GREG DULLI. Cuando la madrugada se menea en un vaso de scotch

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De Paul Westerberg a Barry White, toda una vida jodido por / jodiendo con las mujeres. Greg Dulli es al rock lo que Al Pacino al celuloide: un gigante de la interpretación. Desbocado, visceral, apasionado, violento, romántico, embaucador, cabrón, expeditivo… no hay termino medio en él, la vida se interpreta como se vive, en perpetuo estado de tensión emocional. El día que Dulli y Abel Ferrara trabajen juntos se puede armar la de Dios. El Dulli niño / adolescente vivió bajo el influjo de un catolicismo que le proporcionó un ingente caudal de imaginería harto sugestiva para cuando empezó a desarrollar su vena artística.

Su periodo como monaguillo parecía encaminarle hacia la salvación en el más allá, pero le venció – o se dejó vencer- por la TENTACIÓN. Así, en mayúsculas, englobando todos los pequeños pecados que, dicen, le conducen a uno hacia el infierno. La primera tentación, como no, fue ella. O ellas, las mujeres. Que no podemos vivir ni con ellas ni sin ellas es algo que todos los hombres sabemos, pero raramente nos lo han cantado en un disco con la franqueza que lo hace Dulli en “Gentlemen” (1994), el álbum que consagró a Afghan Whigs –Dulli, John Curley, Steve Earle y Rick McCollum; Hamilton, Ohio, 1986- como una de las grandes bandas estadounidenses de los noventa. Aceptando la mierda propia que solemos tapar, él no duda en mostrar su condición de ser humano emocionalmente voluble que reacciona a impulsos cuando las cosas de pareja no funcionan bien, cuando es incapaz de responder a las demandas de su amante. “Porque ella quiere amor / pero yo sigo queriendo follar”, canta sin vergüenza en “Be sweet” y todos entendemos de qué está hablando este Morrissey embutido en la piel de Gainsbourg.

Suerte de obra conceptual en torno a las complejidades de las relaciones de pareja, “Gentlemen” presenta una realidad que actúa cual espiral infinita que atrapa al hombre para su sufrimiento / disfrute, mostrando lo volátil de su carácter al pasar del deseo de romper con una relación (“If I were going”) a la necesidad de volver a ella (“I keep coming back”), por mucho que sea consciente de su condición de preso del amor –o del sexo- (“What jail is like”). Especialmente reveladora, “My curse” juega endiabladamente con el rol que ejerce la mujer dentro de esta dorada jaula que encierra a Dulli al dejar que sea Marcy Mays (del grupo Scrawl) quien cante las verdades del otro 50% de toda relación. Dulli podrá ser un cabrón obsesivo, pero parece que ella acepta el juego hasta sus últimas consecuencias: “Me has hecho daño, cariño / Me acobardo cuando lo haces / Tus besos me flagelan / Hisopo en tu perfume / Oh, no te temo / Y esclava es una palabra que sólo utilizo para describir el sentimiento especial que tengo hacia ti / Tu te pareces a mi / Y yo no me parezco a ninguna otra / No necesitamos a nadie más / Mientras nos tengamos el uno al otro”.

Cogida como obra central, como eje alrededor del que gira la discografía de Afghan Whigs, “Gentlemen” ayuda a mirar hacia delante y hacia atrás, a ver cómo se fue gestando el discurso musical y narrativo de la banda y qué consecuencias trajo consigo este exorcismo público en los posteriores trabajos de Dulli, con y sin Afghan Whigs. El autoeditado “Big Top Halloween” (1988) lleva años descatalogado y el grupo siempre se ha mostrado reacio a hablar de él, aunque una pirateada escucha indica que, pese a sus limitaciones, el disco ya apuntaba tímidamente las directrices temáticas de su cancionero posterior. Con todo, una copia del disco llegó a los despachos de Sub Pop, sello que se animó a fichar a la primera banda no perteneciente al circuito del noroeste que iba a grabar para ellos. Sin duda, “Up in it” fue el primer indicativo serio de su potencial como grupo. Grabado por Jack Endino en septiembre de 1989, el disco ya mostraba a un Dulli con ganas de contar la verdad de sus propias miserias. Pero, ojo, no existen ni el arrepentimiento ni la petición de clemencia; ésta es su verdad, ámalo u ódialo: “Con tus lloros puedo decirte / que tu dolor me sienta bien / Tuerce tu cabeza para que pueda observar / cómo vienes y te arrastras hacia el interior de mi enfermedad / Soy odiado / con franqueza / nunca supe por que / ahora me gusta”.

Musicalmente, “Up in it” exponía sus deudas tanto con Replacements como con el emergente sonido “grunge” –Mudhoney acababan de grabar su influyente disco homónimo-, con unas guitarras de desgarrado acento noise y una sección rítmica espoleando al desbocado Dulli a base de azotes post-punk (“White trash”). “Congregation” (92) marcó un punto de inflexión en su carrera al abrazar decididamente el R&B, ahondando en la negrura de sus melodías, ya fuera por la vía de una musculosa guitarra de aires funky como en “Turn on the water” o a través del recogimiento soul que se respira en “Let me lie to you”. Sombría y perversa antesala de lo que estallaría a continuación en “Gentlemen”, su segundo disco para Sub Pop constituye su primera obra maestra, término este sujeto a todos los debates que uno quiera, inapelable cuando uno reconoce que fue aquí cuando Afghan Whigs empezaron a crear un sonido propio, sin réplica posible en esa década mal llamada alternativa. Para muestra, otro botón, el EP “Uptown avondale” editado a continuación, en el que rindieron tributo a Fred Payne (“Band Of Gold”), Percy Sledge (“True Love Travels On A Gravel Road”), Supremes (“Come see about me”) y Al Green (“Beware”).

Tras el callejón sin salida que parecía intuirse en “Gentlemen” – al que acompañó el excelente EP “What jail is like” con nuevas reverencias hacia Percy Sledge (“The dark end of the street) y Supremes (“My world is empty without you”)-, “Black love” (96) emergió cual banda sonora del renacimiento como hombre de Dulli. “’Black Love’ era yo tratando de despertar de una pesadilla”, confesaría años más tarde. Harto de ser una marioneta a merced de la voluntad de otro ser humano, aquí narra como ha logrado huir de sus propios fantasmas emocionales, como ha vuelto a creer en él mismo y a afrontar las relaciones de pareja sin esa enfermiza necesidad de pegarse a las mujeres que sacaban lo peor de sí mismo.

En boca de los personajes que construye para dar forma a un disco que se desarrolla en ambientes de cine negro y pulp fiction, Dulli no deja, sin embargo, de hablar de sí mismo. Quizá no lo haga de forma no tan epatante como en “Gentlemen”, pero puede que la construcción de un “escenario” en el que desarrollar sus historias fuera el punto de partida para poder verse a sí mismo con una distancia mucho menos dolorosa que antaño. Es curioso observar como el “nuevo” Dulli bascula entre la actitud desafiante y vengativa de “Honky’s ladder” (“Te tengo donde quiero, hijoputa …. No creo una palabra de lo que dices / Así que resérvate para otro, hermano / Y traga tiempo para pagármelas”) y el hombre dubitativo y necesitado de redención de “Night by candlelight” (“¿Soy vanidoso? / ¿Tengo vergüenza? / ¿Son mis pensamientos los de un hombre que puede llamarse a sí mismo sano?”).

La riqueza musical que rezuma “Black love”, con un sonido robusto y saludablemente sudoroso –especialmente sobrecogedor en “Summer’s kiss”, acaso el tema que mejor expone la grandeza de Afghan Whigs en sus distintas encarnaciones y sus recovecos instrumentales-, nos preparó física y emocionalmente para recibir “1965” (98), quizá el disco de su discografía que más y mejor gana en cada sucesiva escucha. La escasa repercusión comercial de “Black Love” había sumido al grupo en un estado de decepción y desengaño, lo que propició su ruptura con Elektra y abrió un periodo de inactividad agravado por el hecho de que cada miembro del grupo vivía en una ciudad distinta. Pero, a pesar de todo, no estaban dispuestos a dar su brazo a torcer, morirían matando.

Nada mejor para ello que trasladarse a Nueva Orleans y dejarse impregnar por el hechizo de sus largas noches regadas con todos los vicios imaginables. Exultante y festivo, “1965” es el disco más decididamente “pop” de su carrera, pues invita al baile y al éxtasis como ningún otro, agitando rock, funk y soul para vertebrar subidones “bigger than life” como “Somethin’ Hot”, o “John The Baptist”. Suena lascivo a rabiar, abriéndonos las puertas a un festín interminable de sexo y drogas endiabladamente seductor: “Acércate, acércate / acércate conejito / Enséñame dónde lo tienes / porque sé que tienes un hábito” (“66”); “… Me lanzó un beso y me dijo / Sé que sabes / que te mueres por ello / Yo también lo quiero, así que fíjate bien / Porque cuando haga lo que voy a hacerte / Asegúrate de recordar mi nombre… (“Neglekted”). No ha lugar para el descanso aquí (“No duermo porque el sueño es el primo de la muerte / Al menos eso es lo que dice Nas…”, canta en “Omertá”), la sensación de libertad fomenta las ganas de vivir al máximo las horas, disfrutar de la experiencia y dejar atrás los tormentos del pasado (“Nena, desátame ahora / Estoy listo para salir de aquí / Salir de aquí y pasarlo bien / Nena, lloras demasiado / Estoy cansado de ese sonido / Eres una nenaza”, exclama en “Uptown again”… Grabado en los estudios de Daniel Lanois y con colaboración de lujo de Alex Chilton en “Crazy”, “1965” fue el glorioso epitafio a una carrera infravalorada históricamente como pocas, pero de ningún modo el punto y final para un Dulli exultante y con ganas de seguir exprimiendo su nuevo estado de ánimo.

El germen de Twilight Singers, su proyecto actual, hay que ir a buscarlo a los meses previos a la grabación de “1965”. Antes de firmar con Columbia para el que iba a ser el último disco de Afghan Whigs, Dulli había estado trabajando con Harold Chichester (de los maravillosos y afines Howlin’ Maggie), Shawn Smith (Brad), Barrett Martin (Screaming Trees) y distintos músicos de la escena local de Nueva Orleans en un disco conceptual entorno a cómo operan las fuerzas del amor y la muerte, con referencias religiosas y letras de lo más explícitas. El trabajo resultante cobró un inesperado giro electro-dance al retomar Dulli el proyecto tras la separación de los Whigs. Así, “Twilight as Played By the Twilight Singers” (2000) son dos discos en uno, con las piezas resultantes de su colaboración con el dúo inglés Fila Brazilli (formado por los productores Steve Cobby y Dave McSherrya) tratando de acomodarse en un contexto más folk pop (ejemplificado en la deliciosa abertura de “That’s how the birds sing”).

El disco fue recibido con cierta frialdad por fans y crítica, pero por suerte “Blackberry belle” (03) puso las cosas en su sitio y confirmó aquello de que “quien tuvo retuvo”. Grabado entre Los Ángeles, Memphis y Nueva Orleans sin una discográfica que apoyara el proyecto, su segundo disco bajo el nombre de The Twilight Singers es toda una demostración de fuerza, un disco marcado por la muerte de un amigo que elude forzar el dramatismo para conjugar una visión de la perra vida que se reconoce amarga pero no pesimista. Las cartas boca arriba, vamos a ganarle la partida a la fatalidad. “Coge la bici / demos una vuelta / si estás en peligro te seguiré allá donde vayas” susurra con profundidad en “Follow you down”.

Respaldado por más de una veintena de músicos -con intervenciones destacadas de Alvin Young Heart y Mark Lanegan, que canta en “Number nine”-, Dulli dio una arriesgada vuelta de tuerca al sonido explorado por Afghan Whigs en sus dos últimas entregas, al utilizar el “sonido negro” para un discurso mucho menos rockero de lo previsto, un trabajo orgánico que sabe sacarle jugo a las pinceladas electrónicas sin perder esa capacidad para conmover que caracteriza a sus composiciones. Una hermosa e intensa obra mayor. Su última entrega, “She loves you” (04) es otra vuelta de tuerca en su afán por demostrar que hay vida más allá de los Whigs, en este caso a través de versiones (una de las debilidades de los de Cincinnatti) que, en ocasiones, escapan a lo que podía esperarse de él. Pero Dulli y los suyos se las apañan de forma abrumadora para llevar a su terreno piezas de Björk, Skip James, Marvin Gaye, Mary J. Blidge o John Coltrane. Dulli está en plena forma, su capacidad para sorprendernos y cautivarnos parece no conocer límites. Acaba de grabar un disco junto a Mark Lanegan bajo el nombre de The Gutter Twins… Hay ya ganas de dejarse arrastrar por esta nueva aventura.

http://www.thetwilightsingers.com/

Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (febrero 2005) acompañando a la fantástica entrevista que mi amigo Andreu Cunill le hizo a Greg Dulli. Podéis leerla en su blog, Andy a la tinta.

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