WOODEN SHJIPS. Traspasando el punto de no retorno

Foto: Sanae Yamada Manchester

Localizo a Dusty Jermier en movimiento. El bajista y trompetista del cuarteto californiano responde al teléfono subido en la furgoneta que conduce a Wooden Shjips a su próximo concierto en Rouen, al norte de Francia. Lo desconozco cuando rompo el hielo preguntándole por West (Thrill Jockey / Popstock!), el tercer álbum en estudio de los de San Francisco, pero a lo largo de la media hora que conversaré con él la idea del viaje como fuente de conocimiento y enriquecimiento personal será el motor de nuestra charla. Porque hay mucho de aventura, de riesgo y atrevimiento tanto en su historia como en la del grupo al que se unió cuando el cabecilla Erik “Ripley” Johnson (también al frente de los paranormales Moon Duo) le invitó a dejar un anterior proyecto de rock experimental sesudo para lanzarse hacia lo desconocido junto a Omar Ashanuddin (batería) y a Nash Whalen (órgano). Aceptó el reto y lo que nació como un grupo retraído, incapaz en sus inicios de dar conciertos por timidez (¿!), ha ido evolucionando con paso firme y sin ataduras hacia dar con los Wooden Shjips de West, sin duda el trabajo más rotundo de su trayectoria. Con la ayuda de un productor externo y con Sonic Boom encargándose del máster final, las señas de identidad de los de Frisco (espirales de fuzz, sección rítmica implacable y monocorde, ruidismo pantanoso, blues psicodélico para danzar en trance) supuran por los altavoces de tu equipo hasta anegar el habitáculo donde hayas decidido pincharlo para sumergirte en un viaje sónico que marca el punto de no retorno desde el momento en que clavas la aguja en el vinilo.

¿Cuáles fueron los rasgos distintivos que diferenciaron la grabación de West de vuestros anteriores trabajos?
Un cambio significativo fue contar por primera vez con un ingeniero de sonido, Phil Manley, lo que nos permitió olvidarnos de cómo estaba sonando todo y focalizar nuestra atención en la música en sí. En este sentido, el hecho de grabar, también por primera vez, en un estudio profesional y no en nuestro local de ensayo también es algo que acabó beneficiando al sonido del disco. Creo que si West suena más compacto o definido es gracias a estos dos factores.

¿Cómo y por qué decidisteis plantear el disco como una especie de oda a la costa oeste, a su mitología y a esa idea romántica que mucha gente tiene de ella?
Es difícil responder a esta pregunta, pues fue Ripley quien se encargó de darle cierta unidad temática, casi conceptual a todas las canciones. Lo cierto es que la idea de hilvanar cierta visión romántica sobre la Costa Oeste a lo largo del disco no fue algo premeditado, no fue algo que tuviera en mente antes de entrar en el local de ensayo para trabajar en los temas. Fue conforme íbamos avanzando en el proceso que a él se le ocurrió plasmar su visión o su idea de el oeste mitificado. Pero como te decía, se me hace algo complicado opinar sobre esta cuestión; yo nací cerca de Mississippi, soy como quien dice un recién llegado a San Francisco y si algo he aprendido desde que vivo allí es que casi todo el mundo es de fuera (risas). Ya me entiendes, mucha de la gente que vive en San Francisco llegó buscando nuevas experiencias, un cambio de rumbo en su vida, nuevos aires; eso se respira en sus calles y cuando uno llega nuevo a la ciudad se siente arropado por la hospitalidad de sus vecinos, personas que creen en la libertad de expresión y acción, que raramente juzgan o prejuzgan al recién llegado.

Así pues, ¿siempre te has sentido acogido o integrado en la comunidad? Suena algo hippy, lo sé…
¿Quieres que te diga la verdad? Soy un tipo bastante solitario, prefiero perderme viajando por la zona, pasarme horas contemplando el paisaje sin otra compañía que mis propios pensamientos. Muy sociable, ¿eh? (risas).

Ya sabes lo que dicen, mejor solo que mal acompañado. ¿Cuál ha sido el último viaje en solitario que has hecho?
Hace mucho ya, demasiado tiempo. He hecho algún que otro viaje acompañado, pero desde que me metí en el grupo no he tenido oportunidad de alejarme de todo y perderme por allí. El último viaje a solas que hice fue en el año 2000, cuando me subí a mi moto y bajé hasta Arizona para luego recorrer Nuevo México, Nevada y California. No hice muchas paradas, me gusta disfrutar del paisaje del desierto y de las montañas subido en mi moto.

¿Qué sensaciones se experimentan al estar a solas con el mundo en movimiento?
Hay algo de hipnótico en ello. Si quieres puedes fijar tu mirada en un punto lejano del paisaje y ver cómo se va acercando lentamente, pero también puedes dejarte cegar por el sol o marearte siguiendo con la mirada las hileras de árboles que hay a ambos lados de la carretera. No suena muy prudente, ¿verdad?

Hombre, si estamos hablando ahora será porque tu ángel de la guarda hace horas extra. Pero entiendo lo que dices, el viaje es como un mantra visual que te nubla los sentidos, ¿no?
¡Exacto! Y al hablarlo contigo me doy cuenta de cómo lo hecho de menos, maldita sea. Con el grupo viajo con más frecuencia, claro, pero no es lo mismo, nunca consigues abstraerte del todo. Es una rutina que raramente depara sorpresas. No me quejo, disfruto tocando y conociendo gente, pero creo que uno de esos viajes en solitario no me iría del todo mal ahora mismo.

¿Qué es lo que menos te gusta de la vida en la carretera?
Que no puedas quedarte un poco más en cada sitio. Es algo imposible, lo sé, pero ponte en mi situación: después de un viaje de cinco horas metido en una furgoneta, cuando por fin llegas a…. no sé, pongamos a Rouen, donde tocamos esta noche. Llegas, haces la prueba de sonido, quizá una entrevista, cenas, tocas, unas cervezas, a dormir y ¡adiós Rouen! No me quejo, ir de gira es como estar de vacaciones, pero sería genial que los promotores nos dieran un día extra en cada ciudad (risas).

Y cuando no estás de gira, de vacaciones, ¿cómo te ganas la vida?
Diseño estudios de grabación. Trabajo como ingeniero desde 1997, aunque he tenido épocas más y menos activas. De hecho, en 1999 lo dejé para irme a otro largo viaje en moto. Recorrí todo Estados Unidos; viajé al norte hasta la frontera con Canadá y una vez allí la recorrí toda hasta llegar a la costa este. Y sin tomar una carretera principal hasta que llegamos a Nueva York.

¿Llegamos?
Sí, ese viaje lo hice con mi novia. Pero al cabo de dos meses ella tuvo que volver al trabajo, así que seguí un mes más a solas (risas). En total hice cerca de 23.000 kilómetros.

¿Cuál es tu zona favorita de Estados Unidos?
El suroeste. Me atrapó especialmente Santa Fe, sus gentes y sus edificios, esa mezcla fronteriza de lo americano con lo español, con lo latino. Guardo muy buenos recuerdos de los días que pasé allí.

Volvamos a la música. ¿Cómo conociste a Erik y qué te empujó a emprender el viaje de Wooden Shjips con él?
Conozco a Erik y Omar desde hace muchos años; a Nash desde hace menos, pero también de antes de formar el grupo. Cuando Erik me ofreció unirme a su nuevo proyecto yo andaba metido en un rollo experimental y complicado, un grupo de math rock si quieres llamarlo así. Eso sí, me sorprendió que Erik me invitara a tocar el saxofón con él. Le dije: “Erik, ¡no tengo ni idea de tocar el saxofón!”; a lo que contestó “¡Pero yo quiero un saxofonista!”. Delirante. Luego entendí que lo que él quería era a alguien inexperto, alguien que se aventurara en ese instrumento sin ideas preconcebidas y que se dejara llevar. Al cabo de un año tocando me habló de ese otro proyecto para el que quería que tocara el bajo, un instrumento que sí dominaba (risas). El contraste fue brutal; pasé de las filigranas complicadísimas de mi anterior grupo a tocar la misma nota una y otra vez en Wooden Shjips. Así estuvimos casi dos años.

Cimentando el sonido Wooden Shjips…
Sí. Grabamos varios singles y empezamos a notar cierto interés, pero seguíamos sin dar conciertos porque pese a tener todos una dilatada experiencia nos daba como vergüenza mostrar lo que andábamos haciendo como en secreto. Pero claro, llegó el día que nos ofrecieron actuar junto a Howlin Rain y Oranger de teloneros de Roky Erickson y, claro, no nos podíamos negar a eso. Fue en el Noise Pop de San Francisco, el año 2007. Estábamos aterrados por debutar ante tanta gente, así que hicimos lo que pudimos esa noche y montamos otro show al cabo de pocos días en un local más pequeño para poder volver a debutar sin tanta presión.

Desde esa primera noche hasta hoy, ¿cómo valoras la trayectoria de Wooden Shjips? Desde el punto de vista musical pero también en lo referente a cómo han evolucionado las relaciones entre los distintos miembros del grupo.
En lo musical me alegra constatar que hemos sabido mantener las cosas a un nivel bastante simple, aunque en West hay un tema donde nos hemos atrevido a romper esa simplicidad, Lazy Bones. Por otro lado, y a nivel personal, con este grupo es la primera vez que he lidiado con el negocio musical, algo que desconocía por completo. En mis proyectos anteriores siempre nos dábamos de bruces con el rechazo de las discográficas, así que cuando por fin me prestaron atención con Wooden Shjips fue una mezcla extraña de sensaciones: alegría y temor. Los vericuetos legales prefiero que los supervise otro miembro del grupo; aunque sé que son importantes porque me permiten hacer lo que me gusta, no quiero que me distraigan o me agobien, porque nunca me metí en esto de la música para hacerme rico, firmar cláusulas o tener que perseguir a un agente.

www.woodenshjips.com

Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (Diciembre 2011)

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