TERRITORIAL PISSINGS. Axl, Mickey, Jacko & Lux

“Gran parte de las sandeces que se han escrito sobre el disco provienen del mismo atajo de idiotas negativos de siempre, así que ya me lo esperaba y no me ha afectado en absoluto. Ha sido divertido, sin embargo, ver a ciertos periodistas saltando del barco; personas que primero ondeaban una bandera y que ahora han sido los primeros en lanzarse al agua”. Axl Rose, uno de los bocazas más entrañables del rock contemporáneo, rompía lustros de silencio mediático el pasado mes de febrero en una suculenta entrevista exclusiva para Billboard de la que he extraído la anterior perla, solo una muestra de la retahíla de bravuconadas con la que el frontman de Guns’N’Roses se despachaba a gusto con todo Cristo, desde los jerifaltes de su sello Interscope hasta su antiguo compañero Slash. Que el tipo vive en su propio mundo, encaramado en una torre de marfil en cuya base se ha ido abriendo un cráter con el paso de los años, es algo que todos sabemos; por ello, su regreso, tanto en su faceta de interlocutor periodístico para Billborad como en la de compositor musical de ese fascinante engendro titulado Chinese Democracy, no hace sino mostrarle como un tipo consecuente. Equivocado o no, tan necesario o innecesario en el panorama rock actual como pueda serlo el nuevo de Franz Ferdinand o el próximo de Madonna, en última instancia el regreso de Rose ha activado, en comentaristas y aficionados por igual, uno de los pasatiempos favoritos del ser humano: hacer leña del árbol caído. Más aún si, como en su caso, dicho árbol hace oídos sordos a su propia caída.

Quizá sea esa incapacidad de reconocer con humildad y cierto arrepentimiento su propia miseria lo que explique que Rose no haya gozado en su regreso de otro de los pasatiempos favoritos del ciudadano de a pie: levantar un árbol… a partir de la leña que hizo en su día del mismo (y me disculpen los botánicos por lo imposible de la imagen). No hay acto de condescendencia mayor, más hipócrita bálsamo para la conciencia del cronista o del jurado de un certamen, que reconstituir el honor de un artista a base de halagos o premios con la misma gracilidad que antaño le otorgaba puyas y burlas. Ahí tenemos al “recuperado” Mickey Rourke, devuelto a las primeras páginas gracias a su torrencial, dolorosa interpretación de Randy “The Ram” Robinson en un filme, The Wrestler, que no es sino una recreación ficcionada de su propio calvario, de esa soledad, pública y privada, en la que muchos, empezando por él mismo, le hundieron a principios de los 90. Tan fácil era entonces reírse de sus salidas de tono como lo es ahora alabarle por un renacimiento de sus cenizas que, a mi modo de entender, solo difiere con el de Rose en un pequeño detalle: Rourke admite haber sido un hijoputa insoportable; Axl, seguramente, lo sigue siendo.

En un punto intermedio, en su particular reino venido a menos de Nuncajamás, hallamos otro ejemplo de ídolo de barro de la cultura pop de los 80, quizá el más grande de ellos y acaso el más fascinante que vayamos a conocer nunca: Michael Jackson. Árbol caído sin nadie (a veces parece que ni tan siquiera él) con ganas de volver a levantarlo, del pobre Jacko todo el mundo ha hecho leña sin miramientos, echando más combustible sobre sus brasas cuando se atisbaba posibilidad alguna de recuperación del otrora intocable mito. Tomemos como ejemplo más reciente al director John Landis, un tipo que básicamente lleva 25 años viviendo de los royalties del clip que dirigió para “Thriller” y que, ahora que Jackson pretendía montar un musical en Broadway a partir de su coreografía, se niega a echarle un cable a las finanzas del (ex) Rey del Pop firmando un acuerdo para la escenificación del mítico clip.

Visto lo visto, se me antoja más cabal la vía emprendida en su día por el tristemente desaparecido Lux Interior. Mientras las tres estrellonas antes mencionadas surcaron los 80 a lomos de un éxito que pronto acabó mostrando su reverso oscuro, el líder de The Cramps prefirió adentrarse artísticamente en las tinieblas para granjearse un culto que le hizo mucho menos rico pero sin duda también mucho más querido… por todos.

Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66

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