“Estás en tu pequeña habitación trabajando en algo bueno
Pero si es realmente bueno vas a necesitar una habitación más grande
Y cuando estés en esa habitación quizá no sepas qué hacer
Quizá debas pensar en cómo empezaste cuando estabas sentado en tu pequeña habitación”.
“Little Room”, The White Stripes (“White Blood Cells”, 2001).
Uno entendería que pudiera costarles lo suyo a Jack y Meg White acordarse de cómo empezó todo desde la planta treinta y pico del Hotel Arts de Barcelona. El amplio ventanal que llena de sol primaveral su espaciosa habitación les aboca al difuso perfil de una ciudad que, como ellos, ha vivido mucho en muy poco tiempo. Pero si uno atiende a su nuevo y fascinante “Icky Thump”, concluye que la de The White Stripes no parece haber sido una transformación tan grotesca como la de la ciudad condal. Mientras ésta se desnaturalizaba para abrirse al mundo hasta convertirse en paraíso para turistas y plaza hostil para sus ciudadanos, la discografía post-“White Blood Cells” (2001) del dúo de Detroit ha sabido progresar sin perder su esencia, espoleada por el poliédrico talento de un tipo que, pese a saber que jugaba con la ventaja de liderar el grupo del momento, ha ido utilizando con inteligencia su carta de libertad creativa para desafiarse a sí mismo e, indirectamente, también a aquellos que creían que su éxito, quizá coyuntural, acabaría por mermar la capacidad de regeneración de un discurso que ha ido mostrándose mucho más maleable de lo que casi todos pensábamos en un principio.
Después del éxito comercial, que no crítico, del difícil pero quizá infravalorado “Get Behind Me Satan” (2005), Jack White decidió tomarse un respiro y salir a la carretera junto a The Raconteurs, el grupo nacido de sus “encuentros informales para tocar algo” con su amigo y vecino Brendan Benson que acabaría provocando “Broken Boy Soldiers”, breve y desenfadado maridaje entre el clasicismo pop-rock de Benson y los exabruptos setenteros de White, juguetonamente secundados por Patrick Keeler y Jack Lawrence, la sección rítmica de The Greenhornes. Pero pese al chute de aire puro que ese divertimento insufló en su organismo, Jack tuvo que volver a hacer frente a los fantasmas del pasado. Si en 2003 ya llegó a las puños con su antiguo amigo Jason Stollsteimer (líder de Von Bondies, otro grupo de la escena garagera de Detroit), ahora debía hacer frente al pleito que su antiguo colaborador Jim Diamond interpuso contra el dúo por los royalties generados por sus dos primeros discos, ya que entendía que su trabajo como productor de su debut de 1999 y como responsable de las mezclas de “De Stijl” (2000) había sido determinante en la creación del sonido distintivo del grupo. Abrumado ante la hostilidad oportunista del que creía su amigo, Jack se encerró con Meg para empezar a trabajar en su primer disco para Warner Records USA tras el fin de su contrato con la reestructurada V2 (aunque en Europa sigan unidos a XL Recordings). El reencuentro con Meg (que durante la entrevista se mantiene en un discreto, entre tímido y bobalicón, segundo plano) fue como una vuelta al hogar para el atribulado geniecillo bicolor. Así, el expansivo “Icky Thump” se ha acabado beneficiando de la reforzada seguridad como artista de un Jack White que se sabe superviviente, que parece ya cómodo en su papel de involuntaria superestrella.
Este año se cumple vuestro décimo aniversario, ¿qué valoración hacéis de lo vivido hasta ahora?
Jack: Es increíble que llevemos tanto tiempo, pero lo que más nos sorprende es la repercusión experimentada estos últimos años. Nunca imaginamos que el tipo de música que nos apasionaba cuando empezamos interesara jamás al mainstream. Desde nuestro punto de vista, creo que eso es todo un logro.
Meg: Es un largo periodo de tiempo que parece que haya pasado en un minuto, todo ha sucedido tan rápido que a veces cuesta hacerse a la idea de que en realidad ya han transcurrido diez años.
Habéis reconocido que “Get Behind Me Satan” fue grabado bajo una enorme presión, ¿cómo afrontasteis las sesiones del nuevo disco?
Jack: Es la primera vez que hemos podido grabar un disco en un estudio contemporáneo, por así llamarlo, un sitio agradable y bien equipado. Los anteriores trabajos se gestaron en estudios más lo-fi, como Toe Rag, que son muy especiales y tienen su encanto, pero que también acarrean una serie de inconvenientes secundarios. En Blackboard Studio si se rompe un micrófono, lo arreglan rápidamente y gracias a ello hemos podido concentrarnos en las canciones en sí. Con todo, siempre hemos trabajado muy duro para conseguir extraer el mejor sonido trabajando con micros de bajo coste, así que para “Icky thump”, pese a contar con mayores recursos y un equipo más “profesional”, decidimos no perder esa actitud perfeccionista y por eso aprovechamos todo el tiempo disponible para experimentar sin descanso con esos juguetes nuevos (risas).
Jack, tras el disco y la gira con The Raconteurs, ¿cómo fue el reencuentro con Meg?
Jack: Justo al acabar la gira quedamos en mi estudio casero para empezar a trabajar en el nuevo disco; grabamos varias demos, algo que no habíamos hecho hasta entonces, para tener una primera versión, básica pero espontánea, de lo que surgía de ese reencuentro. Desde un punto de vista egoísta, esa gira fue una de las experiencias más gratificantes que he vivido recientemente porque tocando con otros guitarristas, ensayando e improvisando con esos chicos cada noche, crecí mucho como músico y se me ocurrieron muchas partes de guitarra que sabía que podría utilizar en el próximo disco con Meg.
Brendan Benson acaba de producir el primer disco de The Muldoons (grupo formado por su amigo Brian Muldoon y sus dos hijos adolescentes al que Jack produjo un single; n.d.r.) ¿Has podido escucharlo?
Jack: ¡Sí! Lo sacaré en vinilo con mi sello, Third Man. Les acabo de mandar un órgano Hammond como regalo… espera, ¿cuándo sale el artículo? No quiero chafarles la sorpresa…
En julio, tranquilo. ¿Cómo ha sido ver crecer de cerca a esos pequeñajos?
Jack: Son unos chicos maravillosos y les animo al 100% a no perder ese espíritu rockero tan fresco; poseen una inocencia y una honestidad ciertamente emocionantes en este mundillo donde a veces todo parece prefabricado. Verles es algo muy inspirador y te ayuda a no perder la perspectiva de las cosas, a recordar cómo eras tú cuando empezaste a rasgar la guitarra.
Hablando de frescura casi naïf, siempre ha habido mucha controversia alrededor de la figura de Meg como batería …
Meg: Nunca he tomado lecciones de batería ni he pretendido desarrollar un estilo propio, porque creo que eso sería contraproducente para el grupo. Sinceramente, toco como cuando montamos el grupo… tan bien o tan mal, eso ya no soy quien para juzgarlo (risas).
Jack: Cuando empezamos a ser famosos a raíz de “White Blood Cells”, ella estaba algo preocupada, me decía “Jack, la gente del mainstream no va a entender nuestro sonido, no sabe de dónde venimos”; es cierto, no conocen a The Gories, a la Velvet Underground, no están familiarizados con esa manera básica, instintiva de tocar la batería. Ya sabes, ellos te hablan de John Bonham o Neil Peart, esos son sus referentes, su estándar de batería; siguen pensando que Ringo Star y Charlie Watts no saben tocar y lo cierto es que son unos baterías excelentes. Para los medios de comunicación masivos, aquellos poco dados a estudiar los márgenes de una historia del rock mucho más compleja que la que suele contar el discurso oficial u oficioso, incluso mi manera de tocar la guitarra es desconcertante, porque quizá esperan que lance solos de guitarra según su idea preconcebida del rock clásico. Hay periodistas que han escrito que lo que nosotros hacemos no puede llamarse blues, ¡pero para nosotros sí que lo es! Aunque ahora es fácil sacar pecho, pero debo reconocerte que al principio, en medio de aquella locura, estábamos los dos acojonados (risas), pensábamos que nos verían como a otros one hit wonders y que después del éxito de “Fell in love with a girl” se olvidarían de nosotros. Afortunadamente, hemos logrado sobrevivir ese momento álgido, el vértigo aterrador del éxito fulminante y hemos sido capaces de progresar como grupo, demostrando que éramos bastante más que la sensación de la temporada.
Tras el éxito de “Elephant”, decidisteis asumir nuevos riesgos cuando otros hubieran optado por repetir una “fórmula” que funcionaba la mar de bien; ¿no temíais la reacción de la gente ante un disco esquivo y que parecía contradecir al anterior como “Get Behind Me Satan”?
Jack: Nunca pensé en cómo iba a ser recibido el disco, de haberlo hecho me hubiera vuelto loco. Creo que lo mejor es mirar al frente, tapiarte las orejas y concentrarte en tu trabajo. Por ejemplo, si al escuchar la mezcla de ese disco la hubiese juzgado atendiendo a lo que la gente podría pensar de ella, hubiese dicho “¡uy! aquí faltan guitarras”. ¿Y? No voy a rellenar algo con guitarras para contentar, supuestamente, al público si la canción no nos lo pidió mientras la trabajamos con Meg, ¿verdad? Reconozco que más que condicionado a la hora de componer o grabar un disco, el saber que hay tanta gente esperando escucharlo me dispara la adrenalina cuando salgo a defenderlo en directo; ya no tocamos para cien personas en un club de Detroit, estamos hablando de decenas de miles de personas expectantes por escuchar los nuevos temas esta noche en Barcelona. Y eso impone, claro.
Hablando de vuestra ciudad, me resultó extraño no veros en el documental “It Came From Detroit” (dir. James Petix y Sarah Babila, 2006) teniendo en cuenta que vuestro éxito fue el catalizador para el despegue mediático de esa escena. ¿No se pusieron sus directores en contacto con vosotros?
Jack: Sí, lo hicieron y yo les dije que me parecía fantástico su interés por los grupos y que era evidente el esfuerzo que ambos estaban haciendo al recoger cuantos más testimonios mejor para obtener un amplio abanico de puntos de vista sobre lo que venía sucediendo en Detroit durante los últimos años. Pero también que creía que no era el momento adecuado para hacerlo. Creo que para realizar este tipo de trabajos es determinante la perspectiva que da el tiempo, esperar 10 o 20 años para volver sobre aquella explosión musical y desgranarla con sus protagonistas pero con la experiencia y la cabeza fría para valorar lo sucedido. Y otro problema es que él vive en Detroit y lo más normal es que vaya a cruzarse con esos tipos a los que ha entrevistado en algún concierto o tomando un café y, claro, optó por pasar de puntillas por los desencuentros acaecidos entre grupos, o entre éstos y alguna discográfica o sala de conciertos; prefirió una versión edulcorada de la historia, una versión complaciente que contentó a sus protagonistas pero que no responde fielmente a la historia que al menos yo recuerdo haber vivido. Bueno, los únicos que no fueron sometidos a ese proceso edulcorante fuimos nosotros, claro, porque yo decidí que no tenía ganas de estar defendiéndome durante toda la entrevista, justificando nuestro éxito. No es que alguien nos atacara o dejara mal, que también estaría en su derecho, si no que en algunos casos se intuía cierta amargura en sus declaraciones, en plan “¡sí, tío, cuando los White Stripes triunfaron nos quedamos alucinados!” y nadie en plan “¡sí, tío, cuando los White Stripes triunfaron nos alegramos porque se lo merecían!” o incluso “¡… nos cabreamos porque apestan!” (risas). Se palpa cierta amargura en algunos de los entrevistados. No sé, tampoco sale nadie diciendo “Mick Collins es un compositor genial” o “Los Hencthmen eran una banda increíble”
¿A qué crees que se debe esa amargura?
Jack: Detroit es una ciudad extraña y su escena garagera underground mucho más, se desarrolla en un ambiente enrarecido porque desde el primer momento no supieron cómo reaccionar ante el hype mediático. Y lo entiendo porque conozco a la mayoría de sus integrantes y podría afirmarte sin temor a equivocarme que el 90% de ellos nunca quiso ser popular, como también podría decirte que los hubo que reaccionaron en plan “mierda, si éstos han triunfado haciendo garaje rock, ¿cómo me diferencio yo de ellos? ¿cómo me lo hago para que no piensen que lo que llevo haciendo diez años no es algo que me acabo de sacar de la manga para aprovecharme de su éxito?” Puedo entender sus temores, la presión de la noche a la mañana, la necesidad de actuar rápido cuando llevabas una dinámica de dejarte llevar por la propia inercia de una escena musical endogámica, pero ¿qué culpa tenemos Meg y yo realmente de tu inseguridad o de que un ejecutivo de Nueva York y un periodista de Miami llamen a tu puerta esperando dar con los nuevos White Stripes?
Experiencias desagradables como las disputas legales con Jim Diamond o el encontronazo con tu antiguo amigo Jason Stollsmeister, ¿te han hecho más arisco o precavido en la relación con tu entorno, más desconfiado con los que afirman ser tus amigos?
Jack: Siempre he sido bastante inocente en este sentido, siempre he pensado lo mejor de la gente con la que me he relacionado. Nunca imaginé que alguien con quien había compartido un mismo entusiasmo acabaría dándome la espalda o hablando mal de nosotros; durante un par de años vivimos la fantasía de poder compartir con otros grupos vecinos ese inesperado éxito y aquello fue algo único y muy, muy emocionante. Pero pronto aquello se desvaneció, las envidias empezaron a aflorar y algunos empezaron a dejarnos de lado; te juro que fue más cosa suya que nuestra, ahí están los que siguen hablándonos para corroborártelo. Aunque, no lo sé, a veces también pienso que no sirve de nada culpar a nadie y que si hay que dar con un culpable en esta historia quizá seamos nosotros; a veces por intentar hacer bien las cosas, al querer contentar a todo el mundo por temor a su reacción, acabas metiendo la pata. Cuando elegimos a Von Bondies para que giraran con nosotros pensé que era una buena idea, pero ese tipo está como una cabra y creo que exponer al resto del grupo a esa explosión de demencia fue una cagada y me arrepiento por ello porque los otros no se merecían aquello. Jason reaccionó fatal a la presión de ser el líder del grupo telonero del puto grupo del momento y se le fue la olla. Fin de la historia.
En este sentido, sometidos a tanta presión, con las buenas y las malas experiencias acumuladas a lo largo de estos diez años, ¿cómo os lo hacéis para no perder el mundo de vista, para recordar los humildes orígenes a los que aludíais en “Little room”?
Jack: Es duro, de verdad que lo es. Cuando echo la vista atrás, tengo que borrar mentalmente las partes negativas; es como cuando rompes de forma tormentosa con una chica, es realmente cuesta ponerte a recordar los buenos momentos, sólo te vienen imágenes de disputas y malos momentos. Así que, ¿cómo quieres que conserve buenos recuerdos de nuestros conciertos con Von Bondies? Para mi es imposible, así que al abrir la puerta de esa pequeña habitación soy consciente de que ya no es exactamente como cuando Meg y yo empezábamos a grabar juntos, pero también sé que debo acudir a ella ni que sea para olerla y coger fuerzas para seguir adelante. Con el nuevo disco, por ejemplo, no hay duda de que hemos abierto la puerta de una habitación nueva y enorme porque literalmente el estudio en el que hemos creado el disco era enorme (risas); pero ser capaz de poder grabar allí canciones que hubieran funcionado bien en nuestro primer disco le da un sentido de unidad y coherencia a nuestra trayectoria; es como si, a pesar de toda la locura que nos rodea, mentalmente siguiéramos trabajando en esa primera y diminuta habitación y creo que eso es alguien que la gente percibe y aprecia.
En cierta manera, “Icky Thump” parece un buen compendio de todos los palos que habéis tocado hasta ahora, ¿no?
Jack: Sí, tienes razón, creo que en él tienes un poco de todo lo que te gusta de nosotros… Suena a frase de hoja promocional, ¿no? (risas) Un poquito de “De Stijl”, otro poquito de nuestros primeros singles, sazonado con un arrebato del anterior disco… et voilà! (risas). No, en serio, me gustaría pensar que más que un monstruo hecho de retazos de otros discos, es la culminación de un arduo trabajo de muchos años, o al menos el último capítulo hasta que decidamos seguir empujando nuestros límites hasta nuevos territorios; la curiosidad y las ganas de mejorar y sorprendernos a nosotros mismos es lo que nos mantiene vivos y le da sentido último a todo esto. La rutina sería nuestra muerte.
Volviendo a vuestros orígenes, ¿has visto el documental sobre Long Gone John (jefe del sello de sus tres primeros discos, Sympathy For The Record Industry; n.d.r.)?
Jack: No, no lo he visto, ¿qué tal está?
John es todo un personaje, de eso no hay duda, pero como decías al hablar de “It came from Detroit”, el filme parece un retrato demasiado benévolo si atendemos a lo que, entre otros, opina de él tu propio sobrino (Ben Blackwell, batería de Dirtbombs y jefe del sello Cass; n.d.r.)
Jack: (risas) Ah, mi querido Ben… Hace mucho que no hablo con John, la verdad, desde los tiempos de “White Blood Cells” y en aquél momento ya nos debía como un millón de dólares (risas). Como decías, no hay duda que es todo un personaje y tiene un sexto sentido para intuir bandas con potencial y ayudarlas a editar un disco… Pero eso es sólo la mitad de la historia, claro; cuando descubres lo que se lleva de cada grupo inexperto, cuando ves con tus propios ojos su manera tan egoísta de negociar no creo que eso se compense con la parte “buena” de su estilo, las bandas siempre salen perdiendo. Tío, pero si sigue haciendo bootlegs de nuestros discos y vendiéndolos por ahí, ¿me entiendes? Es algo que se repite con muchos de estas discográficas indies o underground, no tienen ni idea de cómo funciona la industria, diría que les importa un carajo qué es legal y qué no lo es. Los sellos pequeños están de puta madre siempre que no te hagas popular (risas).
¿Y cómo es, pues, trabajar con una discográfica más grande?
Jack: Tío, tengo que decirte que es muuuucho más fácil y tranquilo que con una independiente. Tienen experiencia como para saber que en la posición en la que están tienen que actuar de forma legal con los grupos con los que trabajan; al operar como corporaciones están obligadas a pagarte hasta el único céntimo de lo que se especifica en la letra pequeña de tu contrato. Dicho lo cual, debo añadir que nunca nadie nos ha dicho lo que teníamos que hacer, cómo debíamos sonar, ni cuando estábamos en Sympathy ni ahora que estamos en una major. Reconozco que hace años yo era de los que hacía bandera a favor de las indies en contra de las majors, pero la experiencia me ha demostrado que el romanticismo o la conciencia de clase de mis inicios como músico no me los han matado las “asquerosas multinacionales” sino las “altruistas independientes”. Yo les diría a los grupos que están empezando: “no penséis que no es cool tener un contrato”.
Tú retrato de las majors también tiene algo de benévolo, ¿no? Recuerdo el desconcierto de vuestro amigo John Peel cuando los abogados de la discográfica le anunciaron acciones legales si seguía pinchando la copia promocional de “Elephant” que le habíais mandado antes de la salida del disco. Con los avances de la tecnología y los nuevos modos de consumo cultural, ¿qué opinión te merece la postura de las majors?
Jack: Ayer mismo una emisora de Chicago pinchó varios temas del disco sin nuestro permiso (largo silencio) Mira, le he llamado esta misma mañana, como lo oyes, y le he preguntado si creía que tenía derecho a hacerlo, porque es evidente que el tipo sabía que era algo digamos ilegal o al menos poco elegante. En el caso de John, puedo entender su entusiasmo, sé que lo hizo de buena fe porque él apreciaba nuestra música y porque, además, John se actuaba de forma impulsiva en un contexto que nada tenía que ver con lo que él había vivido durante toda su trayectoria; como decías, la revolución digital abría nuevas posibilidades, sí, pero también nuevas normas, nuevos códigos. No tengo nada en contra de que la gente se pase nuestros discos y se los copie, de verdad, pero me da rabia que se descarguen una versión preliminar o lo que un tipo ha grabado de la radio con un radiocasete chungo. En cualquier caso, y para que conste en acta, debo aclarar que les dije a los de la discográfica que no actuaran como robots, que sin el apoyo inicial de John nunca habríamos llegado a “Elephant” y seguramente todavía estaríamos tocando para las mismas cien personas de Detroit (risas).
Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (julio/agosto 2007)
¡Que entrevista más cojonuda! En serio, muy interesante y muy completa. Hace muy poco vi el documental Under Great White Northern Lights y aunque me gustó mucho (sobretodo los directos, ¡que pasada!) me chocó bastante la imagen que se daba de Meg, tan exageradamente tímida y con aquel desconcertante final en el que se pone a llorar… ¿lo has visto? A mi esa escena me dejó con sentimientos contradictorios, por una parte me emocionó pero por otra parte luego la estuve pensando y me pareció un poco tendenciosa.. como que exageraban un poco todo este asunto de su vulnerabilidad y tal.. pero bueno, supongo que a quien le importa mientras sigan sacando discos tan geniales como hasta ahora.. ¡Muchas felicidades por el blog y encantada de leerte!
Hola Eli!
Gracias por tu comentario.
La verdad es que White Stripes son un grupo sin duda muy especial, y las dos veces que he hablado con Jack (la segunda, ésta, en persona) me ha parecido un tipo con las ideas claras, nada prepotente y que disfruta de charlar con alguien que le respeta sin atacarle (tampoco tengo motivos, claro).
En cuanto al docu, me gustó en cuanto respeta la idiosincracia del dúo, le añade un halo de vulnerabilidad que supongo humaniza a una pareja sobre la que pesa la losa de grupo astuto, sabio a la hora de recuperar para el joven oyente un lenguaje arcaico.
Meg me pareció tanto en la peli como en persona una persona muy rara, se pasó toda la entrevista como austente; supongo que ese llanto final tendrá que ver con alguna historia que la mujer lleva dentro…
Te agrego a mis links.
Saludosss
Que bien, muchas gracias! nos leemos! 🙂