STIFF LITTLE FINGERS. Todavía ardiendo

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En un mundo ideal Green Day deberían pagarle a este grupo royalties hasta el día del juicio final. La frase no es del arriba firmante, sino de un redactor de la edición inglesa de la revista GQ tras ver a Stiff Little Fingers en una de sus últimas giras y reencontrarse con una banda con la que, reconozcámoslo, la historia del punk (y del rock) no ha sido del todo justa. Quizá por surgir de una ciudad, Belfast, demasiado alejada del epicentro del punk londinense que acaparaba los flashes mediáticos o quizá por el menor impacto estético o carisma escénico de sus miembros en comparación con los Strummer, Rotten o Sensible que seducían con su “punk attitude” a la juventud airada de finales de los años 70, lo cierto es que solo ha sido con el paso de los años y la revisión de su propia historia, que el punk y sus cíclicos revivals han restituido la importancia de una banda que, como mínimo, logró con su debut Inflammable Material (1979, Rough Trade) uno de los discos capitales para entender el cataclismo musical más revolucionario de las últimas tres décadas. Para hablar de aquellos años vividos a toda prisa pero también de sus periodos de crisis y resurrección nos pusimos en contacto con su incombustible líder, un Jake Burns que, desde su residencia actual en Chicago, irradia una enorme satisfacción ante la gira que este mes de marzo les llevará en concierto a San Sebastián (Gasteszena, 11 de marzo), Bilbao (Kafe Antzokia, día 12), Madrid (Joy Eslava, día 13) y Barcelona (Sala Apolo, día 14).

¿Cómo fue crecer en Belfast en los turbulentos años setenta?
Cuando estalló el conflicto armado, en 1969, yo tenía once años y no era muy conciente del alcance real de lo que sucedía a mi alrededor ni de sus implicaciones socio-políticas, ya que en un primer instante la violencia estaba localizada en ciertas áreas de la ciudad. Pero cuando se fue extendiendo y apoderándose de toda la ciudad, se acabó colando en nuestro día a día, era una amenaza real que impregnaba y enrarecía el ambiente en la calle. A raíz de las bombas y los disturbios, el ejército bloqueaba ciertas áreas de la ciudad a partir de las 18h, con lo que para un chaval como yo, acostumbrado a convivir con el horror, lo que me generaba aquel conflicto era un aburrimiento absoluto. Estaba sitiado en mi barrio y, cuando las cosas se ponían extremadamente feas, no teníamos ni permiso para salir a la calle.

¿Y en este ambiente, qué papel jugaba la música?
Nos aislábamos escuchando la radio y leyendo las revistas. Desgraciadamente, sin embargo, ningún grupo quería venir a Belfast a actuar, el único que lo hacía era Rory Gallagher, que había vivido en la ciudad de joven, sentía afecto por ella y no le temía a nada ni a nadie. Era un héroe para los chavales de Belfast y sin duda fue mi principal inspiración para convertirme en músico. Como te decía, la radio lo era todo para nosotros y especialmente el show de John Peel en la BBC. Con 15-16 años mis amigos y yo escuchábamos su programa para sentirnos libres, para olvidar que en lugar de estar de juerga por la ciudad estábamos en casa encerrados por culpa del toque de queda.

Tengo entendido que los Clash tuvieron problemas la primera vez que quisieron actuar en Belfast, ¿no es así?
Los del seguro de su gira se asustaron y cancelaron el show la mañana del día del concierto. Lo curioso es que con la cancelación provocaron lo que pretendían evitar; en otras ciudades, si llegas al club y descubres que se ha cancelado el concierto, maldices al promotor, vas a por cervezas y te largas a casa a emborracharte. En Belfast no, claro; hubo disturbios y acabó interviniendo la policía. Mis planes de desahogo no contemplaban la violencia, quería conocer a la banda y me fui a su hotel con unos amigos. Joe y Paul bajaron a recibirnos, se disculparon por la cancelación y nos prometieron que volverían canto antes; lo hicieron al cabo de cuatro meses. Fueron la primera banda de punk que vi en directo y el otro motivo principal por los que decidí empuñar una guitarra.

Su primer disco lo cambió todo, ¿verdad?
Su debut y el de Sex Pistols fueron cruciales. Con todo lo que hervía a mi alrededor, ¿crees que la música que necesitaba estaba en los discos de Yes o Genesis? Con los primeros discos de punk sentía una excitación similar a la que debieron vivir los chavales de los 50 cuando descubrieron a Elvis Presley. Pero debo reconocer que nunca sentí que más allá de aquel estallido, de aquella patada necesaria en el trasero de la industria, el punk fuera a convertirse en algo con significado perdurable en el tiempo. Clash y Pistols me hablaban de mucha de la mierda que estaba viviendo, sí, pero gran parte de los grupos punk de aquella época, como Damned o Ramones, escribían canciones de evasión para hacer el ganso. Eso es perfectamente lícito y sin duda necesario, pero yo siempre he conectado con los artistas cuyas canciones significan algo profundo para ti, como Bob Dylan.

Hablando de compromiso con la realidad social, en aquella época hubo cierta tensión entre Stiff Little Fingers y The Undertones, otro grupo de Irlanda del Norte, que os acusaba de hacer sensacionalismo del conflicto armado en vuestras canciones.
De algún modo, representábamos las dos visiones existentes a la hora de afrontar la realidad por parte de la población norirlandesa. Ellos pensaban “ya es bastante duro convivir con este horror como para cantar sobre ello, ayudemos a los chicos a evadirse hablándoles de otras cosas”. Me parece una opción respetable, más ahora que cuando los sentimientos estaban a flor de piel y había que tomar partido. Porque, como te decía antes, yo creo en las canciones que te hablan de aquello que te afecta y el conflicto, además de arrebatarme mi adolescencia, le estaba quitando la vida a centenares de personas, por el amor de Dios. No podía, no quería pretender que no era consciente de ello. Y sabía que si formaba una banda podría gritar mi rabia y que la gente me escuchara. Creo que nuestro triunfo fue no posicionarnos en un bando u otro, sino decir “mirad, estamos hartos de convivir con esto tanto como vosotros; ya basta de aceptarlo como algo cotidiano, ya basta de aceptar que este conflicto nos esté arrebatando nuestras vidas”. Puede sonar pretencioso, pero de veras creo que la gente que escuchaba nuestras canciones y venía a nuestros conciertos nos agradecía poder desahogarse con nosotros de la mierda acumulada después de tantos años de violencia y muerte.

Este 2009 se celebra el trigésimo aniversario de Inflammable material. ¿Cómo recuerdas la grabación de vuestro clásico debut?
Con la perspectiva del tiempo, sin duda me hubiera gustado tener más tiempo para grabarlo, incluso haber podido utilizar un afinador de guitarras (risas).  Estábamos acojonados, claro. Era la primera vez que grabábamos un disco, no sólo para nosotros sino también para Geoff (Travis, de Rough Trade, ndr), que aunque había grabado algún single con anterioridad se enfrentaba a la producción de un álbum entero por primera vez. Con estos antecedentes la única opción posible era facilitar las cosas, así que entramos a grabar todos juntos como si fuera un concierto. Creo que solo hicimos tres o cuatro “overdubs” de guitarra. En aquel momento pensábamos que no íbamos a tener la oportunidad de grabar otro disco, así que lo mejor era hacerlo de la forma más simple y contundente posible: en directo y en pocas tomas.

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¿Y cómo vivisteis la gira de presentación del disco?
En 1978, antes Inflammable Material, giramos con la Tom Robison Band. Tom había escuchado nuestro primer single en el programa de John Peel y al parecer le gustamos tanto que por eso pensó en nosotros. Imagínatelo: cuatro chavales que jamás han salido de Belfast y que reciben la llamada de la banda inglesa del momento para invitarlos a irse de gira con ellos. Fue muy excitante. Tocamos en sitios con los que soñábamos cuando leíamos las reseñas de conciertos en las revistas, como el Apollo de Glasgow o el Hammersmith Odeon. Eso sí, cuando al cabo de unos meses giramos por nuestra cuenta para defender nuestro debut las condiciones fueron más duras, los clubs más pequeños y las audiencias más salvajes (risas). Llegó un punto en que rogamos a nuestro mánager que pusiera fin a la gira, estábamos exhaustos y solo queríamos volver a casa y dormir un poco.

Firmasteis con Chrysalis para la grabación de vuestro segundo disco, Nobody’s Heroes (1980). ¿Cómo funcionó vuestra relación con la discográfica?
Tras el éxito de nuestro debut, se acumularon las ofertas de discográficas que nos prometían cantidades ingentes de dinero. Pero a nosotros el dinero no nos importaba tanto como el control creativo. La mayoría de sellos querían tomar las decisiones por nosotros, ponernos a trabajar a las órdenes del productor de éxito del momento, montarnos en un jet para grabar en Los Ángeles, ese tipo de grandes ideas.  Nosotros creímos que aquello solo iba a dificultar las cosas porque nuestra intención era seguir trabajando como hasta entonces. Y Chrysalis fueron los únicos que nos dijeron “vosotros sabéis como hacer un disco y nosotros sabemos cómo venderlo, ¿qué os parece si unimos esfuerzos con cada parte dedicándose a lo suyo”.  Nos dieron libertad total y estuvieron de acuerdo en todas nuestras condiciones.

¿Crees que vuestros seguidores entendieron la evolución que emprendisteis con Go For It (1981) y especialmente Now Then… (1982), donde expandisteis vuestro sonido desde el punk hacia un terreno más pop?
Ya estábamos acostumbrados a la incomprensión de cierto sector de nuestro público, fans que nos decían “sí, me gusta Nobody’s Heroes, pero no es tan bueno como Inflammable Material”. Y luego, cuando editamos Go For It, nos dijeron “sí, me gusta, pero no es tan bueno como Nobody’s Heroes” (risas).  Es algo con lo que había que convivir, forma parte del juego en la relación con tus seguidores. Lo fácil hubiera sido hacer Inflammable Material 3 y 4, pero eso no tenía ningún sentido para nosotros porque queríamos hacer cosas nuevas y porque, para qué negarlo, Nobody’s Heroes ya había sido nuestro Inflammable Material 2 (risas).

Con todo, tras Now Then… decidiste disolver el grupo… aunque lo reformaste solo cuatro años después. ¿Qué motivó la separación y qué cambió para que os volvierais a juntar al cabo de tan poco?
Ya no nos soportábamos y hacía ya tiempo que aquello no nos divertía, así que tras algún que otro encontronazo desagradable, pensamos que lo mejor era dejarlo estar. Ahora lo pienso y creo que acabamos quemados los unos de los otros por la rutina disco-gira-disco-gira, estábamos todo el tiempo juntos y hubiera sido mejor perdernos de vista durante unas semanas después de cada gira. Tras la separación, cada uno siguió su camino y durante casi cuatro años perdimos el contacto. Hasta que un día recibí una llamada de Ali, quedamos para hacer unas cervezas y al final de esa misma noche, ya madrugada, decidimos reformar la banda (risas). Para serte sincero debo decir que también influyó el hecho que por aquel entonces ambos vivíamos lejos de casa, las Navidades estaban cerca y no teníamos dinero para visitar a nuestra familia. Pensamos que no nos costaría conseguir algunos conciertos en Gran Bretaña, pero nunca imaginamos el revuelo que despertó aquella gira, cuyo punto álgido fueron los dos conciertos en el Brixton Academy de Londres ante cerca de 11.000 personas.

Y con SLF de vuelta, y ya entrados en los años 90, ¿cómo te sentiste cuando las bandas del revival punk, como Green Day o Rancid, os citaban como influencia?
Siempre es halagador cuando bandas jóvenes te citan como influencia, aunque con algunas te sientes más halagado que con otras (risas). Era más estimulante si esas bandas desarrollaban su propia voz a partir de ciertas influencias que pudieran tener de nosotros u otras bandas de nuestra época.  En cualquier caso, si escuchando a esos grupos, sus jóvenes seguidores decidían buscar nuestros apolillados álbumes en la tienda de su barrio pues genial; nosotros también descubrimos a The Stooges gracias a quedar noqueados por los primeros discos en solitario de Iggy Pop.

¿Qué opinión os merece Still Burning, el documental sobre vosotros que dirigió Don Letts?
Cuando nos hablaron del proyecto y de que Don se iba a hacer cargo de él, nos pareció la opción idónea porque no hay nadie más indicado para plasmar la explosión musical y cultural que se produjo en Gran Bretaña a finales de los setenta. Lo único que me decepciona de la película, y no es culpa suya, es que cuando intentamos recopilar material de archivo de la época los propietarios de las grabaciones pidieron un dinero exorbitante. Y te hablo de personas que considerábamos amigas de la banda y que ahora nos pedían 1000 libras el minuto. Fue una decepción, pero por lo demás estamos muy contentos de cómo Don plasmó la historia de la banda.

Tras más treinta años al frente de SLF, ¿cómo sientes que el público os percibe hoy en día?
Nuestro público es quien nos ha permitido que lo que empezó con la reunión de cuatro chavales de Belfast con ganas de expresarse a través de la música se haya convertido en esta fantástica aventura de más de tres décadas. Solo espero que la gente que venga a vernos en España llegue a pensar “puede que así fueran sus conciertos de antaño”, porque si algo pretendemos con cada nueva gira es mantener el mismo nivel de energía, entrega y honestidad. Y si tienen la posibilidad de conocernos en persona, verán que seguimos siendo cuatro afables tipos con los que podrían ir a tomarse unas cervezas… o un té (risas).

REDESCUBRIENDO A SLF CON DON LETTS

Tras dirigir los aclamados documentales The Clash: Westway to the World (2000) y Punk: Attitude (2005), Don Letts recibió el encargo de realizar uno sobre SLF coincidiendo con el trigésimo aniversario de su formación. Para hablar de Still Burning y de su relación con la banda contactamos con él por vía telefónica y esto es un extracto de lo que nos contó.

“A mediados de los setenta, los que vivíamos en el epicentro de la explosión punk en Londres solo estábamos interesados en las bandas locales, así que mis bandas favoritas de aquella época eran Sex Pistols, The Clash, Subway Sect, The Slits, The Banshees… Y la única banda de fuera de la ciudad que me gustaba eran The Buzzcocks. Yo sabía de la existencia de Stiff Little Fingers pero debo reconocer que no le presté mucha atención a su música por aquel entonces.  Cuando me ofrecieron el proyecto del documental tuve la posibilidad de redescubrir su legado y darme cuenta que, junto a los debuts de Clash, Pistols y Damned, el suyo, Inflammable Material estaba sin duda a la altura de los otros tres.  Conforme avanzaba la grabación fui siendo conciente del impacto del punk fuera de Inglaterra; mientras nosotros nos preocupábamos por pagar el alquiler y conseguir trabajo, en Belfast gente como Jake y sus compañeros en SLF lidiaban con la muerte a diario.

Fue un proceso de reeducación para mi, una oportunidad de liberarme del corsé del punto de vista londinense sobre lo acontecido aquellos años. Pero no fui el único implicado en el proyecto que tuvo la oportunidad de reconsiderar o reconocer la importancia de SLF; Geoff Travis estuve encantado de hablarme abiertamente de cómo el éxito de su debut ayudó a lanzar a Rough Trade como sello y Steve Diggle (The Buzzcocks) también compartió con la cámara su sensación de que no se les había reconocido como sin duda merecían. Por otra parte, en los dos conciertos que grabé de ellos en 2006 para el documental pude comprobar de primera mano su capacidad para reunir a un público de distintas generaciones, desde tipos de 45 años a adolescentes, lo que da una muestra irrefutable del poder comunicativo de su música y, muy especialmente, de sus letras. Debo reconocer que hoy en día no suelo ir a conciertos, ya no me divierto ni me impacta nada como antaño, pero te juro que esos dos conciertos fueron como un viaje en el tiempo, algo totalmente inesperado que tuve la suerte de experimentar en persona y plasmar en imágenes”.

Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (marzo 2009)

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