
“Tengo tres vías para ayudar a mi cerebro a superar los problemas, ya sean triviales o realmente jodidos: tocar la batería, hacer surf y escribir canciones. En especial esta última me ayuda a calibrar mis sentimientos, a atenazar las inseguridades y controlar los subidones. Es como si componiendo ordenara el caos emocional que a veces se acumula en mi cabeza”. Ty Segall lleva pocas horas en la ciudad y aunque esta noche debuta en España en el marco del festival Primavera Sound, edición 2011, durante nuestra charla en el hall del Hotel Barcelona Princess –publicada en Ruta 285– ese caos al que hace referencia parece estar bajo control, con todo dispuesto para saborear la experiencia plenamente. “Tocar ante tanta gente es algo alucinante. No hace tanto era un chaval que estaba grabando canciones con un cassette en mi habitación; es de locos, pellízcame porque no me lo creo.”
Como para tantos otros jóvenes californianos, el surf y el punk lo eran todo para Segall mientras crecía en Laguna Beach, ciudad costera del condado de Orange situada a una hora en coche al sur de Los Ángeles. Su dieta habitual durante los fines de semana alejado del instituto consistía en comer tacos, surcar olas, ver pelis surferas de Bruce Brown e ir a conciertos en el club angelino The Smell, aficiones que compartía con su compañero de clase (y saxofonista de su primera, efímera banda The Love This), un chaval llamado Mikal Cronin. Por aquella época, mediados de los 2000, el éxito del superficial y edulcorado reality televisivo de la MTV Laguna Beach: The Real Orange County había alterado el ecosistema vital de Segall, Cronin y sus compañeros al atraer nuevas inversiones y pudientes vecinos a una comunidad que décadas atrás había servido de base de operaciones para la Brotherhood of Eternal Love, la organización que, guiada por Timothy Leary, perseguía una revolución psicodélica a gran escala mediante la distribución de LSD y otras sustancias. “Cuando era un crío”, contaba en 2012 a la revista Spin, “recuerdo cruzarme todo el rato con hippies, freaks, fumetas y artistas; ya no queda ni rastro de ellos ni de aquel ambiente mugriento pero genial”.

¿Qué hace uno cuando no encaja en su entorno? Formar una banda para tocar jodidamente rápido, claro. Segall, en una prematura muestra de su incontinencia creativa, encadenó / solapó tres entre 2005 y 2007 con la misma velocidad a la que salían disparadas desde los altavoces sus crepitantes grabaciones: Epsilons –junto a Cronin, Roland Cosio, Charles Moothart y Mike Anderson; píllate su segundo Killed ‘Em Deader ‘N a Six Card Poker Hand y desnúcate a conciencia con su desmadre-punk espoleado por guitarras embrutecidas y teclado Farfisa–, Party Fowl –Segall a la batería, Cronin a la guitarra, Adam Palmer al micro y Seth Densham (de Mika Miko) al bajo; localiza online sus dos únicos 7” y escucharás palpitar el agresivo envite post-hardcore de su más reciente proyecto: GØGGS– y Traditional Fools –formando trío de majaras con David Fox y Andrew Luttrell; híncale el diente a su homónimo LP y te volarán los premolares con sus inclementes relecturas de “Davey Crockett” (Thee Headcoats) y “Kill Someone You Hate” (Redd Kross). Este último combo lo montó Segall ya instalado en San Francisco, ciudad a la que se trasladó para cumplir la promesa que les había hecho a sus padres –graduarse en la Universidad; lo haría en ciencias de la información– y, fundamentalmente, empaparse del hábitat natural de dos de sus bandas favoritas por aquel entonces: Numbers y Coachwhips. Por desgracia, a su llegada ambas habían pasado a mejor vida y la ciudad estaba sumida en la burbuja freak-folk de Vetiver, Josephine Foster o Devendra Banhart; por suerte, Segall no tardó en conocer al tipo que le cambiaría la vida, John Dwyer, y en zambullirse, de su mano, en una escena local mucho más excitante para él, la protagonizada por artistas como The Fresh & Onlys, Sonny & The Sunsets, Sic Alps o Thee Oh Sees, el proyecto con el que Dwyer daba salida a aquellas creaciones experimentales que no tenían cabida en el combo que acababa de finiquitar, Coachwhips. Ah, el destino…
A partir de aquí, servidor podría pasar a pormenorizar cada una de las grabaciones que nuestro protagonista ha ido editando desde que Dwyer auspiciara su debut a través de su discográfica (Ty Segall; Castle Face, 2008) hasta llegar a la rodaja recién salida del horno de Steve Albini que ha propiciado nuestra nueva charla (Ty Segall; Drag City, 2017). Reservamos un bloque aparte para repasar su década prodigiosa, pues hay ya ganas de escuchar qué tiene que contarnos este poliédrico, hiperactivo, a ratos misterioso y siempre excitado talento, a todas luces uno de los más dotados estandartes actuales del rock entendido a su vez como celebración de la vida misma y como fabulación de esas otras –las de los variopintos personajes que habitan en sus canciones y las de los héroes de la historia del género que se agitan debajo de ellas– que soñamos vivir encaramados a los surcos de sus siempre apasionantes y retadoras grabaciones.
Emotional Mugger, tu anterior trabajo, gravitaba alrededor de una visión algo pesimista acerca de esta sociedad actual tan hiperconectada tecnológicamente, pero a su vez cada vez más distanciada, fría en lo emocional. Me pregunto si en el nuevo tema “Warm Hands (Freedom Returned)” sobrevuela esa misma idea, si es una preocupación que sigue latente en ti a la hora de componer.
“Warm Hands” es una especie de fábula de ciencia ficción sobre un joven prodigio al que un magnate de Hollywood seduce con la promesa de convertirle en una gran estrella. Una mañana el chaval está jugando con sus amigos en el patio de su colegio en lo alto de las colinas cuando un flamante coche se detiene frente a ellos; la puerta del copiloto se abre, el misterioso hombre le dice al protagonista de la canción: “súbete, voy a hacerte famoso”. De vuelta a la ciudad, el hombre empieza a moldearle, a construir paso a paso su exitosa carrera, pero a cambio de negarle su libertad, atrapándole en una red de dependencia de la que tardará en escapar. Cuando finalmente lo consigue, planea su venganza. Es una metáfora sobre la recuperación de la autoconciencia, de la propia libertad, ya haya sido ésta arrebatada por el bombardeo de los medios de comunicación, por las redes sociales o por tu propia paranoia.
¿Alguna vez te has sentido así, como que perdías contacto contigo mismo?
En realidad, no. Soy consciente de que actualmente tengo un trabajo, por así llamarlo, radicalmente distinto a todos los que tuve antes y que debido a él vivo situaciones o conozco a personas que alteran mi mundo y que amplían mi conocimiento sobre las cosas, pero siempre he sido bastante escéptico con la información que recibo, cauto en mi manera de relacionarme con eso que entendemos por realidad.
¿Y cómo ha encajado tu escepticismo la nueva realidad de tener a Donald Trump como presidente?
Fue un golpe duro comprobar que nuestro país está mucho más dividido de lo que imaginaba… Y que hay un racismo más presente de lo que creía, también. Es algo triste, sí, pero no he perdido mi fe en la bondad de la gente, solo espero que el daño no sea tan grande como para que tengamos que lamentar el resultado de estas elecciones durante demasiados años. Mira, yo vivo en la Costa Oeste y allí a veces hay quien puede pensar que vive en un universo distinto al de los estadounidenses de otros estados; yo me niego a hacer esa reflexión porque eso solo lleva a nuestro distanciamiento, algo que seguramente es lo que quieren los que plantean una realidad de polos opuestos, de contrarios. Ese es un escenario aterrador y que me preocupa. Hablando sobre ello me doy cuenta de que sin ser un disco con un componente político claro o motivado directamente por lo que ha sucedido en nuestro país en los últimos meses, sí que incide en el tema que comentábamos de la paranoia, un sentimiento que lleva años permeabilizando en nosotros, a nivel colectivo e individual, debido al clima de pánico, muerte y caos en el que vivimos.
A principios de noviembre apareció un vídeo en Internet donde, con la ayuda de Steve Albini, destrozas un váter con un hacha. Posteriormente, al escuchar el disco, comprobé que esa matanza suena a mitad del tema “Thank you Mr. K”. En cualquier caso, tengo tres preguntas acerca de ese vídeo… ¿Quién llevó el hacha, Steve o tú?
¡Steve!
¿Quién es Mr. K?
Es un misterio, simboliza a todos los freaks, a todos los tipos sombríos y raros que conozco. Un personaje hecho con pedazos de todos ellos.
Y, finalmente, ¿por qué un inodoro?
Pensé: “¿Qué podemos hacer en este disco que ninguno de los dos haya hecho antes? ¿Ha destrozado Steve algún wáter? No. ¿Yo? Tampoco. ¡Pues hagámoslo!”

¿Cómo ha sido trabajar con él?
Es el mejor, alguien increíble. ¡Es un mago! Teníamos las ideas muy claras sobre lo que queríamos antes de entrar en su estudio, pero creo que sin Steve no se hubieran materializado como lo han hecho. Escuchar juntos el sonido que estábamos consiguiendo conforme íbamos grabando fue algo sobrecogedor. Pero es que Steve es además una persona cercana, divertida y con la que es muy, muy fácil trabajar. Estuvimos un total de siete días entre la grabación y la mezcla y se nos hizo a todos demasiado corto, estuvimos muy a gusto con él.
Cuando vio la luz el single de adelanto “Orange Colour Queen”, con esos preciosos ecos de David Bowie y Big Star, comentaste que se trataba de una canción de amor a tu novia Denée e hiciste hincapié en que ella te ayuda a sobrellevar tu miedo a volar. ¿De qué manera?
Digamos que cuando viajo con ella ejerce un efecto sedante sobre mí, me ayuda a rebajar mi ansiedad. Cuando no me acompaña a veces tengo que tomarme un Xanax porque si no puedo alterarme bastante. (Risas) He mejorado un poco en este último año, pero antes solía pasarlo muy, muy, pero que muy mal. Pero no siempre fue así; no sé por qué, pero un día entré en pánico antes de un vuelo y desde entonces estoy lidiando como puedo con ello. Así que agradezco enormemente cuando la reina del pelo cobrizo puede viajar conmigo.
El próximo 8 de junio cumples 30 años; yo cumplo 40 el 4, así que la pregunta es inevitable: ¿Cuántas veces te han dicho, como buen Géminis, que tienes dos caras, que hay dos Ty en ti?
Constantemente; dicen que estoy un poco loco, que soy imprevisible, que unos días estoy escondido en mis pensamientos y al siguiente soy el tipo más extrovertido del mundo… Y como bien sabrás, cuando dicen eso ¡tienen toda la maldita razón! (risas).
Efectivamente. Por cierto, imagina que esta entrevista llega a manos de Denée y de tus amigos, ¿quieres aprovechar para dejarles caer alguna pista sobre qué grupos te gustaría que tocaran en esa gran fiesta que seguro que ya te están preparando?
¡Me encanta la idea! Vamos a por ello… (medita unos segundos) … ¿Qué tal The Pretty Things?
Excelente elección, sí señor; he leído muy buenas reseñas de su última visita a nuestro país. ¿Cuál es tu disco favorito de ellos?
SF Sorrow y Parachutes; mi elección de cuál de los dos es mi favorito va cambiando con el tiempo. Creo que son dos de los mejores discos de la historia y, también, dos de los más infravalorados.
¿Quién más?
Creo que sería genial invitar a todos mis amigos para que tocaran con sus bandas, pero me haría especialmente ilusión poder reunir de nuevo a Sic Alps. Sería un bonito regalo de cumpleaños, la verdad.

Desde que se editara el debut de los Epsilons en 2006 pueden listarse más de 50 referencias asociadas a ti entre singles, recopilatorios, EPs y álbumes. ¿Te ves en 2026 habiendo mantenido semejante ritmo de producción?
¡Oh, tío! Puede que por entonces haya dejado la música y me dedique solo a ser pintor…
¿Eso significa que actualmente ya le das al pincel?
Sí, tengo unas cuantas pinturas sobre un personaje bastante raro que he creado que se llama Ass Man…
Curioso nombre; ¿su poder está en el culo?
No, ¡ama los culos! (Risas)
¡Ah! Como Robert Crumb…
Exacto. En un par de meses organizo mi primera exposición en las oficinas de Drag City, quizá deberíamos enviarle una invitación.
Dejemos los culos y hablemos de tus directos. En tu última actuación en el festival Primavera Sound te lanzaste al público al tiempo que un espectador se subía al escenario y adoptaba tu rol de cantante con enloquecido entusiasmo. ¿Qué se siente al ser espectador de la música que has creado rodeado de toda esa gente, tus fans?
Es una experiencia increíble que recomendaría a todo aquel que toca música en directo; es la mejor manera de saber, de sentir qué siente tu público. En mi caso es algo inevitable, cuando siento la necesidad, el impulso irrefrenable de lanzarme encima de mi público, tengo que hacerlo. Estoy allí arriba con la banda, estamos creando todo ese sonido, ese ruido, esa energía… Y entonces miro al público, veo a esas personas mirándonos o agitándose con los ojos cerrados sintiendo la música y, ¡bam!, tengo que salir disparado, lanzarme encima de ellos y participar de ese momento junto con ellos. Es intenso, es hermoso, una sensación única.
A otro a quien le gustaba mezclarse con el público, aunque con una vocación de hermanamiento digamos que más violenta, era GG Allin, de quien Party Fowl grabasteis una versión de “Die When You Die” para el recopilatorio Scum Fuck Revolt: A GG Allin Tribute…
En ese preciso tema no toco, fue justo antes de que entrara en el grupo. Pero me gusta GG Allin, sí. Bueno, me gusta lo que grabó con The Jabbers y The Scumfucks, creo que esas eran dos bandas muy potentes, pero luego perdió completamente la cabeza, se volvió demasiado violento, racista y jodido. Con él el impacto era la clave, la razón de ser misma y aunque a veces se le fue demasiado de las manos, es innegable que no ha habido nadie como él ni creo que lo haya nunca. Si lees sobre cómo fue su infancia, en qué ambiente nació y creció, puedes llegar a entender por qué estaba tan jodido, por qué tenía el alma tan rota.
Ese es siempre el elemento común en las biografías o los documentales que narran las tortuosas existencias de artistas que no supieron lidiar con el éxito o con el fracaso: la infancia, la huella que deja en ellos lo vivido en esos primeros años, su relación con los padres especialmente. Al acercarte a la treintena, ¿es la paternidad algo que empieza a rondar por tu cabeza?
Creo que, si me lo planteara, me decantaría por la adopción; no creo que este sea el momento para ello, pero sí que me veo queriendo adoptar dentro de algunos años. Bueno, por lo pronto necesito un par de años para estar seguro de que puedo llegar a ser un buen padre. Supongo que mis reticencias, mis miedos o, mejor dicho, mi deseo de tomar la decisión correcta tiene que ver con el hecho de que mis padres me tuvieron siendo muy jóvenes, con veintidós años. Pienso en lo que he vivido yo en estos ocho años y, bueno, no creo que con un hijo hubiera sido posible; habría sido diferente, no digo que mejor o peor, pero lo mismo, imposible. Y en el caso de mis padres, eso acabó pasándoles factura, así que antes de dar ese paso quiero asegurarme de estar bien conmigo mismo, de que mi pareja lo esté y de que ambos podamos darle la calidad de vida necesaria. Tengo dos años para ir tachando cosas de mi “lista de cosas que quiero hacer antes de ser padre”.
¿Qué queda pendiente en ella ahora mismo?
Tengo que ir a Japón, tengo que asegurarme de que mi hermana pequeña termina la escuela y tenemos que encontrar una casa mejor donde poder vivir los tres.

Si antes hablábamos de GG Allin, otro artista sin comparación posible del que también te has declarado fan es Frank Zappa. ¿Cómo entraste en contacto su música?
En mi primer año en secundaria, con catorce años, solía frecuentar una tienda de discos y en las conversaciones que oía entre los clientes y los dependientes, su nombre aparecía cada dos por tres. Acabé comprándome un disco suyo, claro: Freak Out! Era muy cool pero también muy raro para mí entonces; escuchaba a The Kinks y Black Flag, cosas muy distintas entre sí pero más fácilmente digeribles que Zappa. Me gustó, pero creo que no era el momento para disfrutarlo o entenderlo bien. Pero al cabo de un tiempo, con dieciocho años, caen en mis manos Absolutely Free y We’re Only in It for the Money y ahí sí que aluciné totalmente. Fue un “¡WOW!” en mayúsculas. Recuperé Freak Out!, me di cuenta de que era un disco mucho más domesticado en comparación, y a partir de ahí seguí metiéndome de forma compulsiva en el resto de su obra. Soy un fan enfermizo de su producción hasta principios de los ochenta, que es cuando sus discos empiezan a gustarme menos.
Actualmente, con Fuzz en hibernación, tu tiempo se divide entre la Ty Segall Band y GØGGS, el nuevo proyecto junto a Charlie Moothart y Chris Shaw, de Ex-Cult. ¿De dónde surge esa necesidad tan tuya de colaborar con otros músicos?
No sé estarme quieto y detesto repetirme, así que estoy siempre abierto a hacer cosas nuevas. ¿Un disco mano a mano con Mikal? Claro, empezamos juntos en esto y teníamos ganas de divertirnos, así que grabamos Reverse Shark Attack. Hair, el disco que hicimos con Tim Presley, surgió de mi fanatismo por sus discos como White Fence. Con Fuzz se trataba de rendirle estruendoso tributo a Hawkwing y Blue Cheer, dos bandas que Charlie y yo adoramos; y GØGGS nació del chispazo que tuvimos con Chris cuando Ex-Cult tocaron con nosotros durante la gira de Slaughterhouse. Hemos tardado en armar nuestro primer disco, pero creo que la espera ha valido la pena.
Última pregunta: ¿por qué nunca aparece tu rostro de una forma nítida en tus portadas? En el primer Ty Segall lo escondías detrás de unas burbujas, en Melted debajo de una máscara, en Lemons y Twins aparece distorsionado, en Goodbye Bread le cediste el protagonismo a un perro y en Emotional Mugger a una muñeca…
Siento que todavía no he hecho el disco con el que pueda encajar una imagen clara de mí mismo. Es difícil de explicar, pero creo que todo lo que tiene que ver con mi música, tanto a nivel de sonido como de letras, desprende un algo borroso, a veces confuso, como una imagen con mucho grano y distorsión… Dicho esto, diría que la nueva portada es donde se me ve más claramente, junto con la de Manipulator. Kyle –Thomas, más conocido como King Tuff; n.d.r.– hizo la foto con la idea de homenajear modestamente la portada del Blonde on Blonde de Bob Dylan; una de mis portadas favoritas y uno de mis discos favoritos.
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CARPE DIEM. LA DÉCADA VERTIGINOSA
2008
Castle Face Records edita Ty Segall, debut oficial si no contamos el previo Horn the Unicorn, una cassette de tirada limitada en la que el sello Wizard Mountain recopila algunas de sus primeras grabaciones caseras. En formato one-man band, aporreando la batería con el pie y deshilachando su guitarra poseído por Chuck Berry, Segall ruge crudo, alto y febril. Incluye cover del “You Should Never Have Opened That Door” de los Ramones; declaración de intenciones: ya no hay vuelta atrás para este chaval de 21 años.
2009
El 14 de julio Goner Records lanza Lemons: persiste la baja fidelidad y el DIY, pero se echa el freno y entra en escena un groove R&B a tope de reverb que engrandece la pegada de 12 canciones en las que ya se palpa su pericia a las seis cuerdas. Busca el videoclip de “Cents” y verás a John Dwyer enmascarado y lamiendo una piruleta.
En el Gonerfest 6 de finales de septiembre, Ty Segall comparte cartel con Thee Oh Sees, Cheater Slicks, Compulsive Gamblers y una de sus bandas favortias: los Reatards. Eric Friedl, jefe del sello de Memphis, recuerda que “Jay (Reatard) tenía muchas ganas de ver a Ty en directo, pero no iba a permitir que un crío de la Costa Oeste le robara el protagonismo, claro. El set de los Reatards fue un maravilloso desastre, incluyendo una meada de Jay en la guitarra de su compañero y un constante increpar al público.”
En diciembre aparece Reverse Shark Attack, el LP a cuatro manos entre Segall y su amigo, vecino y cómplice para la eternidad Mikal Cronin. Ojalá me hubieran invitado a tomarme un ácido durante la grabación de semejante desmadre; lengua fuera y a tripar con su versión acelerada del “Take Up Thy Stethoscope And Walk” de Pink Floyd. Un fuzztival de aúpa.
2010
Jay Reatard muere el 13 de enero y los que veíamos en él a uno de los talentos más abrumadores de su generación nos quedamos profundamente jodidos. Pero en junio Segall acude a nuestro rescate y nos saca a tortazos de nuestra tristeza con los cuatro primeros cortes de Melted, grabado con la ayuda de amigos como John Dwyer, Charles Moothart, Mike Donovan y Emily Rose Epstein y nuevamente editado por Goner. Un salto de gigante, con ecos de Beatles y Marc Bolan asomando por primera vez la cabeza, para un artista al que la etiqueta garaje-punk se le ha quedado definitivamente pequeña.
2011
Ficha por la veterana discográfica independiente de Chicago Drag City y le dedica seis meses a la grabación de Goodbye Bread, álbum en el que rebaja la distorsión, apuesta por una riqueza melódica de raigambre clásica –con el On The Beach de Neil Young como reconocida influencia– y sitúa su voz en primer plano para que todo el mundo entienda irónicos dardos contra la plastificada felicidad californiana como “California Commercial” o «Comfortable Home (A True Story)». Golpe de efecto ganador, seguimos creciendo.
Goner aprovecha la coyuntura y, para alegría de fans completistas, lanza el recopilatorio Singles 2007 – 2010 con 25 cortes entre inéditos, tomas alternativas o temas aparecidos en singles ya descatalogados. “Ty colaboró desde el principio”, apunta Friedl, “nos mandó canciones que tenía guardadas y nos ayudó a elegir entre otras que nos había mandado en su día tanto a nosotros como otros sellos y que en su momento no nos encajaron”. Una suerte de Retrato del Artista como Joven Punk.
2012
The year that Ty broke. Tres discos, tres, aparecen con su nombre el año en que decide regresar a Los Ángeles.3En abril ve la luz Hair, disco resultado de su colaboración con Tim Presley –también conocido como White Fence; ver bloque In Ty We Trust– y en el que la lisergia folk de éste encaja como electrizante guante de seda con el arrojo más garajero de Segall. Un absorbente puzzle sonoro que deja con ganas de una segunda parte.
… Pero en junio cae sobre nuestras pobres cabecitas Slaughterhouse, acreditado a la Ty Segall Band pues ha sido grabado con el respaldo del trío que le cubre en directo: Cronin al bajo, Moothart a la guitarra y Emily Rose Epstein a la batería. Segall define el atronador sonido del álbum como “evil space rock”, una malévola tunda de riffs pesados a mayor gloria de Black Sabbath grabada por Chris Woodhouse con los niveles al rojo vivo en los estudios Hangar. Ojo a sus relecturas del “That’s the bag I’m in” de Fred Neil y del “Diddy Wah Diddy” de Bo Diddley.
No se vayan todavía, ¡aún hay más! Twins, editado en octubre por Drag City, es su mayor tour de force hasta la fecha, un álbum en el que Segall lo toca todo y con el que pretende plasmar la dualidad presente en cada uno de nosotros. Escuchándolo, sin embargo, emanan las múltiples personalidades, los distintos pelajes –rock pantagruélico y desbocado, glam para bailar encaramado a unos zancos, ultrapop a lomos de riffs más grandes que el Golden Gate– con los que viste una concatenación de temazos difícil de asimilar de una sentada. Grabado en el estudio de Eric ‘Riff King’ Bauer y mezclado en los Fantasy Studios de Berkeley con el mismo equipo que usaba Creedence Clearwater Revival, Twins es su primera obra maestra.
2013
In The Red edita Fuzz, debut homónimo del power trío de proto-metal / hard-rock formado por Moothart (guitarra y auténtico rey del festín), Segall (batería y alaridos) y Roland Cosio (ex Espsilons, bajo). Ocho canciones en las que se encomiendan a Hawkind, Pentagram, Groundhogs y Blue Cheer para dejar la mente en blanco del oyente durante 37 minutos de riffs ahora demoledores, ahora narcotizantes. Todo al 11.
A raíz del fallecimiento de su padre adoptivo tras larga lucha contra el cáncer, se produce un distanciamiento entre Segall y su madre. Bajo este estado de ánimo graba las canciones de Sleeper, editado en agosto por Drag City, sin duda el trabajo más personal y distinto al resto de toda su discografía. Eminentemente acústico y melódicamente emparentado con Syd Barrett, Neil Young o el Marc Bolan época Tyrannousaurus Rex, Sleeper ejerce a su vez de necesario balón de oxígeno para su autor y de nuevo ejemplo de su maduración como compositor.
2014
Se encierra 31 días en el estudio Dock de Chris Woodhouse –literalmente, vive encima del mismo– con la idea de hacer un disco, tal como comentó en una entrevista con Stereogum, “al estilo Tony Visconti, con las guitarras y las baterías sonando en toda su gloria”. El resultado es su segunda obra maestra, el doble LP de 17 temas Manipulator, desarmante demostración no solo de su profuso conocimiento de los variados resortes que hicieron excitante el rock and roll a principios – mediados de los 70, sino también de su capacidad para hilvanar un disco que va en múltiples direcciones sin perder nunca de vista que aquello que lo hará grande son canciones memorables. Y aquí hay 17. Sobredosis a placer.

2015
II es el segundo mazazo de Fuzz, ahora con Chad Udovich (de los imprescindibles Meatbodies) al bajo. Más largo y más duro, II bascula entre el doom más visceral y el hard-rawk más triposo, confirmando que estamos ante mucho más que un proyecto paralelo de Ty Segall. Un doble álbum perfecto para escuchar atrincherado en casa –hundido en el sofá con los cascos a la caza y captura de tus acúfenos– en uno de esos días en que desearías mandarlo todo a la mierda.
En noviembre, Goner lanza en vinilo Ty Rex, recopilación de las ocho versiones de su idolatrado Marc Bolan que habían aparecido originalmente como exclusivas del Record Store Day (un EP en 2011, un 7” en 2013). Es profundamente revelador escucharle acometer con igual soltura (y su ya inconfundible estilo) temas de su época más expansivamente glam como “The Slider” o “The Motivator” y gemas psicodélicas de Tyrannosaurus Rex como “Salamanda Palaganda” o “Fist Heart Mighty Down Dart”. Bonus track: una inédita, desbocada, mortal de necesidad versión de “20 Century Boy”. Eres nuestro juguete favorito, Toy.
2016
Lo admito: Emotional Mugger fue un jarro de agua fría. No porque esperara una continuación de la opulencia de Manipulator, sino porque no encontré en él suficientes ejemplos del común denominador de sus anteriores entregas, por dispares entre sí que éstas fueran: grandes canciones. Disco decididamente oscuro, por momentos divertidamente grotesco y, en su mayoría, en exceso esquivo, Emotional Mugger nos sirvió al menos para poder disfrutar del arrollador directo de Segall y su “nueva” banda The Muggers, con Mikal Cronin al bajo, Kyle Thomas (aka King Tuff) y Emmett Kelly a la guitarra y Cory Hanson y Evan Burrows, ambos de Wand, a los teclados y a la batería respectivamente. Hay quien todavía no se ha recuperado tras asistir a sus dos pases en el último Primavera Sound.
Desgraciadamente, Broken Bats, el proyecto que iba a montar con Steve McDonald (Redd Kross, OFF!) y Dale Crover (Melvins) no llegó a materializarse; por suerte, ha sabido llevar a mejor puerto su asociación con Chris Shaw, líder de Ex–Cult, y su fiel escudero Charles Moothart. GØGGS veía la luz en julio a través de In The Red después de tres largos años de preparación, treinta días de escritura y una semana encerrados en el estudio. Agresivo, urgente y subyugante. Así, sí.
2017
El 27 de enero Drag City lanza Ty Segall… Escúchalo. YA. Tenemos once meses por delante; ¿cómo lo llevas, Ty?

NOW PLAYING. ¿QUÉ SUEÑA EN CASA DE TY?
“Estoy constantemente buscando cosas nuevas para escuchar; desde que siendo un chaval descubrí que los discos eran un universo paralelo con incontables y fascinantes planetas en los que perderme, nunca he dejado de escarbar en las cubetas de las tiendas. Últimamente he estado escuchando mucho a los Residents y los discos que grabó su guitarrista Snakefinger en solitario. A ver, deja que mire qué hay alrededor del tocadiscos… The Mighty Ceasars, la banda de Billy Childish, un auténtico referente; Bluejans & Moonbeams, de Captain Beefheart; el single de The Astronauts para Stiff Records; el debut de Arthur Lee en solitario, un disco extraño pero con un par de temas buenísimos; Bill Fay, hace un par de noches lo estuve escuchando hundido en mi sofá; y algunos discos de mi vieja colección de hardcore, a la que saco el polvo de vez en cuando: Black Flag, Goverment Issue, S.O.A., Rich Kids on LSD…”
Bonus tracks: Busca en YouTube su aparición en el “What’s in My Bag?” de Amoeba Records y le verás hablando con entusiasmo del pillaje que realizó en 2012 en la descomunal tienda de San Francisco: Frank Zappa, Bauhaus, Swell Maps, West Cost Pop Art Experimental Band, Dicks, The Byrds, Deviants, TV Personalities, The Flying Lizards, Pete Townshed… Le brillan los ojos y una sonrisa le acompaña durante todo el metraje. Conoces esa sensación, ¿verdad?
IN TY WE TRUST. AMIGOS Y CÓMPLICES
En su intensa trayectoria de algo más de una década, nuestro interlocutor ha sido un apasionado defensor de la labor de los sellos independientes y un elocuente ejemplo de que en la colaboración con mentes afines reside una de las mayores recompensas de la creación artística. Contactamos con cuatro amigos / cómplices que le conocen bien para que nos hablen del compositor rock más prolífico de su generación.
Tim Presley. El líder de Darker My Love y White Fence es una de las figuras más respetadas de la actual escena musical de San Francisco. Juntos alumbraron el disco colaborativo Hair (Drag City, 2012) y Segall ayudó a su amigo durante la grabación del último disco hasta la fecha de White Fence, For the Recently Found Innocent (Drag City, 2014).
“Técnicamente, escuché su música por primera vez en un concierto de Nodzzz, la banda de mi hermano, en el club The Smell de Los Ángeles; su grupo Traditional Fools también actuaba esa noche. Pero no hablamos hasta al cabo de un tiempo, afuera de un bar en San Francisco donde White Fence acabábamos de tocar. Me dijo que le gustaban nuestros dos primeros discos y que le encantaría hacer un LP compartido; me cautivó instantáneamente su entusiasmo. Además, compartíamos unos gustos musicales parecidos, ambos veníamos del punk y adorábamos clásicos como S.F. Sorrow, Forever Changes, Madcap Laughs, Electric Warrior, Ziggy Stardust… Supe que acabaríamos haciendo algo juntos y así fue. La idea inicial era: una cara yo, otra él. Empezamos a grabar cosas juntos y vimos que teníamos algo especial entre manos, aquello se transformó en una banda de dos. Ty y yo hablamos el mismo idioma musicalmente; descubrí con él que es posible tener algo parecido a un alma gemela musical. Ninguna idea era mala y ambos fuimos muy creativos durante esas sesiones. Fue una colaboración genuina, nuestros cerebros se fundieron casi como si el uno pudiera terminar las frases musicales del otro.”

Larry Hardy. Veinticinco años al frente del sello In The Red, con sede en Los Ángeles, le acreditan como uno de los padrinos del underground yanqui más insurgente: Boss Hog, Cheater Slicks, Bassholes, Dirtbombs, Black Lips, Thee Oh Sees o Jay Reatard son solo algunas de las muchas referencias que llevan su firma. Segall recurrió a él para materializar sus rodajas más sónicamente demoledoras: los dos LPs de Fuzz, el Slaughterhouse de la Ty Segall Band y el debut de Gøggs.
“Uno de los momentos más especiales de nuestra relación fue la primera vez que escuché Slaughterhouse y Fuzz: me volaron la cabeza por completo. Trabajar con Ty y sus compañeros es fácil y estimulante; ojalá todas las bandas fueran así… Ty vive cerca de nuestra oficina y su mujer Denée trabaja conmigo, así que nos vemos muy a menudo; pero más allá de nuestra amistad, te diré que es uno de los principales responsables de que me siga excitando el rock en la actualidad. Tiene un talento enloquecedor y su destreza con los instrumentos, incluida su voz, es abrumadora. Me encanta que pueda ser tan prolífico y lograr que sus lanzamientos sean diferentes entre sí; no creo que sea algo fácil de sacar adelante, pero él hace que lo parezca.”
Mike Donovan. Co-responsable, junto a John Dwyer (Coachwips / Thee Oh Sees), del génesis de la escena garaje-psych de San Francisco que amamantó al adolescente Ty, Donovan fue el líder de Sic Alps, combo en el que el prodigio rubiales tocó brevemente la batería. Donovan le echó una mano durante la grabación de Melted y Segall le devolvió el favor co-produciendo el debut homónimo de Peacers, su proyecto post-Sic Alps, en 2015.
“Nos conocimos en Amoeba; él llevaba una copia de U.S. EZ –tercer álbum de Sic Alps, editado por Siltbreeze en 2008, n.d.r. –, nos reconocimos y empezamos a charlar. Por aquel entonces él estaba todavía trabajando en el que sería su disco homónimo para Castle Face. Al cabo de poco, Sic Alps y Thee Oh Sees nos lo llevamos de gira, su primera vez, y recuerdo que hacía los deberes de la universidad en la furgoneta, en los trayectos entre concierto y concierto. En escena era sólido, no titubeaba, así que luego le invitamos a que se uniera a nosotros en directo durante un tiempo. Cuando me planteé grabar el disco de Peacers tuve claro que iba a llamarle; tiene un talento único, llega al estudio y todo fluye en la dirección correcta. Trabajar con él fue una especie de tributo a ese talento innato suyo; metabolizó las canciones en una tarde y en un par de días, con él a la batería y al bajo, logramos terminar el disco. Todo el mundo admira su talento como multi-instrumentista y compositor, pero a mí me cautiva especialmente es su voz, es lo que me enganchó la primera vez que le escuché… ¡Ah! Y tengo que decir que es todo un caballero, uno de los mejores tipos que conozco.”
Eric Friedl. Otra figura de capital importancia para entender la escena subterránea estadounidense de las dos últimas décadas, como 1/3 parte de los Oblivians –Greg Cartwright y Jack Yarber completan el oxidante trío– y como capitoste de Goner Records. Desde 1993 ha escupido rodajas de Reatards, Guitar Wolf, King Khan & BBQ Show, The Reigning Sound, Carbonas o Eddy Current Suppression Ring. Lemons, Melted y el recopilatorio Singles 2007–2010 llevan el sello de la disquera de Memphis.
“John Dwyer me lo presentó en un bolo de esa primera gira conjunta; Ty me pasó un CD, que acabaría siendo su debut para Castle Face, y caí rendido ante su actitud lo-fi / punk / psych. Él era fan de los Reatards, compartía una energía similar, pero llevó su sonido por otros derroteros; la psicodelia alocada de Sic Alps, una banda en mi opinión muy infravalorada, también le influyó por aquel entonces. A pesar de la distancia, él en la Costa Oeste y nosotros en Memphis, fue emocionante ver cómo armó la grabación de los dos discos que hizo con nosotros. Admiro su compromiso e independencia; no está en esto para acabar poniendo su nombre a unas zapatillas, su actitud es la misma que cuando empezó: le apasiona toda la música que saca adelante con los distintos proyectos en los que está metido. Tiene su propio sello para editar lo que le apetece y produce a bandas que le motivan. Resumiendo: es un jodido tornado, pero es capaz de mantener la cabeza en su sitio; creo que tendrá que ver con el surf: a las olas no les importa si has logrado una buena (o mala) crítica en Pitchfork.”
Texto: Roger Estrada
Fotos: Denée Petraceck
Publicado en Ruta 66 (febrero 2017)