Meat Puppets son leyenda (de culto) del rock estadounidense. Los hermanos Kurt y Cris Kirkwood, con su personalísima mezcolanza de punk irredento, rock desvencijado y alucinógeno sonido americana, se hicieron un hueco en la escena alternativa yanqui de principios de los ochenta. Influyentes para bandas de distintas generaciones (Dinosaur Jr., Melvins, Soundgarden o Animal Collective), sin duda fue la admiración que hacia ellos profesaron desde sus inicios Nirvana lo que mayor exposición mediática, y efímero y tardío reconocimiento, les granjeó. Su participación en el clásico epitafio de los de Seattle, MTV Unplugged in NY (1994), en el que interpretaron tres cortes de su disco Meat Puppets III junto a Cobain, Novoselic y Grohl, fue al mismo tiempo bendición y condena, pues la banda vivió al unísono el éxito comercial y los peligros que éste conlleva. Supervivientes capaces de aferrarse a los vínculos de sangre para sobreponerse a los tiempos de oscuridad, los hermanos Kirkwood siguen dando lecciones de vida y rock en estudio y en directo treinta años después. To hell and back, too high to die.
Sorprende que con una trayectoria de casi treinta años a vuestras espaldas, con giras por Europa incluidas, esta sea vuestra primera visita a España.
He llegado a mitificar este país. Estuve de paso por Valencia cuando era un adolescente durante un viaje que hice por Europa en furgoneta con un amigo. Han pasado muchos años, pero apenas llevo cuatro horas en suelo español y ya presiento que estos van a ser días para recordar. Lo mejor de estar en una banda es salir de gira, viajar a otros países, conocer a gente nueva y empaparse de lo que el mundo tiene que ofrecerte. Nosotros no solemos ensayar mucho, vivimos en ciudades distintas y eso no facilita las cosas; pero Chris y yo llevamos tantos años tocando juntos que cuando nos juntamos con Shandon todo fluye como antaño. Y me gusta pensar que cuando subimos al escenario la gente nota esa complicidad y conecta con nuestra manera de vivir y sentir la música; es algo que a mí me gusta percibir como espectador y espero que nuestros fans españoles así lo perciban también en esta nuestra primera gira.
Desde vuestro regreso en 2006, tras un periodo de inactividad provocado por los problemas de Cris con las drogas, habéis mantenido un nivel de producción admirable y sólido, con disco cada dos años y respaldo de la crítica. ¿Fue fácil volver a empezar tras la debacle interna?
Nunca dejé de escribir, grabé un disco con Eyes Adrift –junto a Krist Novoselic de Nirvana, nda–, otro con Volcano y uno en solitario, Snow, meses antes de reunirme de nuevo con Cris. Él tenía que hacer su proceso, volver a estar física y mentalmente bien antes de plantearse regresar a la música; pero lo cierto es que nunca nos separamos como banda, solo nos tomamos un más que necesario descanso. Era evidente que algún día volveríamos a tocar juntos, ¿cómo no íbamos a hacerlo? Somos hermanos, nos unen unos lazos mucho más fuertes de los que puedes hallar en otras bandas sin vínculos de sangre. Nunca desaparecieron, ni tan siquiera cuando Cris estaba en lo más profundo de su adicción y yo a miles de kilómetros de él.
Ahora esos lazos quizá sean más estrechos que nunca, con tu hijo Elmo tocando la guitarra con vosotros.
Nada une más a una banda que la amistad; si tocas con un amigo harás lo que sea por superar las típicas broncas internas y seguir adelante con el grupo. Me echaron de las dos primeras bandas en las que toqué porque decían que era demasiado raro, que fumaba demasiada hierba; no eran amigos míos y era evidente que teníamos aficiones distintas (risas). Shandon es un batería maravilloso y Elmo todo un autodidacta de la guitarra; ha crecido lejos de mí, con su madre, y ha recorrido su propio camino hasta que ha decidido unirse con su padre, su tío y un buen amigo para tocar, viajar y conocer mundo. Me siento muy afortunado de poder compartir esta nueva etapa de la banda y de mi vida junto a mi hijo; eso no significa que todo sea de color de rosa, a veces las discusiones son más encarnizadas por ese estrecho vínculo de sangre que antes comentábamos.
¿Qué es lo que más te enorgullece cuando echas la vista atrás y recorres estas tres décadas de trayectoria?
El hecho mismo de formar el grupo es de lo que me siento más orgulloso. Nunca imaginé que este iba a ser mi destino; durante una época quise ser guía de pesca, con 17 años me trasladé a Canadá y me formé como pescador. Fue duro, unos años que curtieron mi carácter, pero algo me decía que eso no era para mí, que esperaba algo más de la vida. Decidí que jamás volvería a hacer algo que no sintiera realmente y como siempre había sentido una fuerte atracción por la música empecé a tocar con distintas bandas. Al principio fue raro, estuve en bandas de música disco y hard-rock, bandas de versiones casi siempre. Pero cuando formamos Meat Puppets todo cobró sentido, empezamos a escribir nuestras propias canciones y ya no hubo vuelta atrás. Con todo, me cuesta considerarme un músico profesional, prefiero preservar cierta inocencia, verme todavía como un aprendiz; así consigo rebajar el ego y creerme que he alcanzado el magisterio musical, algo que suele suceder cuando has probado las engañosas mieles del éxito y la adulación.
Hace unos meses se publicó Too High to Die: Meet the Meat Puppets, la biografía escrita por Greg Prato. ¿Qué sentiste al leerla?
Greg me entrevistó en distintas ocasiones, le dimos acceso total y libertad para narrar nuestra historia sin censuras; la verdad está ahí, no nos avergonzamos de nada de lo hecho o dicho. Sabíamos de la admiración que en su día nos profesaron bandas amigas como Nirvana o Soundgarden y músicos como Peter Buck de R.E.M., pero siempre es agradable descubrir que gente como Buzz Osborne –The Melvins– o Scott Asheton –The Stooges– respeta nuestro trabajo. Supongo que me sigue sorprendiendo que un grupo tan peculiar como el nuestro consiga conectar con compañeros músicos tan dispares.
Quizá sea eso lo que os haga especiales y admirados; vuestra independencia, hacer la música que os piden corazón y entrañas, más allá de estilos o modas pasajeras.
¿No debería ser siempre así? Reconozco que en No Joke! (1995) quizá dejamos un poco aparcada esa independencia, supongo que había cierta presión por responder a las expectativas generadas en el circuito alternativo tras el éxito de Too High to Die –el disco que editaron tras su participación en el unplugged de Nirvana–. No es que reniegue del disco, pero sin duda no es el más fiel reflejo de nuestro espíritu musical aventurero; me gusta bucear en distintos géneros sin tener que emularlos descaradamente. Es decir, no me gusta especialmente el country pero soy fan de George Jones o The Louvin’ Brothers y si puede trasladar algo de su espíritu en nuestros temas, ¿por qué no intentarlo? O las armonías de The Everly Brothers, ¿hay algo más bonito en el Universo? ¿Por qué no rendirles respetuoso tributo en una de nuestras canciones?
¿De cuál de todas las portadas que has creado para Meat Puppets te sientes más orgulloso?
De la de Meat Puppets II (1983), sin duda. Es la única de nuestra trayectoria en la que usé la técnica impresionista; para el resto siempre he apostado por ilustraciones más próximas al terreno del cómic. Para serte sincero, de ese disco prefiero la portada que la música (risas). Sé que mucha gente lo considera uno de los clásicos de la banda y reconozco que las canciones eran buenas; es la manera en la que tocamos esas canciones lo que me disgusta, creo que si lo grabáramos de nuevo hoy en día sí sería un gran disco.
¿Una tienda de discos que marcara tu educación musical?
Tower Records, en Phoenix. Me pasaba la tarde rebuscando entre las cubetas de su sección de import. En Phoenix mandaban las emisoras de rock y grupos como Led Zeppelin, Lynyrd Skynyrd, Pink Floyd. Ya controlaba todo eso, necesitaba algo nuevo y excitante y en esa sección, atraído de forma especial por sus portadas, descubrí joyas que abrieron mi mente, como Octopus de Gentle Giant o, posteriormente, los discos de Cocteau Twins.
Cuando enciendes el televisor o recorres el dial y te topas con uno de los temas que interpretasteis junto a Nirvana, ¿cómo te sientes?
Se mezcla la emoción de haber vivido algo tan especial con el recuerdo de cómo estábamos nosotros durante aquella grabación, un poco atontados y abrumados porque Kurt y compañía hubieran decidido darnos ese protagonismo. Quiero decir, era como “¿en serio queréis vosotros, en lo más alto de vuestra fama, interpretar tres temas nuestros y que os acompañemos en directo?”. Pero así eran ellos y siempre les estaremos agradecidos por ese gesto. Por poder tocar con ellos y, también, por poder ser testigos, desde detrás del escenario, de una de las actuaciones más conmovedoras que yo haya presenciado jamás. Y he presenciado muchas.
¿Y algún otro show que recuerdes que te haya impactado como espectador?
Unos cuantos de George Jones. Uno de The Greatful Dead en los ochenta absolutamente increíble. Public Enemy en 1988 con RUN DMC como cabezas de cartel. O Elvin Jones en un garito no mucho más grande que éste. Inolvidable.
Texto: Roger Estrada
Fotos: Marina de Luis
Agradecimientos: Bodega El Tano (c/ Bruniquer, 30)
Entrevista publicada en Pearls For The Swine (diciembre 2012)