
Formas parte del grupo español revelación de 2018. Una canción que compusiste en 15 minutos con tus colegas se convierte en el himno paródico de cayetanos e indies confusos. Otra en la que canta Amaia de Operación Triunfo supera los 5 millones de reproducciones en Spotify. No tienes treinta años, sales por Malasaña y el elepé de debut de tu banda ha generado una expectación como no se recuerda en España.
Son las 20h30 de un miércoles y los cuatro amigos de Carolina Durante —Diego Ibáñez, Martín Vallhonrat, Mario del Valle y Juan Pedrayes—me reciben en la habitación del hotel barcelonés donde han concentrado una larguísima jornada de promoción. Están cansados pero comunicativos, con esa cercanía y esa absoluta falta de impostura que se intuye esencial para descifrar el por qué de su rápida conexión con los jóvenes de hoy. En un país en el que se espera con el colmillo afilado el traspiés de cualquiera que haya sido aupado como the next big thing, un disco como Carolina Durante (Sonido Muchacho / Universal Music) debe ser alabado como lo que es: la epatante confirmación del talento de una banda que ha sabido encapsular el hastío de su audiencia objetiva con canciones que fusionan el nervio y la voracidad de las bandas de la Movida, el alocado sentido del humor del mejor punk-pop y unas angustiosas guitarras en feedback heredadas de sus ídolos The Jesus & Mary Chain. Y luego están esas letras de Diego Ibáñez, pieza clave del éxito final de Carolina Durante: no reconozco otro letrista de su generación con semejante capacidad para sintetizar todo un mundo de sentimientos en tan dolorosas y a su vez divertidas estampas de abulia cotidiana y corazones rotos.
Empecemos por la pre-historia de Carolina Durante. Habladme del Colegio Santa María de Yermo o, quizá mejor, de las horas compartidas por Diego y Mario fuera de sus aulas, escuchando discos y quizá fantaseando con montar un grupo.
Mario del Valle: En el colegio cada uno tenía su grupo de colegas, así que no conectamos de verdad hasta más tarde, en la época de la uni. Nos pasábamos las tardes en casa de un amigo común y un día hablando vimos que a los dos nos gustaba la música, así que empezamos a pasarnos discos y a ir a conciertos juntos. Recuerdo con especial cariño ir a todos los bolos que hacía Joe Crepúsculo en Madrid, eran una fiesta.
Diego Ibáñez: El concierto que finalmente nos
animó a montar un grupo fue uno de Perro y Belako; salimos en plan “qué pasada,
mira a estos chavales, podríamos ser nosotros”. Al cabo de un tiempo nos junté
con Durán, nuestro primer batería, y Martín, al que conocía de toda la vida
pero que no sabía que un día había tocado el bajo.
Martín Vallhonrat: Eso es, ¡un día! (risas) Cuando quedamos para hacer nuestro
primer ensayo vinieron a recogerme en coche a casa y cuando me vieron bajar se
quedaron a cuadros: “¿dónde está el bajo?”. Pensaba que me querían para poner
coros o algo, ¡hacía seis años que no cogía un bajo!
Diego: Poner coros, dice. ¿¡Acaso somos una banda de góspel?! (risas)

De ese primer ensayo volamos a vuestro concierto en la última edición del festival Tomavistas. Diego, compartiste un vídeo del momento en que tocabais «Cayetano» en el que decías que “lo que ha supuesto o supuso esta canción para el grupo es innegable” …
¡Lo borré al poco rato! (risas). Me dio vergüenza porque no quiero dar la turra y me da miedo convertirme en algo que si lo viera desde fuera pensaría “¿dónde va este flipado?”. Supongo que es inseguridad. En cuanto a lo que escribí, pues imagínate estar ahí arriba, en un festi de tu ciudad y con miles de personas cantando una canción que sacamos en 15 minutos. Es algo irreal y también emocionante, claro.
Quizá todavía más importante haya sido «Perdona (ahora sí que sí)», un hit que es también una apuesta valiente: tomar un tema de Marcelo Criminal, un outsider total, darle vuestro toque y coronarlo con la colaboración de Amaia para que su mensaje universal llegue a un público masivo. ¿Cómo se os ocurrió esa mezcla?
Martín: Fue un impulso, como todo lo que hacemos. Amaia subió un stories cantando una canción nuestra –«El himno titular», n.d.r.–, le escribimos para agradecérselo, acabamos quedando para ver si surgía algo y la conexión fue total. Teníamos en mente desde hacía tiempo hacer una versión, pero al conocerla vimos que unir a Marcelo Criminal, puro costumbrismo underground murciano, con la ganadora de Operación Triunfo era una idea demasiado loca y genial como para no lanzarnos a por ella.
Diego: Cuando quedamos con ella vimos que no tiene nada que ver con el universo OT, por cómo está enfocando su carrera y por las referencias que tiene; eso nos motivó todavía más a hacer la colaboración para romper prejuicios estúpidos. Que de vez en cuando asomen en el mainstream total voces como la suya da algo de esperanza.
Bajemos de nuevo al subsuelo. Cuando Diego RJ os entrevistó en El Sótano de Radio 3 preparasteis una selección con temas de Television Personalities, Jay Reatard, Gato Pérez, Plus-Tech Squeeze Box o Airbag. ¿Cómo filtráis referencias tan dispares, cuáles se comparten y disfrutan y cuáles, además, pueden colarse en futuras canciones?
Mario: A veces escuchar tantas cosas distintas puede ser un poco agobiante; cuando acaba el año y pienso en todo lo que he escuchado, veo que lo que más me ha calado es aquello que se mueve en una onda estilística muy concreta.
Juan Pedrayes: Pero siempre podemos sacar algo, como una idea para un arreglo, de una canción que no tenga nada que ver con nuestro rollo.
Martín: Mola eso de pasar por la batidora distintos referentes; el otro día escuché un tema de The Drums y pensé en cómo quedarían sus líneas de bajo con el dream pop de 107 Faunos, una voz a lo Talking Heads y una batería muy primitiva.

Un grupo aprende de las canciones que escucha, de tocar y tocar las suyas y, también, del trabajo en estudio. ¿Qué lecciones os lleváis tanto de la grabación del disco como de las mezclas que os ha hecho alguien con el currículum de Martin Glover –The Charlatans, The Cult, James, The Verve; n.d.r.—?
Mario: Con Martin la sorpresa ha sido absoluta, nos ha enseñado que nuestras canciones pueden sonar de una manera que nosotros nunca nos hubiéramos imaginado. Lo que ha hecho con las guitarras de «KLK», por ejemplo, eso que nosotros llamamos “efecto pecera”, ha sido flipante.
Martín: Después de esta experiencia, miramos lo que hemos hecho hasta ahora y decimos “OK, podemos forzar más la máquina”. El disco es potente, pero quizá podría sonar un poquito más guarro; para el segundo tenemos claro que vamos a arriesgarnos más porque creemos que podemos hacerlo. Entre los EPs, que sonaban con una distorsión más aguda, un rollo The Jesus & Mary Chain pero de bajo presupuesto, porque no había apenas, y el disco, más rotundo y definido, hay mucho terreno con el que jugar en el futuro; además de otros que queramos explorar, claro.
Diego: Hay gente que viene a vernos en concierto y se queda descolocada; tiene tan aprendidas las canciones de como suenan en disco que piensa que suenan mal. Pero es que nosotros queremos ensuciarlas, transformarlas para que tengan un rollo propio cuando las tocamos en directo.
Diego, tus letras presentan situaciones muy reconocibles de amor y desengaño, pero también espacios, bares o clubes de Madrid, que ayudan a que la conexión pueda ser aún mayor con el público local. Pienso, por ejemplo, en «Necromántico»: “las cosas ya iban mejor / puse freno a mi desgaste / varias noches dando amor / a las chicas del Nasti”. ¿Es importante para ti geolocalizar aquello que vas a cantar?
Nunca antes había escrito nada y quizá por eso escribo como me sale, hablando de cosas que a mí me molaría escuchar, de cosas que a mí me suceden. Y necesito ubicarlas en un tiempo y en un espacio: contar algo que he vivido una noche en el Nasti o en el Circo creo que lo hace más real y cercano; pienso también que a mí me gustaría escuchar esa historia. Pero ya que hablas de «Necromántico», te diré que ahora la escucho y hay algunas partes que me dan un poco de vergüenza: “Las cosas ya iban mejor/ tan solo hacías ruido de fondo / el mundo ganaba color / ya no era tan otoño”… ¡¿Ya no era tan otoño?! ¡¿Qué chorrada es esa?! (risas)

Como decías, estabas empezando a escribir letras y, además, intuyo que eres bastante autoexigente.
Seguro, pero me da rabia también que esa autoexigencia me reste frescura, así que tengo que encontrar el equilibrio entre dejarme llevar y escribir lo que siento y revisarlo varias veces para que sea la mejor letra posible.
¿Y las mejores letras surgen cuando estás jodido? Existe la idea romántica y seguramente perniciosa de que del sufrimiento surgen mejores canciones, pero quizá habría que puntualizar que se puede encapsular el aprendizaje de un sufrimiento puntual para poder convertirlo en un temazo incluso cuando uno está perfectamente.
Por el momento te confirmo que las mejores letras son las que escribo cuando estoy jodido, pero también te digo que fuerzo las cosas y le pongo melodrama; no soy para nada un tío oscuro que está todo el día llorando en casa. Dicho esto, ahora estoy en una fase de mi vida un poco regular y Juan me dijo el otro día: “qué de puta madre, ¿no?, ahora te saldrán unas letras de la hostia”. ¡Vuelta al pozo y nuevo disco! (risas de todos)
Para terminar: una canción, un disco, un concierto, una película y un libro.
Martín: «Hey» de los Pixies; Relationship of Command de At the Drive-In; Queens of the Stone Age tocando en el Rock en Seine por el décimo aniversario de Rated R; Canino de Yorgos Lanthimos; Veinte corazones, ganadores de Efthimis Filippou.
Mario: «Arsenal de excusas» de Los Punsetes; Guitarras callejeras de Pata Negra; concierto no me viene ninguno ahora; vuelvo a Pata Negra para decirte la peli Bajarse al moro; y Juan Salvador Gaviota de Richard Bach.
Juan: «Comics y Posters» de Airbag; Punk de Chai; Kero Kero Bonito en el festi Wales Goes Pop, en Cardiff; libro, La chica a la orilla del mar de Inio Asano.
Diego: «Para los seres atados (las conexiones terrenas)» de Triángulo de Amor Bizarro; Una montaña es una montaña de Los Punsetes; The Jesus & Mary Chain en el NOS Alive 2015 tocando entero Psychocandy por su 30 aniversario; libro, Diario de un mal año de J.M. Coetze.
Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (octubre 2019)

CAROLINA DURANTE
Carolina Durante
Sonido Muchacho / Universal Music
Cuando tienes veinte años necesitas himnos: canciones que hablen de cosas que tú también sientes y que te hagan sentir menos solo. Hace veinte años, los diez temas del debut de Carolina Durante hubieran sido diez himnos para mí; hoy conforman mi disco nacional favorito de 2019 porque uno jamás olvida lo que es sentirse solo y tener grandes canciones en las que cobijarse. Carolina Durante es, sin duda, un álbum importante. Para Diego, Martín, Mario y Juan porque, a pesar del frenético ascenso mediático vivido en poco más de dos años, confirma que su mojo creativo se mantiene al rojo vivo y que no necesitan recurrir ni a temas ya consagrados –cualquiera de sus ocho singles previos, con «Cayetano» o «Perdona (Ahora sí que sí)» como fenómenos que han dinamitado el indie (ejem) desde dentro—ni a medianías de relleno para articular una secuencia de temas de altura que responda a las enormes expectativas generadas.
Y es también un álbum importante para cualquier banda de veinteañeros de nuestro país que esté en su local de ensayo balbuceando sobre el desamor bajo una maraña de distorsión. Chavales, Carolina Durante os están diciendo que sí se puede. Pero no es fácil, claro; hacen falta talento y sentimiento. Y aquí lo hay a borbotones: en el brío permanente de «Cementerio (El último parque)», en las palmas galácticas que propulsan el (re)ajuste de cuentas de «KLK», en el spoken message previo al estallido de pegajosa sinceridad de «Nuevas formas de hacer el ridículo», en el candoroso y trotón patetismo de «Cuando niño» o en el mayor himno del disco de los himnos, «Joder, no sé». Diego, Martín, Mario, Juan: sí lo sabéis, ¡joder! Roger Estrada
