GREG ASHLEY. Sueños jodidamente medicinales

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La descripción más divertida que he leído sobre a qué suenan The Gris Gris, el grupo de Grez Ashley, la hallé en la web de la revista Slug: “The Gris Gris = Roky Erickson post-electroshock + Them + Marc Bolan muerto + Jeff Buckley ahogado”. Tremendo. Descubrí a esta fascinante anomalía musical gracias a Betsy Palmer, adorable responsable de prensa de varios de los grupos  In The Red y Birdman Records, quien me mandó su debut homónimo junto a Medicine Fuck Dream, el disco en solitario que había grabado Ashley antes de dar vida a The Gris Gris. Ambos trabajos me cautivan al instante, me sumergen en su espectral, lisérgica musicalidad sin que pueda hacer nada para evitarlo, por mucho que ambos exijan del oyente una escucha esforzada que, en esta ocasión, se salda con un superávit de estímulos.

Tramito entrevista con el joven iluminado y recibo el siguiente mail urgente de Betsy: “¿Sabes qué? Acabo de hablar con Greg y está en pleno viaje de setas en la cabaña de Texas donde está grabando el nuevo álbum. Ahora mismo. Creo que deberías llamarlo ahora mismo, ¡sería una gran entrevista!”. Tremendo. Desgraciadamente, leo el mail cuando el subidón ha expirado, tres días después, pero el tipo que ahora me habla desde el otro lado del hilo telefónico transmite una tranquilidad campechana, una actitud positiva y una locuacidad reposada. La conversación que sigue se produjo a principios de año, en plena grabación de un segundo trabajo, “For the Season”, que acaba de ver la luz en Birdman.

¿Cómo va la grabación del nuevo álbum?
Bien. He venido con los chicos a una casa que tienen mis padres en el corazón de Texas, con un terreno de 80 acres donde pastan vacas y caballos y donde hay una pequeña cabaña que es donde estamos trabajando los temas del nuevo disco. En San Francisco el alquiler por un local es altísimo y aquí no pagamos un dólar ni molestamos a los vecinos, porque estamos bastante aislados. Y los animales parece que conectan con nuestro “groove” (risas). Es como un regreso a mi infancia, ayer me subí a la casita que yo y un amigo nos montamos en la copa de un árbol cuando éramos críos; es un placer pasar una temporada ajeno al estrés de la gran ciudad, tocando música y en buena compañía.

Aunque editaste un par de discos con The Mirrors, lo cierto es que es ahora cuando tu talento ha empezado a ser atendido por los medios. ¿Cómo lo llevas?
El primer disco de The Mirrors lo autoeditamos en el sello del batería y el segundo a través del que tenía el dueño de una tienda de discos de Houston, así que lo cierto es que no hubo ningún tipo de promoción que nos facilitara el camino. Es muy agradable leer lo que dicen de mis canciones, llevo tanto tiempo esperándolo (risas). Además, es muy probable que Birdman reedite el debut de The Mirrors, con lo que el círculo podría estar próximo a cerrarse.

¿Cuándo escribiste las canciones de tu primer disco en solitario, Medicine Fuck Dream?
Fue hacia el final de mi historia con el grupo, cuando vivía en Texas. Empecé a grabar las canciones por mí mismo, allí donde estuviera; supongo que me sentía mejor haciéndolo por mi cuenta que con unos compañeros con los que la química se estaba evaporando. De hecho, me dije a mi mismo que no volvería a tocar en un grupo, era demasiado doloroso tan sólo pensar en una hipotética ruptura… pero, ya ves, aquí estoy de nuevo con The Gris Gris.

¿Por qué te mudaste de Houston a San Francisco y cómo fue tu aclimatación a la ciudad?
Bueno, conocí a una chica durante una gira… (risas). Se llamaba Lisa, la misma chica de la última canción del disco. Al final no resultó tan buena idea lo de mudarse de ciudad por un amor como aquél… Ése fue el motivo principal, pero también el hecho de que vivir en Texas resultaba harto deprimente y que la mayoría de mis amigos también salían corriendo de allí. Había estado antes en San Francisco tocando con The Mirrors. De hecho, la primera noche actuamos en Berkeley, en un antiguo hotel que los universitarios habían transformado en una gran comuna / casa para estudiantes, donde tú pagas el alquiler y compartes todas las actividades inherentes a la vida comunitaria. Era flipante, yo me decía “ojalá hubiese ido a la universidad”, viviendo con gente de mi edad, con grupos actuando en el comedor, buen rollo, chicas, ya sabes… Allí conocí a Lisa, por cierto. Al día siguiente, tocamos en San Francisco y al otro en Los Ángeles, que fue como el bajón después de dos días memorables, esa ciudad apesta.

¿Cómo contactaste con Birdman Records?
Un amigo mío de San Francisco nos consiguió un bolo como teloneros de Modey Lemon al que asistió Dave Katznelson, el dueño de Birdman. Le di una copia de los discos de Mirrors y de Medicine Fuck Dream y unas semanas más tardes me llamó para preguntarme si querría fichar por su sello. Por aquél entonces ya teníamos bastantes canciones completadas de Gris Gris, pero “Medicine Fuck Dream” era un disco ya acabado, con lo que se animó a editarlo. Un año más tarde The Gris Gris salía al mercado.

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¿Cómo recuerdas la grabación del disco?
Lo hicimos de forma bastante artesanal, o rudimentaria si lo prefieres. Montamos el “estudio” en el sótano de la casa de Oskar, en Oakland. Las canciones con guitarras eléctricas las grabamos en vivo allí; Oskar, Joe y yo a nuestro aire, sin la ayuda de ningún técnico o productor. Los tres temas más acústicos los sacamos Oskar y yo, a partir de una melodía sobre la que íbamos añadiendo capas de instrumentación y experimentos, todo grabado directamente en un ocho pistas. No sé cómo se debió tomar Dave todo aquello; firmamos el contrato y nos dijo que cuando quisiéramos teníamos un estudio a nuestra disposición para entrar a grabar el álbum. Le dije que preferíamos hacerlo a nuestra manera, así que al cabo de un par de días nos encerramos en ese sótano y cinco días más tarde salimos de allí con el disco grabado y una copia para Dave. Alucinó. Pero es que yo nunca he trabajado en un estudio de verdad, ni cuando estaba en The Mirrors. Aquellos discos los hicimos en casa de mis padres, con el centro de operaciones en mi habitación y amplificadores en el lavabo y el recibidor. Un trabajo casero, vamos (risas). ¿Por qué gastarnos 5000 dólares en un estudio si sabemos que odiaremos como sonará el disco? Sé que podría estar mejor grabado, que alguien podría darle un enfoque alta fidelidad, pero lo cierto es que los discos que me gustan, aquellos con los que crecí, álbumes de los 60 y de punk, suenan más frescos y emocionantes por su desnudez, su crudeza. Con el nuevo disco vamos a hacerlo igual, así que…

¿Cómo se desarrolla tu proceso creativo a la hora de componer una canción?
La música está dentro de mí, así que hay un millón de maneras de hacerla salir de allí. A veces me despierto en mi cama y antes de poner los pies en el suelo, ¡clac!, una melodía me atraviesa la mente y mi cuerpo se altera por la necesidad de ver hacia donde me llevan esas notas; cojo la guitarra y me dejo llevar, dándole le vueltas y más vueltas, tarareando posibles estrofas, garabateando notas en un papel… En ocasiones puede ser que oiga una canción y eso me lleve a jugar con su melodía, a cogerla en brazos y jugar con ella hasta dar con otra totalmente distinta; otras veces, es la letra lo primero que me sale y de allí parto hacia una melodía que encaje con el espíritu de las palabras, como si buscara el lecho perfecto para lo que quiero contar. Y las letras surgen de mi día a día, de gente a la que conozco, de cosas que leo o que me pasan; a veces me agarro a una idea, a un concepto, y empiezo a dar vueltas a su alrededor, expandiéndolo para ir encontrando las estrofas que mejor expresan mi visión sobre ese concepto.

¿Cómo entró el rock’n’roll en tu vida? ¿Creciste en una familia aficionada a la música?
¡Para nada! (risas) Mis padres son mayores, tienen 65 y 64 años, y cuando yo era un crío mi único acceso al rock’n’roll era la música que pinchaban en las emisoras que ellos solían escuchar, con lo que mi banda sonora fueron canciones puntuales de los años cincuenta que se colaban durante la programación de esas emisoras. La colección de mi padre se reducía a Kingsmen Trio y Beach Boys, pero los Beach Boys de la primera época, antes del estallido psicodélico, si se le puede llamar así. A los doce empecé a tocar la guitarra y a escuchar música punk y grupos de principios de los 90 como Nirvana u otros con los que me gastaba la paga semanal. La primera banda en la que estuve se llamaba The Frantics (risas) y hacíamos un garage-rock bastante rupestre, que nosotros queríamos que recordara a Supercharger, pero que en realidad era jodidamente horroroso (risas). Después formé The Straitcoats, rollo 50’s con caña punk, que duramos un par de años mientras estaba en el instituto, y luego The Crave, 60’s punk, donde coincidí con dos chavales que luego fueron mis compañeros en The Mirrors. Por aquella época empecé a escuchar discos de psicodelia 60’s y a tomar clases de música para saber qué tenía que hacer para hacer que mis canciones sonaran como yo quería o como tenía en mi cabeza.

Suele citarse a Velvet Underground o Roky Erickson en las reseñas del disco de The Gris Gris, pero ¿qué artistas consideras tú como influencias en tu música?
Leonard Cohen es un referente básico para mí en cuanto a la creación de letras se refiere. Me interesé por él a través de Nirvana, que en “Pennyroyal tea” cantaban eso de “Give me a Leonard Cohen afterworld / So i can sigh eternally”. Decidí que tenía que escuchar a ese tipo (risas), así que fui a una tienda de discos y me compré un recopilatorio y, con trece años, empecé a sumergirme en su mundo. Dar con él fue crucial para mí, como letrista y como persona. En lo que al sonido se refiere, te diré que mi intención con The Mirrors era que fuéramos como una surf band con un tipo cantando, aunque los discos de Electric Prunes y demás bandas de rock 60’s también estaban en el fondo de nuestra música.

¿Y qué discos, nuevos o viejos, te han cautivado últimamente?
Lo creas o no, una banda a la que desconocía por completo y que descubrí hacia el final de la grabación de The Gris Gris era a los Pink Floyd de Syd Barrett, con The Piper at the Gates of Dawn. Conocía Dark Side of the Moon y otros discos suyos, pero no tenía ni idea de que tenían ese disco anterior o The Saurceful of Secrets. También he descubierto recientemente S.F. Sorrow, de Pretty Things, y me ha noqueado por completo, tremendo álbum. Una noche actuamos en un garito de Saint Louis con un grupo alucinante que hacía algo así como free-jazz; dos tipos, uno tocando el contrabajo y otro un saxo enorme, y mientras el contrabajista se quedaba en un rincón, el del saxo daba vueltas por la sala soplando su saxo y creando un eco jodidamente atronador que te revolvía el corazón. Había tanta gente, borracha y fumando maría, que no podías ver a los dos tipos, sólo seguir la música mientras se acercaba o alejaba de ti, fue impresionante.

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Creo que llegó un momento en que te cansaste de la escena garage-punk y por ello decidiste centrar tu atención en sonidos psicodélicos, sixties…
No sé, era un poco aburrido ver a tantas bandas de esa escena haciendo absolutamente lo mismo y a sus seguidores obcecados en una idea muy concreta y nada permeable de entender la música. Era bastante frustrante que todo se basara en guitarra, bajo y batería, tocar rápido y gritar mucho; me cansé de todo aquello, necesitaba respirar, probar cosas nuevas. Que no se me malinterprete, me encanta el garage-punk, pero supongo que, como le pasa a todo el mundo, llegué a ese punto en que un estilo concreto ya no te excita, ya está agotado para ti y necesitas pasar a algo totalmente diferente. Se trata de ser creativo, ¿no?, pues para mi eso es una necesidad física y mental que me hace sentir vivo, por lo que si la creatividad me lleva a hacer una y otra vez lo mismo, la misma canción, el mismo disco, siento que estoy perdiendo el tiempo, que no estoy aprovechando mi vida en generarme desafíos y en indagar en mis posibilidades como músico.

¿Qué opinión te merecen los vaivenes del mainstream, tanto por parte de las revistas como de las propias discográficas, con este renacido interés por el rock de guitarras en su versión más cruda y de marcado carácter revisionista?
Si lo quieres analizar desde un punto de vista negativo, parece como si todo estuviese determinado a funcionar por ciclos, con las grandes discográficas, las redacciones de revistas influyentes y, cada vez más, las marcas decidiendo qué es lo que debe escuchar esa masa de consumidores a la que guían porque les gusta pensar que están ciegos y sordos. Analizan lo que se mueve a nivel local con microscopio, rememoran tendencias pasadas, sonidos y estéticas de tiempo atrás y ¡boom! deciden que van a darle protagonismo a esta, esa y esa otra banda, a hacerles fotos chulas, a grabarles discos y hacer que los pinchen a todas horas en las “collage radios” y todos nosotros a seguir como borregos esa “nueva-vieja” moda. No sé, yo estuve tocando y grabando discos en Houston durante un buen puñado de años y a nadie le importó una mierda, ni compró mis discos ni vino a mis conciertos, pero cuando me trasladé a San Francisco, conseguí un contrato, mi música viaja por el mundo, me hacen entrevistas, giro por Estados Unidos y parece que ahora a todo el mundo le encanta lo que hago.

www.myspace.com/medicinefuckdream
www.myspace.com/thegrisgris

Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (diciembre 2005)

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