Un auto-homenaje a mi labor como reseñador de lanzamientos discográficos de grupos minoritarios. Y mi homenaje a estas pequeñas-grandes bandas, el underground del underground…
THE DEL-GATORS: “Pound Down!” (Voodoo Rhythm / Munster)
El sello suizo Voodoo Rhythm se encarga de la edición europea en vinilo del debut de The Del-Gators presentado un año antes en yanquilandia por Sympathy For The Records Industry. El line-up de este macanudo sexteto canadiense lo forman jóvenes amantes del New Orleans R&B bregados en otros excitantes combos: Oily Chi (Spaceshits) y Cheddy (Scat Rag Boosters), a la guitarra; Choyce (Les Sexareenos), al bajo; y Dorrito Dan (Les Sexareenos, Spaceshits), baqueteando. A ellos se les unen dos féminas de aúpa: Jenna Roker, que se entrega a las tareas vocales, y la deliciosa piano-woman CocoButter Khan, hermanísima del reverendo King Khan (aka Blacksnake). Sucios y básicos, The Del-Gators ponen el dedo en la llaga del “problema Detroit Cobras”; es decir, recuperan un sonido pasado pero con caligrafía propia, supeditando la expresión de las inquietudes personales a la milimétrica plasmación de un cancionero ajeno. En una onda similar a la de sus compatriotas Deadly Snakes, han facturado una rodaja cargadita de rock’n’roll festivo que se adhiere a la epidermis cual calor caribeño, un vibrante soundtrack para dejarse poseer por el baile de San Vito al ritmo de fogonazos como “Get down (and get stupid!)”, “Wigin’out”, “Car troubles” o “Crabwalkin”. Pero en “Cruel Game”, Miss Roker, esa version sleazy de Rachel Nagy, demuestra que también puede ponerse tierna e hipnotizarnos con una balada que huele a club cargado de alcohol en humeante condensación. Déjate noquear… y seducir.
THE PARKINSONS: “A Long Way To Nowhere” / “Streets of London” (Fierce Panda)
A principios de 2002, Black Rebel Motorcycle Club se preguntaban “¿qué sucedió con mi rock’n’roll?”, y no veas tú como de tiesa se les puso a algunos plumillas, que no dudaron en calificarles como los nuevos Jesus & Mary Chain en pleno auge del “revival rock”. Mientras, Jim Reid se partía la caja a gusto. Acababa de producir, mano a mano con su compañero de fatigas Ben Lurie, el primer disco de The Parkinsons, un cuarteto de punk rock que pasa de retórica grandilocuente, que va directo a la yugular… too much, too soon. Tres portugueses y un escocés. Víctor Torpedo y Pedro Xau vienen de The Tedio Boys: tres discos en Elevator Music (“Outer Space Shit”, “Fuck The Beatles” y “Bad Trip”) y el honor de tocar en el aniversario de Joey Ramone en 1997. Al volver a Coimbra forman The Parkinsons, pero pronto se piran a Londres a ensayar con su compatriota Alfonso Pinto (aka Al Zheimer), cantante self-destruct, y Chris Low, escocés amante de las trifulcas y primitivo mamporreador de timbales. En diciembre de 2000 provocan una memorable tangana en su bolo de debut en el SoHo londinense, los cazatalentos les echan el guante y, en un plis y en pelota picada, arrasan en los festivales de Leeds y Reading. Resultado: NME no tarda en encumbrarles como “the next big thing”. Se meten en el estudio con los ex-J&MC y alumbran un crudo, intenso y pegajoso discazo de ocho temas que, sin querer cambiar nada, le da la vuelta a todo, pone a muchos en su sitio y separa el grano de la paja con un noqueante artefacto de punk honesto y visceral.
Cuentan quienes les han visto, que The Parkinsons no son, pese a lo vistoso de su puesta en escena, un grupo de pose, unos fashion victims del nuevo circo rock: como dirían los yaquis, “they’re for real”, son de verdad. El largo camino hacia la nada es el que durante muchos años patearon Torpedo y Xau, pero ojalá esta nueva aventura les lleve a buen puerto, porque podemos alegrarnos al afirmar que el espíritu de Dead Boys, Sham 69, Stooges, Black Flag y New York Dolls está a buen recaudo en manos de estos cuatro rockandrollers que reviven la actitud carpe diem / do it yourself con contundente desfachatez. ¿Dónde andan ahora? Al Zheimer ha interpretado a su adorado Lux Interior en la reconstrucción filmada del mítico concierto de los Cramps en el Napa Mental Institute; Chris ha traspasado las baquetas a un tal Nick; el EP “Streets of London” no ha calmado nuestro “mono”, a pesar de la rotundidad de sus tres temas (“Bedsit City”, “Sommerstown”, “Pill”); los chicos han encadenado una gira de cinco semanas por Japón con su participación en el festival Punk Aid, junto a Damned, Chelsea, TV Smith y Dead Kennedys; y, ¡diablos!, por fin han salido en las páginas ruteras. Más vale tarde que nunca, ¿no crees? En cualquier caso, seguiremos informando…
HIGH BEAMS: “Hallucination” (Dead Beat)
La parroquia barcelonesa conoce a la perfección a Jesús, el hombre que controla la más joven de las dos tiendas Revolver. Y él, zorro viejo, conoce al dedillo los gustos de sus fieles clientes. Y así fue que un día me recomendó este disco y uno, prudente a la hora de aflojar la pasta en tiempos de vacas locas, precisó pinchada in situ para decidirse. Un primer tema a barraca, un riff matador, una voz a mayor gloria de Rob Younger, un regusto pop y mis retiencias a tomar por culo: apoquino 16 euros y chuleo camino a casa con la nueva adquisición temblando en mi discman. La presentación da asco, pero el contenido excita mis oídos durante el viaje subterráneo al dulce hogar. Uno tras otro, los once temas de “Hallucination” van generando en mi abotargado cerebro un pensamiento simple y claro: “¡Joder, este disco es bueno!”. Y en esas que le echo una mirada a la formación, descubro a Matt Mayo al frente del trío, y todo parece encajar. Cuando los Mullens se disolvieron, tres de sus miembros formaron Sunday Drunks (muy recomendables, según parece) y Mayo tiró por su cuenta, guitarra en mano y con un buen puñado de temas quemándole las manos. El tipo está encantado con su nuevo proyecto y no es para menos, porque puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que todos aquellos que apreciaron el entrañable estilazo de los de Texas, recibirán con los brazos abiertos a High Beams. Porque “Hallucination” es un disco de high-energy punk’n’roll que, tirando de “Radios Appear”, “L.A.M.F.”, “Kick Out The Jams” y “Young, Loud & Snotty”, engancha y no suelta, recrea mitos venerables con la sana voluntad de crear canciones de esas que no por reconocibles dejan de ser efectivas. Escucha “Lori Looker” y dime si no quedaría de muerte en el último de New Christs. Con tanto pelele rockeando en pañales, ¿le negarás una escucha a un tipo con los huevos pelados como Matt Mayo? Sé que no se estila por aquí, pero así es: uno de mis discos favoritos en lo que va de año.
MOORAT FINGERS: “Punk (as in prison)” (Radio Blast)
Tras el aclamado Schlitzed del 99, aquí tenemos el segundo larga duración de estos krautpunkers de armas tomar, considerados por los más avezados al género como una de las más contundentes realidades del punk europeo actual. Puro y robusto young, loud and snotty, el arsenal MF invita al desorden público con mala baba guitarrera, contundencia rítmica y corrosivos lapos proyectados en canallesco inglés: como Lazy Cowgirls comandados por un Black Dhalia con (más) ganas de bronca, Electric Frankenstein cubriéndole las espaldas a Lemmy, o unos Baseball Furies a puñetazo limpio con Chrome Cranks. Todo un descubrimiento para el que esto suscribe, anonadado ante el dañino encanto de pepinazos como “Dirty fuckin liar”, “Damage my ego”, “Sonic masturbation” o “Mange ma merde”… Vaya títulos, ¿eh? Para la versión cd de tamaña descarga punkarra, Radio Blast engrandece el asunto con nueve bonus tracks para perpetuar la juerga hasta que el cuerpo aguante: la explícita “I hate to love you”, cara B del 7” “I don’t know”; y ocho dolorosos trallazos del 10” de sangrante portada que sacaron con Saddle Tramp, “Gib mir kopf”. Han rulado con Shakin Nasties, Cellophane Suckers, pero urge una tournée estatal junto a los madrileños Thee Suckin’ Dicks: asistir a una doble descarga de punkrock in your face como el que ambos practican se presume experiencia dañina como pocas. Promotores, al loro.
CLONE DEFECTS: “Shapes of Venus” (In The Red)
Reseñados en el Ruta Especial Detroit (nº 189), Clone Defects emergen como la gran referencia post-punk de la ciudad del motor, al complementar el irredento asalto sónico de su debut “Blood Of Jupiter” con desplantes rockeros al más puro estilo Thunders. “Fill My Fridge” escupe New York Dolls, “Ain’t No New Buzz” chulea como Heartbreakers y el apasionado romanticismo de “Shapes of Venus” podría haberlo grabado la muñeca rota para “So Alone”. Pero más allá de deudas o citas referenciales (Stooges, Velvet Underground, Scientists, Dead Boys también surcan su apasionante caudal sonoro), aquí lucen con brío la naturaleza salvaje y el espíritu nervioso y cabreado de cuatro chavales de veintitantos con mucho vinilo rallado a sus espaldas, incontables horas de ensayo catacúmbeo y litros de sudor y hastío acumulados. Sus canciones supuran un halo de autenticidad raramente perceptible hoy en día; se plantan, aquí y ahora, para verbalizar con conmovedora honradez y reconfortante convicción su propio angst, su personal distribución de los planetas en un Universo en el que tratan de encontrar su sitio. Con ráfagas de mala uva y dosis de descarnada, virulenta tristeza, Clone Deffects han armado un mayestático disco que les confirma como una de las formaciones más apasionantes del circuito subterráneo yanqui.
ROCK-A-HULAS: «Bad seed is coming to town!!» (Animal & Motorpsycho)
Sin lugar a dudas, estamos ante uno de los discos nacionales más esperados del año. Ubicados en Cedeira (A Coruña), pero imparables en su conquista del mundo entero (en Japón y EEUU les tienen ganas), los Rock-a-Hulas debutan con un macanudo álbum que se mete de cabeza en la marmita de su pócima mágica: 25% Surf + 25% Garage + 25% Punk Rock + 25% Rock and Roll. Gracias a sus dos fantásticos singles “Hot, cool & fun” y “Run, Rock-a-Hula, run” lograron dejar flipado al mismísimo Eddie Angel (Los Straitjackets, The Neanderthals), que aceptó encantado la oferta de comandar los controles en el estudio de grabación y aplicar su personal método de trabajo: a saco y en directo en dos pistas, las voces aparte y 16 temas en cinco horas. ¡Toma ya! Pero es que la cosa no acaba ahí. Eddie tenía ganas de marcha y se lanzó a dar una lección magistral de cómo sacrle brillo a la guitarra en la mitad de los temas del disco… y a colar su lugosiana garganta en “”El Cruncho” y “La Sombra lo sabe” (Link Wray está feliz).
Ok, llega el momento de las confesiones personales; que pueden no importarle a nadie, pero creo que ilustran las virtudes de esta imprescindible rodaja de rock. La primera vez que la escuché, una ligera decepción se apoderó de mí. ¿Por qué? Yo esperaba algo en plan “Run, Rock-a-Hula, run”, ese garage-punk a mayor gloria de Devil Dogs y DMZ que me voló la tapa de los sesos cuando un colega me soltó “Escucha esto, vas a flipar”. Era un cambio radical respecto a su notable single anterior y creí que su puesta de largo iría por eso camnio. Pero, como ilustra perfectamente la portada de Cochambre (¡this guy fuckin’ rocks!), “Bad seed is coming to town!!” irradia ondas hertzianas que abducen tu mente y envician tu cuerpo con cada nueva escucha. Definitivamente, este disco es la hostia. Le dan nueva fuerza a los cuatro temas del primer single, se marcan una brutal versión del “You’re gonna miss me” de Rory Erickson, y presentan nuevas perlas, salidas de la vitriólica mente de Rockin’ Balboa, como “Gonna loose control” (¡ese Twisted Fingers dándole caña al Farfisa!), “Rock-a-Hula girl”, “She’s my girl” o “Waikiki”. ¡Dale caña a tu hula, rutero!
SONIC DOLLS: “Riot at the sheep dog trials” (Stardumb)
Primer contacto de un servidor con uno de los máximos estandartes del punk-rock europeo y alegre sorpresón para mis neuronas atiborradas de turrones navideños. Obligado estoy, desde ya, a recuperar el tiempo perdido y bucear en la suculenta (cuatro discos, infinitos singles y temas en recopilatorios) discografía anterior de los alemanes; primos hermanos de Queers, Screaching Weasel y los artilleros de Lookout, y dispensadores de 14 temas a todo trapo en apenas 27 minutos de infarto. En su reseña para Sonic Wave, Pepe I Wanna se quejaba precisamente de eso: demasiada caña a piñón fijo en detrimento del componente melódico que supuraba en su anterior entrega. A falta de comprobar las excelencias que se le intuyen a “Bionik”, este “Riot at the sheep dog trials” aturulla pero no aburre, quema sin levantar ampollas gracias a la milimétrica planificación de un campo minado que estalla en cronométrica secuencia hasta dejarle a uno con el corazón rebotando cual Al “Scarface” Pacino frente a una montaña de nieve virgen. Desde el robótico saludo que precede a “Words of love” hasta ese remanso de paz, acústica en mano, que es “I wait”, este disco quizá carezca de la enjundia necesaria para erigirse en compra obligada, pero aporta suficientes muestras del poderío de unos Sonic Dolls que deberían ser vox populi aquí y en las Américas.
CHEAP WINE: “Crime stories”
Trattoria Paisley Underground. Steve Wynn y Chuck Prophet hablan maravillas de este cuarteto italiano cuya discografía ya cuenta con cuatro discos recibidos como agua de mayo por los aficionados al rock de raigambre americana residentes en un país donde, en palabras de la banda, “el dance y la electrónica dominan el mercado y dejan un espacio nulo al rock”. Asqueados de la incomprensión de las discográficas patrias, Cheap Wine han optado nuevamente por la auto-producción, única opción para poder destapar su tarro de las esencias con fidedigna y palpable libertad expresiva; eso es, evitando el coyuntural discurso neo-roots tan en boga desde mediados de los 90 para fijar su mirada en discos como “Days of wine and roses” (Dream Syndicate), “Gas food lodging” (Green On Red) o el debut de Gutterball . Narrativamente, “Crime stories” puede definirse como un álbum conceptual sobre la criminalidad, con los ejecutores interrogados acerca de sus motivaciones delictivas y éstos tratando de verbalizar su irrefrenable conducta (“A veces me gustaría mataros a todos y luego enviarles flores a vuestras almas”) y aceptando su destino (“Aquí, entre rejas, no podré ver las estrellas y el sol no brillará”). En los medios tiempos se salen, con joyitas que, repito, harán las delícias de los devotos del Wynn más florescente (ese arranque a ritmo de slide guitar en el clímax de “Looking for a crime”), los Cowboy Junkies en acongojante plegaria (“Tryin’ to lend a hand”) o un Steve Earle pillado in fraganti (ese “Murderer song” radiado constantemente en las emisoras alternativas del sur yanqui). Pero, ojo, que estos rufianes saben cuando subirse a la furgona y largarse cagando leches en trallazos de poparama canalla como “Dream seller” o “Coming breakdown” (esa metralleta riffeando en plan Nicke Hellacopter), e incluso gamberradas hard-rock que se dirían robadas a ¡Warrior Soul! (“Reckless”). Discazo.
CRIMSON SWEET: “Livin’ in strut” (On/On Switch)
“Envuelto en llamas y destrozado, finalmente te has ido; el mundo es una vasta llanura, pero sólo hay espacio para uno. A la deriva y solitario, esto es el mar; un infinito océano de amargo licor; insuficiente para ahogarme, perdido en el mar.” Polly Watson emite su hipnótico y ronco canto de sirena mientras se deja arrastrar por la red que ella misma ha ido tejiendo con su guitarra a lo largo de la asfixiante “So electric”. Crimson Sweet emanan el humeante eco del Nueva York menos glamouroso: insomne y peligroso, lúgubre y cegador. Cuando la ciudad vuelve a ser foco de interés mediático, este trío forjado en las calles de Brooklyn esquiva el estéril encasillamiento con un debut rotundo y fascinante. Trazar similitudes a partir de unas canciones nacidas para evitarlas sería injusto con un grupo cuya principal virtud es haber edificado un arrebatador ejercicio de autoafirmación. Una coctelera que se nutre de efluvios post-punk, new wave y raw-pop, estériles etiquetas para un disco que se expande por tu interior hasta anegarte de emoción. Destapan el tarro de sus infecciosas esencias con una bombástica versión de Silverhead (“Hello New York”), para rebuznar con ira en el inicio instrumental de “Shandon celebrity” antes de que Polly vacíe sus penetrantes alaridos. “Still glistening” ya avisa de su gusto por los riffs narcóticos; pero con “Airport novel” vuelve a la carga su apasionado y desolador rugido (“observa la pista de aterrizaje, evaporando calientes olas hacia el cielo; una hiena demasiado cansada para la carrera, nacida sólo para correr y después morir”). Y así hasta nublar mi mente por completo para apoderarse de todos los superlativos que pueda verbalizar.
THE DEADLY SNAKES: “Ode To Joy” (In The Red)
THE CHAINS: “On Top Of Things” (Get Hip / Dock)
¿Ligera decepción o el mejor álbum de su carrera? El tercero de los canadienses Deadly Snakes dividirá a la audiencia, porque aunque puede calificarse como su trabajo más maduro y compacto, de acabado más sólido y ajustado, los que gustábamos del carácter abrupto, libérrimo y deliciosamente imperfecto de “Love Undone” y “I’m Not Your Soldier Anymore”, echaremos en falta su orgiástica, caótica deconstrucción de sonidos pretéritos bajo la tutela de Greg Cartwright. “Lo más importante que hizo por nosotros fue encauzarnos en la dirección correcta. Nos descubrió un montón de música blues y gospel excitante”, señala André Ethier, líder de un sexteto que para nada llora la marcha del ex-Oblivian. Ahora se sienten más libres, y proclaman que “Ode To Joy” es su disco más representativo, aquél con el que culminan dichas enseñanzas pero con trazo propio y adulto. Sí, yo echo en falta a Greg, pero se las apañan para despachar un sabroso artefacto de R&B, garage-blues y apasionado soul à la Them con el que mantener su puesto de honor como una de las bandas más respetadas de la escena canadiense. Otro (notable) paso más. Tú, fan, decides. Mientras, pégale una escucha al “On Top Of Things” de sus compatriotas The Chains y quizá aparques tu veredicto para las Serpientes Mortales hasta otro día, pues su debut para Get Hip te hará volver a sonreír. Formado por veteranos de la escena garajera de Montreal, el cuarteto se empapa de Pretty Things, Kinks, Yardbirds y Flamin’ Groovies para elaborar una pegadiza, desprejuiciada y rumbosa sesión de Rythm&Pop sesentero, ideal para dulcificar cualquier Psycho Beach Party que se precie.
DAN MELCHIOR’S BROOKE REVUE: “Bitterness, Spite, Rage & Scorn” (In The Red)
Afincado en Nueva York, atrapado por los espectros de Skip James, Charlie Patton y Blind Willie McTell, colaborador de Billy Childish y dignificador del garaje de raíces del nuevo milendio, este londinense de treintaypocos debería volver a la pérfida albión a darles a sus compatriotas una lección de realismo yanqui. ¿Por qué lo llaman garaje cuando quieren decir pop? Allá ellos… Melchior a lo suyo, cuarto disco (segundo para ITR) y sumando, que ya acumula un caudal lo suficientemente vitaminado como para que se le tome en justa consideración. Y es que no sólo de blues pantanoso se nutre el fértil magma sonoro de Melchior: piensa en Mark E. Smith vacilando en plan Iggy (“Ladies Underwear and Airline Socks”), Gang Of Four fustigándose con el látigo de Lou Reed (“Incide Out Man”), Wire con los ojos en blanco poseídos por el poder de la steel guitar (“Me and J.G. Ballard”) o los Stones comandados por Johnny Rotten (“Suburbia”). Sorprende que un tipo tan joven demuestre tal seguridad a la hora de asimilar el sustrato que alimenta su propuesta, nada novedosa (¿quién lo exige?) pero ejecutada con ejemplar desenvoltura: sucio, pero no embarruntado; crudo y por ello sabroso; fiel a un espíritu, pero no mimético; valiente, pero sin caer en lo posmoderno… “Biterness, Rage, Spite & Scorn” es materia orgánica operando libremente para gozo del oyente inquieto.
THE FATAL FLYING GUILLOTEENS: “Get Knifed” (Estrus)
Tim Kerr, productor gurú, acertó de pleno al referirse a los de Houston como “los Gang Of Four del garage-rock”. Ya reseñamos en estas páginas las virtudes de su tremebundo disco debut, “The Now Hustle For New Diaboliks”, pero el común de los críticos musicales ha seguido mirando para otro lado, como siempre. Mucho me temo que las cosas seguirán igual con este nuevo misil histérico de noise-rock attack. Quizá deban apuntarse a la opción Federation X: ya verán ustedes como todos aquellos que siempre le dan la espalda a los lanzamientos made in Estrus pierden el culo enviándole un mail a Dave Crider para que les envíe “Patriot X” cuando se enteren que ha sido producido por Steve Albini. Adscritos a la Young Lions Conspiracy de Kerr, los FFG son sus cachorros más fieros, un cuarteto jovencísimo en constante ataque de epilepsia guitarrera y aquejado de electroshocks rítmicos que le dejan a uno con los ojos en blanco.
Me apena constatar que su web ha desaparecido, pero Crider me informa que los chicos están “alive and kickin’”, pateando culos en unos bolos que, según se lee por Internet, son de lo más caóticos, con los tejanos exorcizando sus demonios en escena como sus vecinos de El Paso, los desaparecidos At The Drive-In. Sin la producción sobralimentada y abrumadora de Ross Robinson, pero con ese hiriente sonido lo-fi implosionando en vivo que le arranca Kerr a sus grabaciones, “Get Knifed” ahonda en la brecha sísmica abierta por Brian, Michael, Roy y John en su debut. Eso es, un nuevo paso en su programa para destruir la música; emulando ese “13-Point Program To Destroy America” con el que Nation of Ulysses (otro referente claro) redefinieron el hardcore yanqui a principio de los 90. Piensa en Jesus Lizard dinamitando la sede central de Dischord, en Albini y sus Big Black aplicándole un fist-fucking a Girls Against Boys, en Chargers Street Gang ganándole el primer asalto a Fugazi… Rock visceral, escupido desde las entrañas de unas almas corrompidas por el noble arte de gritar más alto que nadie. Un huracán de demencia sónica con el que ya deberías estar molestando al vecino.
THE PREACHER’S KIDS: “Wild Emotions” (Get Hip)
Cuando los Neckbones decidieron poner fin a su historia, su líder Tyler Keith quiso seguir haciendo lo que más amaba en este mundo; esto es, transmitir, con desbocada actitud y vigorizante empeño, su pasión por el rockandroll 50’s y 60’s. Para ello, formó The Preacher’s Kids y grabó para Black Dog Records un “Romeo Hood” con el que parecía que la ruptura de los Neckbones sólo había sido una broma de mal gusto. Para su segundo asalto, se han dejado arropar por Get Hip y han viajado hacia los estudios Money Shot de Mississippi para toparse con con Bruce Watson, productor de gente del calibre de T Model Ford o R.L. Burnside. Curiosamente, sin embargo, el sonido de “Wild Emotion” suena a veces algo empastado, sin el cuerpo que en mi opinión merecían unas canciones que, por muy en deuda que estén con la arqueología sonora yanqui, hubiesen ganado en contundencia con una producción más enérgica, más voluminosa. Quizá era algo buscado o quizá era cuestión de pasta; yo me sigo quedando con su primer trabajo o con lo logrado por Keith en los Neckbones. “¡Queremos sonar como Humble Pie!”, me comentaba fastidiado el bajista de Cherry Valence a propósito del sonido que lograban en estudio. El día que logren plasmar su directo en vinilo…. quizás sea demasiado tarde. En Preacher’s Kids sigue primando la fe ciega en un espíritu cuyo mensaje, en esta ocasión, no nos llega todo lo alto y nítido que desearíamos los que creemos en su potencial. Sí, es un buen disco, pero yo me esperaba más. Con todo, mantengo la esperanza porque sé de lo que es capaz el amigo Tyler.
SPEEDBALL BABY: “The Blackout”
REIGNING SOUND: “Time Bomb Highschool”
(In The Red)
¡Aleluya, hermanos! In The Red lo ha vuelto a hacer. Tercer LP de los neoyorkinos Speedball Baby tras “Cinema!” (1998) y “Uptight!” (uno de los grandes discos del 2000) y confirmación de que el proyecto de Matt Verta-Ray (ex Madder Rose) y Ron Ward (ex Blood Oranges) es uno de los más excitantes del underground yanqui. Mucha atención a la lista de invitados que nutre este seductor artefacto: Jon Spencer le mete guitarra acústica a la narcótica “Wanna Scratch It?” (co-escrita por él) y a ese “The Diddler” que suena a Hasil Adkins en pleno ataque epiléptico; su parienta Cristina Martínez ejerce de background vocal y hasta le da a la percusión; su colega en la Blues Explosion, Judah Bauer, aporta bravado guitarrera y harmónica correosa al mejor corte del álbum, “Do the Blackout”; Mick Collins ejerce de crooner en la jazzística balada “Cash Cow”; James Chance contribuye con su mítico saxo en varios temas, como Parker Noon y Lily Wolfe, uséase el dúo Parker & Lily, que se unen a la fiesta con saxo y órgano, respectivamente. Disco emparentado con el espíritu de la JSBX época “Orange”, y con una estupenda versión del “Blackjack” de Chet Atkins, “The Blackout” resplandece como si se tratara del baúl donde la civilización moderna ha ido guardando pequeñas muestras de la obra de Andre Williams, Tom Waits, Mojo Nixon, Suicide, Cramps, Television, John Lee Hooker y demás portavoces de la cara más tenebrosa del ser humano.
¡Greg Cartwright al rescate! Damas y caballeros, permítanme que abra mi corazoncito para decirles que “Time Bomb Highschool”, segundo disco de Reigning Sound, es, desde ya, uno de mis favoritos de la presente temporada. Sabido es que el ex Oblivian cuenta con una fiel parroquia entre los lectores de esta revista y que son ellos quienes le persiguen por todas sus deliciosas aventuras (Compulsive Gamblers, Greg Oblivian & The Tip Tops, colaboraciones con ’68 Comeback y Jack Oblivian & Impala…). Si quedaron descolocados por el talante pop, o country-folk, que tomaba su nuevo proyecto Reigning Sound en su debut “Break Up Break Down” (In The Red, 00), decirles que aquí transita por una senda similar pero con un buen puñado de trallazos de vibrante Memphis soul y rock a la vieja usanza. Les parecerá una exageración, pero el bueno de Greg ha logrado su personal “Exile On Main Street”: un trabajo exultante, directo a la emoción pura y dura, efusivo y tierno a la vez. Esta pequeña obra maestra se abre con la mejor versión (rockera) del clásico “Stormy Weather” que haya oído jamás, para luego disparar a bocajarro con un sudoroso “Staight Shooter” y templar los ánimos con la campestre “You’re Not As Pretty”, donde Greg eleva su rugoso timbre hasta agudos que erizan la piel. Como en “Wait and See” o la maravillosa “Dressy”, donde recuerda al Jeff Tweedy (Wilco) más confesional; un artista con el que comparte un torrencial conocimiento de la música tradicional americana, como demustran las dos maravillosas covers que nos regala, “Brown Paper Sack” (The Gentrys) y “I’d Much Rather Be With The Boys” (The Rolling Stones). Una delícia que debería iluminar la habitación de todo amante del rock americano que se jacte de serlo (el tema que titula el disco o la final “You’re so stange” son clásicos instantáneos) y que se suma al caudal de pruebas que demuestran que Greg Cartwright es uno de los talentos más infravalorados del rock de la última década.
Textos: Roger Estrada
Publicados en Mondosonoro y Ruta 66