer, ha sido otro golpe durísimo. Es por ello que estamos ahora en Dinamarca, normalmente sólo venimos en verano. Creo que cuando tu mundo cambia de forma tan drástica nadie puede decirte como vivir con ello, lo único que puedes hacer es tratar de llenar tus días con aquello que le dé sentido y ser consciente de que el tiempo es lo único que puede ayudarte a superarlo. Cuando estaba grabando “Hisser” no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, me dejaba llevar por lo que sentía en mi interior, mis emociones dictaban lo que debía escribir. A veces me levantaba en mitad de la noche y empezaba a tocar la guitarra en una suerte de estado de trance, medio excitado, medio desolado, triste y emocionado a la vez. Cuando reescucho “Chore of enchantment” puedo notar la presencia de su muerte en la grabación y eso es algo abrumador. Fue una época muy dura. Pero son estas experiencias las que nos definen como hombres: el nacimiento y la muerte, tener hijos y enfrentarte a la muerte de un ser querido. Mucho más que el lugar dónde vives, eso es algo complementario, es el sabor de la vida; lo verdaderamente esencial es eso: nacer y morir, y como te equilibras entre estos hechos irrefutables de tu existencia, como aprendes a prepararte para tu propia muerte.
Me gustaría agradecerte que ayudases a M Ward a editar su primer disco, me parece uno de los artistas más fascinantes del panorama musical actual. ¿Cómo lo conociste?
De la misma forma que con Grandaddy, otro chico que se me acercó después de uno de mis shows para darme un cd con sus canciones. Recibo un montón de cds al cabo del año, los amontono durante las giras y me gusta ir escuchándolos mientras viajo de aquí para allá. Es interesante saber qué hacen estos chavales que empiezan, averiguar por donde viajan sus inquietudes. Con los cedés de Grandaddy y M Ward me vi asolado por esa misma sensación indescriptible, la de estar escuchando algo agradable, familiar y que al mismo tiempo te inspira, una recarga de energía positiva que me hizo sentir mejor después de ponerlos en mi discman. Y pensé que tenía en mis manos algo valioso, un pequeño tesoro que debía mostrar a la gente. Aunque debo confesar que el azar jugó también su parte en ambos casos. Cuando voy de gira en solitario, llevo el equipaje justo para el viaje y no puedo sobrecargarme con tanto material, con lo que algunos cedés debo dejarlos para poder seguir mi viaje. Hay una selección natural, una especie de lotería, que hace que algunos afortunados me acompañen durante todo el periplo. La cantidad de discos es abrumadora, con lo que a veces rezo, de forma egoísta, para que no sean grabaciones muy largas (risas). Pero cuando doy con algo que me emociona, eso tiene un valor incalculable, me hace sentir privilegiado. De hecho, yo empecé de la misma manera, dándole una cinta a alguien para que la escuchara. Eran los días de The Band of Blackie Ranchette, hace mucho, mucho tiempo (risas).
Tu carrera se ha caracterizado por una compleja relación con la industria discográfica, con constantes cambios de sello y desavenencias. ¿Cómo te van las cosas ahora con Thrill Jockey?
Ojalá hubiese existido hace 15 o 20 años. Si en 1986 la gente de Thrill Jockey hubiese escuchado a Giant Sand seguro que habrían apostado por nosotros, porque es un sello muy cohesionado y profesional. He trabajado con múltiples sellos a lo largo de mi vida y, aunque por lo general lo han hecho bien, lo cierto es que a duras penas podían sobrevivir, era una lucha titánica la que tenían que hacer para poder defender nuestro disco de turno en condiciones. Thrill Jockey es un buen hogar y tengo unos vecinos extraordinarios, en su catálogo hay artistas fascinantes. Mi histórico problema con la industria musical es equiparable a la decepción que experimentamos cuando vemos quien gobierna nuestro país: puedes llegar a pensar que tu inspiración y tus esperanzas están en sintonía con los deseos de tu sello, pero luego te das cuenta de que eso es imposible, es esperar demasiado de ellos. Pero con Thrill Jockey noto mucho más su pasión por la música que con ningún otro sello con el que haya trabajado y eso ya es mucho.
Fue bastante irónico que el sello V2 decidiera prescindir de vosotros cuando acababais de entregarles el disco que, a la postre, os ha abierto las puertas a una audiencia, “Chore of enchantment”, uno de los más elogiados de vuestra trayectoria. ¿Cómo recuerdas ese último capítulo de tus desavenencias con la industria?
Bueno, de hecho fue algo parecido a cuando alguien me pasa un cd de su maqueta en un concierto. Puede que haya excelentes artistas allí, como ocurrió con M Ward o Grandaddy; pero puede que jamás llegue a escuchar su cd o puede que pese a escucharlo y gustarme, no sepa que hacer con él. Quiero decir que de los centenares de discos que recibo al cabo del año, sólo he podido dar a conocer a través de mi pequeño sello a dos de sus autores, por lo que existe un montón de artistas seguramente dotados que, por caprichos del destino, siguen deambulando por el mundo esperando a que alguien les dé una oportunidad. De todos modos, debes tener fe en que las cosas acaban sucediendo de la forma que deben suceder, no creo que debas forzar las cosas. Yo creía en la mujer que nos firmó para V2, porque era la misma persona que lo había hecho seis años atrás para Imago, cuando sacamos “Glum”. Al principio, las cosas pintaban muy bien, nos dejaron libertad total y logramos que también ficharan a Grandaddy, pero una serie de factores afectaron tremendamente a la grabación y entrega del disco. Primero, como ya he dicho, Rainer murió y no tenía fuerzas ni ánimo para trabajar; además, Joey utilizó ese tiempo para trabajar en Calexico y, por primera vez desde que estaba con él y John, no les tenía a mi lado cuando les necesitaba. Era muy doloroso estar pasando por todo aquello, tratar de sacar adelante un disco para un sello grande pese al dolor por la pérdida de un amigo y ver que tu banda no está allí para trabajar cuando la mente se despeja y las ideas empiezan a fluir. Sólo les tuve a mi lado muy al principio de la grabación, entre finales de 1997 y principios de 1998. Fue entonces cuando se produjo el distanciamiento y la ruptura, porque la banda ya no era la misma con la que todos solíamos disfrutar tocando, el sentimiento de hermandad había desaparecido.
En esta ruptura, ¿jugó Joey un papel más determinante que John?
John y yo seguimos siendo amigos, pero a Joey no le veo desde entonces. Cuando era joven era un chaval más dulce y hambriento de conocimiento, pero a medida que se hacía mayor veías como se iba volviendo proteccionista y reservado. El problema es que John estaba también en los dos grupos y eso empezó a tensar las relaciones, porque prefirió estar en Calexico, ya que empezaban a ser reconocidos por la prensa y el público y era algo mucho más apetitoso que quedarse amarrados a un proyecto a la deriva como era Giant Sand en ese momento. Fue un periodo muy difícil durante el que la grabación de “Chore of enchantment” se encalló, pero cuando finalmente lo tenía acabado, V2 pasaba por una fase de despidos fulminantes, tanto de grupos como de empleados, porque estaban perdiendo dinero. Llegó un nuevo presidente a la compañía a quien, al contrario que su antecesor, no le gustaba el disco, decía que sonábamos demasiado “indie” y frenó su edición. Curiosamente, cuando finalmente salió al mercado fue recibido como nuestro álbum más accesible. Pero la ironía más grande fue que una de las canciones del disco acabó en un anuncio, los chicos de Thrill Jockey lograron que un extracto de “Shiver” sonara en un anuncio de Coca-Cola; pasamos de ser demasiado “indie” a demasiado comerciales en menos de un año (risas).
¿Cómo ha sido grabar “It’s all over… the map” sin Joey ni John?
Muy divertido, hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien grabando. Hasta mediados de los noventa las cosas funcionaban de maravilla con Joey y John, pero hacia 1994 o 95 el ambiente se empezó a enrarecer y nada fue igual, la relación se empezó a deteriorar. Cuando Rainer se puso enfermo y yo empecé a pasar más tiempo con él que con el grupo, Joey lo aprovechó para concentrarse en Calexico y eso, unido a su éxito, acabó provocando la disolución del grupo. Llevaba tanto tiempo tratando de sobrellevar todo este mal rollo interno, preguntándome cuando acabaría todo y podría volver a sentirme en sintonía con otros músicos, que puedo afirmarte que este último disco ha sido una liberación para mi. Grabar con esta gente ha sido un soplo de aire fresco y eso es algo que se nota en los conciertos, hacía muchos años que Giant Sand no sonaban con tanta energía sobre un escenario. El problema con Joey y John es que se sentían decepcionados con el grupo, tenían otros deseos, nuevos proyectos en su cabeza, y eso hacía que no me pudiesen dar toda esa energía que me había cautivado en ellos al principio, esa magia que puedes escuchar en nuestros discos de principios de los noventa. Pero esas cosas pasan, la vida es así. Nada comparado con traer un hijo al mundo o perder a un amigo, eso está claro.
Es increíble constatar la cantidad de material que has editado en los últimos años, desde tus discos en solitario, los bootlegs oficiales de Giant Sand, el disco de The Blacky Ranchette… ¿Tienes miedo a que te sobrevenga un bloqueo creativo o es que estás viviendo un periodo de hiperactividad, de necesidad imperiosa de componer?
Durante el tiempo que estuve al lado de Rainer, las ideas se amontonaban en mi cabeza pero no tenía nadie a mi lado para trabajarlas; bocetos de canciones se iban construyendo en mi interior, así que cuando supe como elaborarlas por mi cuenta o cuando encontré los músicos adecuadas para hacerlas salir de mí, no pude parar. A finales del pasado enero terminé el que será mi nuevo disco y que saldrá el próximo otoño. Es un disco sencillo, grabado en Canadá, con la ayuda de un coro de gospel, algo muy hermoso.
¿Cuán importante ha sido Internet para un grupo como Giant Sand? A través de http://www.giantsand.com vuestros seguidores pueden hacerse con discos difíciles de encontrar, amén de lanzamientos exclusivos.
Tras el despido de V2, me encontré ante una situación nueva y extraña. Un día llegó a mi casa un enorme paquete en el interior del cual había unas 500 copias promocionales de “Chore of enchantment”. Al parecer, antes de que frenaran su edición, alguien tuvo a bien prensar esos promos y hacérmelos llegar para que al menos tuviese algo con lo que ir a llamar a otras puertas. Pensé que podía venderlas por Internet, para que los seguidores pudiesen dar su opinión sobre el resultado, ver qué tal era el “feedback” con la gente que se había quedado sin poder disfrutar del disco. Hasta aquel momento no tenía ni idea de si el disco iba a ser aceptado, pensaba que quizá apestaba y por eso nos habían echado. Fueron unas semanas muy excitantes las que siguieron al envío de los promos, esperando la respuesta de la gente a través del foro de nuestra página. Cuando empezaron a llegar esos comentarios tan positivos, pensamos que quizá el disco no era tan malo al fin y al cabo (risas), que debíamos mirar de autoeditarlo. Eso nos llevó a contactar con Thrill Jockey y el resto es historia… Internet nos permite estar en contacto continuo con nuestros fans y eso es algo que antes era imposible.
He leído que Bill Carter está trabajando en un documental sobre Giant Sand. ¿No te sientes incómodo cuando una cámara se adentra en tu mundo más privado o íntimo?
Lo cierto es que no sé comportarme con naturalidad cuando tengo una cámara cerca, siempre me siento como si fuera otra persona, como si estuviese actuando. Le di el ok al proyecto, pero es algo que me aburre bastante; espero que al menos no deprima a la gente (risas), si logra darle un tono humorístico estará bien, porque este tipo de documentales tienen que ser entretenidos hasta para aquellos que desconocen al grupo protagonista.
¿Cuáles serían los tres momentos clave de tu carrera artística?
El primero sería cuando conocí a Rainer en 1976, el segundo conocer a John en 1988 y el tercero, seguramente, dar con Kate Hyman en 1993, porque ella fue quien nos fichó para Imago y V2. Debo añadir que Bettina Richards, de Thrill Jockey, es otra persona importante en mi carrera, la conocí durante los ochenta pero no trabajé con ella hasta el año 2000. Conocer a John fue divertido porque nunca me había sentido tan libre, una “two-piece band” maravillosa porque él era un chico abierto, con ganas de experimentar, y eso hacía que la música nos llevara a sitios nuevos y fascinantes cada vez que tocábamos juntos. Rainer se convirtió en mi hermano mayor, poseía tantas cosas que necesitaba y que jamás habría descubierto de no ser por él.
Gracias por todo, Howe, ha sido un placer.
Nos vemos en marzo en Barcelona. Adiós.
http://www.myspace.com/howegelb
http://www.myspace.com/giantsand
Texto: Roger Estrada
Publicado en Mofo! (número 2, 2005)