55 MINUTOS. Pero lo mejor viene ahora…

Nota: Texto escrito en noviembre de 2012 a petición de la gente de Vice para la campaña 55 DSL de Diesel, en la que personas de distintos ámbitos escribían acerca de los 55 minutos más importantes, especiales de su vida. Estos fueron los míos…

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[Antecedentes]

OK, ya tengo el anillo. ¿Y ahora qué? ¿Y cuándo? ¡¿Dónde?! ¡¡¿¿Cómo??!! Todas estas preguntas me martillean el cogote mientras salgo de la joyería con la cajita que contiene el pedrusco más increíble que tus ojos verán jamás. Ahora mismo lo único a lo que puedo dar respuesta es a “Por qué?”. Porque es ELLA. Porque ella lo es TODO.

[Fast forward]

¿Qué? Entrega original y sorprendente del anillo de pedida. ¿Cuándo? ¡Hoy! ¿Dónde? Pony Café (c/ Portal Nou, 23. BCN), el garito donde nos conocimos, donde todo empezó. ¿Cómo? Sigue leyendo…

Engañar a tu futura esposa no es el mejor punto de partida para un matrimonio feliz y duradero, pero la única manera de convencerla de que debía estar hoy a las 19h00 en el Pony Café era diciéndole una mentira. ¿Cuál? Jota, dueño del local, involuntario celestino y amigo para siempre, ha decidido hacer obras. “Sí, un verdadero drama, cariño, el Pony ya no será como lo conocimos”. El engaño cuela, el plan maléfico va sobre ruedas. De momento. Llego al Pony a las 18h30. Persiana bajada. Toc, toc. “Adelante”. Jota está ultimando los detalles: botella de Moët cortesía de la casa y pétalos de rosa del chino para ser lanzados al aire cuando María (suena mejor que “ella”, ¿verdad?) diga “SÍ, QUIERO”. Repasamos el guión: María entrará, se sentará a mi lado en la barra, charlaremos distendidamente, tomaremos algo, yo me ausentaré un instante para ir al lavabo y cuando regrese, ésa será la señal para que Jota le de al play en la lista de reproducción de Spotify que he creado especialmente para la ocasión. El resto, claro, será historia…

18h45. 19h00. 19h15… OK, ya llevamos más de 55 minutos de historia, pero lo mejor viene ahora… 20h00…

Ok, la (futura) novia siempre se hace esperar. Y el Pony es hoy mi altar. Pero todo altar tiene un horario de atención al público y, claro, Jota otea de reojo la persiana semibajada esperando que María haga acto de presencia al fin. Aunque (casi) tan importante como el avistamiento de los pies de mi futura lo es para él el de los pies de Richi. ¿Y quién es él? Richi es el cliente más fiel del Pony, un tipo de costumbres fijas que cruza el umbral del café cada día a las 20h10 con puntualidad suiza para sentarse en su taburete y pedirse su vodka con naranja. Desde el interior, observamos los pies de Richi deteniéndose contrariados ante la persiana en dos ocasiones. A Jota le gusta cuidar a sus clientes, así que le invitamos a entrar y volvemos a bajar la persiana. Le contamos qué diablos está pasando, le pedimos disimulo y Jota le sirve su dosis diaria.

¡20h30! There she goes… at last! Toc, toc. “¡Adelante!”, decimos Jota y yo al unísono. María no entiende nada. ¿Por qué todavía no ha abierto hoy? ¿Por qué solo estamos Jota, Richi y yo? ¿Por qué diablos había que hacer reformas en el Pony? De la hora y media de retraso ni pío, claro. Bueno, “muchos recados”, aduce. Keep calm & remember the ring, me digo. María y Jota se ponen al día mientras mi corazón me golpea el pecho cual cabra montés. Me sudan las manos, tengo la boca seca y el ruido de los cubitos de hielo del cubata de Richi resuena en mi cabeza cual alud en el Monte Rushmore. Con tembloroso disimulo, saco la cajita del anillo del interior de la bolsa donde la he llevado hasta el Pony. Me la meto en el bolsillo del pantalón, me levanto del taburete y avanzo flotando hacia el lavabo. Entro. Me miro en el espejo y me refresco la cara. Un último vistazo al anillo. Un repaso mental veloz a los cinco años que me han llevado hasta este retrete. Es ELLA. Ella lo es TODO. “Coge aire, chaval”, me digo. Abro la puerta, clavo la mirada en Jota y le guiño el ojo. Es la anillo-señal. Al otro lado de la barra, Jota se acerca al ordenador y reproduce la anillo-playlist. Van Morrison se arranca…

Have I told you lately that I love you…

Yo: “Nuestra canción, cariño. Me la he aprendido, como te dije, para cantártela el día de la boda”.

Have I told you there’s (me lío)…

María: “Te estás liando, tienes que practicar más”. No me rindo, yo a lo mío…

Fill my heart with gladness

Take away my sadness

Ease my troubles, that’s what you do…

¡Rodillas, para qué os quiero! Me arrodillo ante el taburete atónito de la atónita María. Saco la cajita y, cual trovador medieval, le suelto un speech similar a éste:

Yo: “María, aquí en el Pony, el lugar que vio nacer nuestro amor, delante de Jota, nuestro involuntario celestino, y también delante de Richi, silencioso cómplice de esta pedida, te pregunto: ¿Te quieres casar conmigo? (1) ¿Te quieres casar conmigo? (2) ¿Te quieres casar conmigo? (3)”

¿Por qué se lo repetí tres veces? Ni idea. Los nervios, dejar el mensaje claro, un “Elige tu aventura” improvisado y monotemático… Lo único cierto es que yo solo esperaba una respuesta…

María: “¡Sí, quiero!”

Jota lanza una lluvia de pétalos sobre nuestras cabezas mientras nos besamos entre risas y más risas. Richi aplaude. El anillo triunfa. El amor también. Brindamos todos juntos por esos 55 minutos que no olvidaremos jamás. Quizás han sido algunos más, cierto. Pero lo mejor viene ahora…

Texto: Roger Estrada

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