Pasa en las mejores casas. Hablo de olvidarse de la letra de una canción. Suele ocurrirle a los viejales del circo rock o a los crápulas que se han hecho demasiada pupita en el cerebro practicando el rock’n’roll way of life. Curiosamente, Hanni El Khatib no encaja en ninguno de esos perfiles olvidadizos. Pero le pasó y la cámara indiscreta de La Blogotheque captó tan cómico momento. Todo listo para grabar por las calles nocturnas de Los Ángeles y al chaval (bueno, ya tiene 30 tacos) se le olvida la letra de «Wait, wait, wait». ¿Solución? Llama a un colega y le pide que le mande el mp3 para descargárselo con el móvil. Lo escucha a través del auricular y las palabras de esa canción que hacía tres años que no cantaba vuelven a él como si nunca se hubiesen ido. “No sé de dónde has salido / pero sí sé que no estoy solo / Ten por seguro que te quiero, cariño / aunque a veces no nos llevemos bien…”
Un hombre zozobrando por amor. Una caricia hecha canción. Hanni El Khatib en su versión crooner. Menos adulador, más rabioso y dolido era el tipo al que descubro a mediados de 2011 en el videoclip de «Loved One» gracias a la recomendación del muy interesante blog Rollo & Grady. En ese tema, raca-raca de blues poco hecho, nuestro hombre se dirige a la churri que le trae de cabeza en estos términos: “No puedes hablarme así / Si quieres pelea, adelante, pero no será conmigo esta noche / No puedes ser mi amada / a no ser que estés loca la mitad del tiempo”. Me hago fan al momento, claro está. ¿Y quién es él?, me pregunto. Sus credenciales previas le sitúan como director creativo de HUF, marca vinculada al universo skate para la que diseña monopatines y complementos. Gana su pasta y durante una época el trabajo le sirve para dar salida a una parte de su vena creativa. Pero en su interior hierven canciones y, con la ayuda de amigos con estudios caseros, empieza a grabar sus primeras maquetas. Una de ellas llega a oídos de Jaime Strong, responsable del sello Stones Throw (Omar Rodríguez, Mayer Hawthorne), quien le anima a grabar su primer disco. Buena parte de las canciones de esa maqueta conforman Will The Guns Come Out, ópera prima que ve la luz a través del subsello Innovative Leisure (Nick Waterhouse, Feeding People) y que es recibida por la prensa como lo que es, una refrescante rodaja que aglutina rock’n’roll, R&B y garaje con convicción y pasión. Un disco prometedor de un artista en construcción, a la espera de lo que pueda dar de sí su asociación con Dan Auerbach (The Black Keys), últimamente muy activo en su faceta como productor.
Entrevisté a El Khatib pocas horas antes de su debut español en el marco del último Primavera Sound. Antepuse el show de OFF! al suyo. No me arrepiento, todo hay que decirlo. En cualquier caso, en otoño me quitaré esa espina… Y él me clavará una navaja.
¿Qué es lo mejor y lo peor de estar de gira?
Echas de menos la comodidad del hogar, pero a parte de eso ir de gira es muy divertido. Me encanta tocar en directo y mi banda la forman amigos, así que de poco puedo quejarme. Vale, es cansado, abrumador, a veces se hace duro y durante un rato odias a la gente con la que viajas. Pero lo superas y acabas divirtiéndote. (risas)
Tu disco ha tenido muy buena acogida, ¿cómo sienta eso de exponerse al escrutinio público?
Que la gente responda positivamente a lo que hago me ayuda a seguir adelante, a ver que vale la pena. Estoy seguro que hay mucha gente que lo odia, pero tampoco es algo que me preocupe demasiado. Lo más importante, lo que me hace sentir bien al final del día es ver que hay gente que viene a nuestros conciertos y se lo pasa bien.
Supongo que ya estarás cansado de explicar el origen de tu nombre, pero tú me comprendes…
(Risas) Tranquilo, estoy acostumbrado. El Khatib es por parte de mi padre, que es palestino; él y mi madre, de origen filipino, pensaron que sonaba bien con un Hanni delante. Y tenían razón, ¿no?
Hombre, sí. ¿Cuéntame cómo fue tu infancia en San Francisco?
Ser hijo de padres emigrantes sin duda te influye cuando eres un niño buscando tu identidad en Estados Unidos. Yo era el chico raro del vecindario y sin duda eso marcó en mi carácter, más bien reservado. En cierta manera, a través de mis canciones me siento más cercano a la cultura de acogida de mis padres, que es la mía, y trato de superar mi timidez subiéndome a un escenario.
¿Y con qué música creció el Hanni niño – adolescente?
Es curioso porque pasé por un montón de fases distintas. La primera, que duró bastante tiempo, me tuvo inmerso en el rap. Al cabo de un tiempo Jimi Hendrix se cruzó en mi vida y me metió de cabeza en el rock de guitarras, un universo fascinante y algo aterrador para un niño como yo. A partir de ahí fui descubriendo a bandas contemporáneas que marcarían mi adolescencia, como Nirvana, Sonic Youth o Dinosaur Jr. Y a través de ellos, di un salto atrás y me rendí ante Neil Young & Crazy Horse y Tom Petty & The Heartbreakers. Pero una vez estás metido a fondo en descubrir música, cuando eres un insaciable devorador de nuevos sonidos, no puedes parar. Por eso luego me dio por la psicodelia más oscura y bizarra o el garaje 60’s perdido en cubetas polvorientas o recuperado en reediciones de sellos como Rhino, Bomp! o Norton. Y ya cerré mi círculo personal con dosis de R&B, soul y doo-wop.
¿Cómo crees que esas influencias se canalizan a través de tu música?
Con mi música no me gusta centrarme en algo específico, llámale estilo, género o sonido. Prefiero generar una sensación, crear un ambiente que seduzca al oyente. Y creo que eso se debe a que, como te comentaba antes, me gustan muchos tipos de música distintos. En el mismo día puedo escuchar a MF Doom, Black Sabbath y The Shirelles. Si creara una mixtape sería así. Creo que esa mezcla se nota cuando escuchas mi música; tengo todas esas influencias, esos sonidos en mente cuando estoy componiendo.
Peleas a los puños y mujeres que te dejan sin aliento. ¿Qué prende la mecha de tus canciones?
Mis canciones se nutren de experiencias personales o de amigos, pero también de historias que he oído por ahí, algunas de ellas ya casi son leyendas urbanas en mi barrio. En cualquier caso, trato de escribir canciones honestas conmigo mismo; no serán muy profundas ni introspectivas, pero creo que cuando cantas una canción debe conectar contigo de alguna manera, debes sentir las palabras que salen de tu boca. Si no es todo puro artificio.
Will the Guns Come Out suena fiero y crudo pero también quebradizo y hasta romántico. ¿Las dos caras de un mismo Hanni?
Me gustan los contrastes en mi música, encadenar un tema muy agresivo con una canción bonita, ligera y con una melodía dulce. Es una dinámica que hace que el disco esté más vivo y que al escucharlo uno no pierda el interés, tenga ganas de ver qué sucederá cuando acabe el siguiente tema. Esta manera de secuenciar las canciones del disco también la traslado al directo, donde quizá hay que esforzarse más en mantener la atención del público; un par de temas contundentes y rápidos, una balada, un tiempo medio… Disfruto mucho preparando el set-list y luego irlo modificando según la respuesta que me va dando la gente cada noche. Siento que las canciones que compuse a solas con mi guitarra y grabé a solas en el estudio con mucho esmero, adquieren nuevas dimensiones dependiendo de cómo las acoge el público cada noche.
Me llaman la atención tus videoclips, intuyo que también eres minucioso en eso, ¿verdad?
Los videoclips son una gran herramienta para hacer que una canción se adhiera más en la mente de ese oyente que pasa a ser espectador. Siempre procuro trabajar con amigos, así todo el proceso de lluvia de ideas y de grabación es mucho más divertido y llevadero. Con personas afines a mi alrededor puedo sugerir ideas sin miedo y ellas pueden tumbármelas sin temor a que les dirá “el jefe”. (risas) Como en mis canciones, en los clips intentamos crear un feeling, que las imágenes se fundan bien con la música y creen un todo que al espectador le encaje, le lleve mentalmente hacia ese estado que pretendía sugerir inicialmente con la canción. Lo mejor de todo es sentir que estamos experimentando juntos; ellos me ayudan a plasmar en imágenes las primeras canciones que he compuesto y yo les animo a ellos a filmar sus primeros videoclips a partir de mis canciones.
Abogas por la creación participativa, pues.
¡Por supuesto! Arranqué este proyecto en solitario porque tenía cierta vergüenza; opté por grabar el disco a solas, tocando yo todos los instrumentos porque no tenía la confianza necesaria como para involucrar a más gente. Lo reconozco. Pero al ir comprobando que no estaba loco, que lo que había hecho quizá tenía algún sentido, no lo dudé un instante a la hora de llamar a buenos amigos para que se sumaran a la aventura. Y la verdad es que no hay nada más estimulante y enriquecedor que estar rodeado de gente creativa y con ganas de hacer cosas.
Háblame del nuevo disco que andas preparando con Dan Auerbach.
Le conocí a través de unos amigos en un bar de París donde pinché algunos discos después de un concierto. Nos pusimos a hablar, conectamos y mantuvimos el contacto vía mail a partir de entonces. Primero hablamos de grabar mi nuevo disco en su estudio y la cosa evolucionó hacia hacer el disco juntos, lo que no estuvo nada mal (risas). Hemos estado enviándonos ideas, esbozos de canciones y tengo muchísimas ganas de estar ya con él grabando. De hecho, la semana que viene me voy para allí. Estoy nervioso y excitado. Es un paso más en eso que hablábamos antes de crear música con gente afín e inquieta. Será una experiencia refrescante porque trabajaré por primera vez en el estudio con otra persona y, además, lejos de casa. Cuando he grabado en los estudios caseros de mis colegas, al acabar el día he tenido que volver a casa a fregar los platos y pasear el perro. En cierta manera, grabar era como una tarea más de mi día a día, como una extensión de mi jornada laboral. En Nashville mi día a día será solo pensar en las canciones, en el disco que estaremos haciendo con Dan y eso es algo increíble. Me siento tremendamente afortunado de tener esta oportunidad.
Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (Octubre 2012)