Carpintero de profesión, clown para niños y no tan niños y bajista de Viva L’American Death Ray Music, Harlan T. Bobo (nombre real: Jonathan Acosta) decidió coger los pedazos de una relación rota para elaborar uno de los discos más notables del último año, “Too Much Love” (Goner Records). Sin haber escrito una nota, ni haber cantado una estrofa en toda su carrera, Bobo hundió las manos en su pecho para palpar con los dedos las heridas de un corazón roto y ser así capaz de transformar ese dolor que escuece en diez canciones que, aunque no derrochan la bilis del resentimiento, sí muestran a un compositor, a un hombre, abrumado por el recuerdo de unos años que se fueron al garete. Desde el otro lado del océano, reconoce su timidez a la hora de desnudarse emocionalmente en público, su nerviosismo al pensar que su disco, su historia íntima, empieza a cruzar la frontera su ciudad, Memphis. Pero es que quizá con ellas logre alcanzar más corazones, más almas en pena, que su compañero Nick Diablo (nombre real: Nicholas Ray) al frente de American Death Ray; “Él no suele hablar de amor en sus canciones”, apostilla.
Mientras empieza a asomar la cabeza más allá del culto que se le profesa en Memphis, ya anda inmerso en la grabación de un segundo trabajo en solitario; está a la espera que Diablo le confirme fecha de salida del cuarto disco del grupo; invita a todo el mundo a escuchar las canciones de la banda que tiene con Diablo, Shawn Cripps y Jack Yarber, The Limes (wearethelimes.com); y cuando le queda tiempo vuelve a maquillarse de triste payaso de blanca tez para seguir divirtiendo al público que acude al show musical que tiene con Tim Prudhomme, líder de Fuck.
¿Cuánto tiempo después del fin de tu relación empezaste a trabajar en sus canciones?
Esa fue una relación de seis años con un final que se alargó durante mucho tiempo, con un intento de reconciliación incluido que no llegó a ninguna parte. Digamos que todo lo que estaba viviendo fue un catalizador para mi creatividad, ya que nunca antes había escrito una canción; llevo años tocando en grupos, pero jamás había intentado sacar de dentro mis propias canciones y, además, cantarlas. Pero fue un proceso doloroso, muy doloroso, aunque en el disco he procurado reflejar también los buenos momentos de nuestra vida en común. Pero ahora ya ando trabajando en el segundo disco…
¿Y qué sentimientos encontraremos en él?
Es como el día después de la masacre (risas). Ambos discos funcionan de forma cronológica para mí, recorriendo distintos momentos de nuestra vida en común y, en este nuevo trabajo, actualizando mi valoración sobre lo ocurrido y encarando el futuro. Es algo que no creo que aprecie el oyente, pero yo lo concebí de esa forma.
¿Cómo reuniste a los músicos que te acompañan en el disco?
Memphis es una ciudad pequeña y sólo tuve que ir reclutando a algunos de mis músicos favoritos, que aceptaron a la primera mi invitación. Como Tim Prudhomme, que es original de Nueva Orleans pero vive ahora en Memphis, que alguien muy importante para mí, sin él todo el proceso de sacar el disco adelante hubiese sido mucho más difícil. Es una mezcla de amigo-entrenador-gurú para mi (risas). Debo reconocer que al principio estaba aterrorizado al tener que mostrarles mis canciones, incluso al ensayarlas con ellos; pero fueron muy acogedores conmigo y me ayudaron a salir de mi bloqueo inicial, a superar mi timidez y a ir ganando confianza para interpretar las canciones tal como las sentía dentro de mi. Su respuesta fue emocionante y su entrega total, me hizo sentir que apreciaban las canciones y eso es lo que yo más necesitaba en ese momento, ver que podía “desnudarme” emocionalmente y que ellos estaban a mi lado.
¿Y trabajar con el venerado Doug Easley?
Me gusta… No sé como describirlo… Tiene una forma musical de hacer las cosas que me fascina. Estamos trabajando juntos de nuevo en mi segundo disco; hemos grabado en distintos estudios a lo largo de la ciudad desde que Easley-McCain se quemó.
¿Cómo planteaste la edición de “Too Much Love” sin tener una discográfica respaldándote?
Tenía que escribir, grabar y enseñar ese disco fuera como fuera, así que fui cubriendo cada una de las etapas de forma natural, sin obsesionarme con barreras artificiales que, si uno lo piensa bien, en realidad no están ahí. Quería contar una experiencia personal y, aunque podía haberme quedado cruzado de bazos repitiéndome para mis adentros que nunca antes había escrito una canción, cogí un lápiz y escribí esas frases, cogí una guitarra y empecé a sacar esas melodías. Quería grabar esas canciones y contacté con la gente que deseaba fácilmente. Lo hicimos, disco terminado. ¿Qué hice cuando quise que la gente lo escuchara? Planché unas primeras copias y se las regalé a mis amigos. Luego empecé a trabajar en una edición especial, artesanal si quieres llamarla así, para la que pinté personalmente la carátula de cada copia, con lo que cada una de las que vendí era única. Pasó más de año y medio antes de que Goner Records se decidiera a editar el disco, así que ahora ya es un proceso más industrial, de lo cual me alegro, sinceramente, porque ahora mi trabajo puede llegar a mucha más gente… Y puedo volver a sentirme los dedos después de tanto pintar (risas).
Así pues, ¿cómo te sientes ahora que el disco empieza a llegar a gente fuera de tu ciudad y a obtener el reconocimiento de la crítica?
Ha pasado el tiempo y, aunque hay alguna cosa que cambiaría y algún sentimiento que ha evolucionado respecto a cuando grabé esas canciones, lo cierto es que creo que es muy fiel a como me sentía por aquel entonces, por lo que creo que es un trabajo del que puedo sentirme plenamente satisfecho. En cuanto a la repercusión del mismo, es siempre emocionante saber que mi música llega a la gente, que en cierta manera conecta con el oyente y que, en general, éste lo ha recibido con agrado. Aunque soy bastante tímido en lo que halagos se refiere, y más si vienen de una pareja mayor que me aseguró que el disco había ayudado a salvar su matrimonio (risas). Me cuesta aceptar que eso pueda llegar a pasar con algo tan humilde y modesto como mis canciones.
¿Cuándo conociste a Nick Diablo y cómo te uniste a American Death Ray?
Me trasladé de San Francisco a Memphis hará unos seis años y, ya sabes, cuando uno es nuevo en un sitio sale por ahí a ver si conoce gente con la que compartir aficiones, vivencias, unas copas… Una noche vi a American Death Ray en directo y un subidón me hizo desear estar en una banda, en esa banda, cuanto antes. Una amiga, Susie Hendrix, tocaba el saxo con ellos, así que me presentó a Nick e hicimos buenas migas. Tuve que esperar hasta que echó a uno de los múltiples bajistas que ha tenido para que me invitara a unirme a la banda. Creo que seis bajistas antes que yo han sucumbido ante Nick, pero yo me mantengo firme, soy el que más tiempo ha aguantado a su lado (risas).
¿Es difícil trabajar con él?
Es imprevisible, pero tremendamente apasionante. Hace tiempo que no nos vemos, ahora está viviendo en Nueva York, pero pronto nos reencontraremos para hacer una gira por Estados Unidos y luego por Europa. A Nick le encanta jugar y experimentar con las canciones, siempre transformándolas; debes estar muy atento cuando estás en el escenario, porque cuando arranca con un tema ha mutado tanto de cómo lo grabaste en el estudio o cómo lo tocaste hace un par de días, que puede que no lo reconozcas al principio.
¿Tenéis nuevo disco a la vista?
Está casi finalizado, faltan los retoques finales. No sé si saldrá con Misprint, pero en Alemania seguro que lo edita Trans Solar. El CD-R de demos que quizá pudiste comprar en nuestro concierto en Barcelona ofrecía pistas sobre las nuevas exploraciones sonoras en las que Nick estaba inmerso por aquel entonces, su momento dub y reggae. Pero no sé realmente cómo describirte las canciones que hemos grabado para el nuevo disco, sólo puedo decirte que suenan distintas a lo que debe estar escribiendo ahora (risas). Nick siempre ha procurado hacer algo nuevo con cada disco, lo que me parece una manera fantástica de mantener su creatividad siempre excitada. Ojalá tuviera su capacidad de reinventarse con cada trabajo sin perder un ápice de su personalidad, de su instinto para hacer música atractiva para el oyente.
¿Cómo recuerdas la gira por Europa?
Me muero por volver, fue algo increíble. Cualquier banda americana que haya girado por Europa te lo dirá, no hay comparación posible con Estados Unidos. Te tratan mejor, los clubes están mejor organizados y el público muestra un mayor interés por lo que estás haciendo encima del escenario. Aquí la gente está tan acostumbrada a ir a conciertos que parece un acto social rutinario en el que el principal interés estriba en cuán ciego vas a ponerte y si vas a acabar en la cama con alguien. Y eso es algo frustrante visto desde allí arriba…
¿Cómo fueron tus inicios en la música?
Empecé a tocar a los 15 años en Ohio, que es donde nací. He tocado en grupos mediocres que no llegaron a ninguna parte y lo cierto es que estaba algo apartado de la música cuando me trasladé a Memphis. Pero al llegar a la ciudad, al empezar a empaparme del ambiente musical y a conocer a los músicos locales, sentí otra vez la necesidad de tocar en directo, de volver a la acción. Que en mi camino se cruzara gente como Jeff Evans, Greg y Jack Oblivian, Nick, Shawn Cripps, The Lost Sounds y Shelby Bryant fue algo determinante, providencial para que decidiera volver a intentarlo en Memphis, una ciudad donde la música se vive de forma mucho menos artificial que en San Francisco, con un sentimiento de camaradería mucho más agradable.
¿Una ciudad más acogedora para escenificar “Too much love”?
Sí, por supuesto. Estuve un año aproximadamente tocando esas canciones para mi círculo de amistades, así que plantearme ahora, casi tres años después, que saldré del estado para presentarlas a otras audiencias se me hace algo extraño. Había perdido la timidez del directo y ahora me inquieta pensar cómo recibirán mis canciones en Nueva York, Austin o Indianápolis. Veremos…
Háblame de los discos que andas escuchando últimamente.
Lee Hazelwood. Shawn me dio un par de discos el año pasado y ha sido todo un descubrimiento, me encanta su manera tan precisa de construir, de hacer crecer cada canción. Déjame que le eche un vistazo a los discos que tengo cerca del plato… Sly & The Family Stone, Funkadelic, me encanta el soul, también el country… Te recomiendo el disco de Tim Prudhomme, “With The Hole Dug”, editado por Smells Like Records.
Háblame de los conciertos que das con Tim, ambos vestidos de payasos.
Es algo así como un show teatral en el que tocamos temas escritos expresamente para la función, así como otros del repertorio de ambos. Procuramos seguir un guión, estructurarlo para que sea algo entretenido para ver sentado y echarse unas risas al ritmo de nuestras cancioncillas y nuestras payasadas. No es lo que uno entiende por concierto de rock, eso está claro.
¿Y acerca de The Limes? ¿Editaréis las canciones de la web?
Seguramente. Shawn ha escrito bastante material nuevo, suficiente para sacar un disco; pero con Nick en Nueva York y Shawn con un niño recién nacido… No sé, supongo que deberemos tomar una decisión en breve, porque hay otros como tú allí afuera ansiosos por escuchar otras canciones que no sean las de nuestra página web (risas).
Volviendo a “Too much love”, ¿cómo encaraste la grabación en cuanto al feeling o la ambientación que querías que envolviera el disco?
Entré en el estudio sin ninguna idea muy definida sobre cómo debía sonar cada canción, me gusta dejar la puerta abierta a las revelaciones inesperadas, esa incertidumbre que se rompe con un momento mágico a partir del cual todo fluye de forma apasionante. Cada canción era un desafío y una diversión para los músicos y para mí. Fue Doug quien se encargó de captar con su instinto y su talento esos estallidos espontáneos, esa frescura con que fuimos construyendo cada canción. Es cierto que las habíamos tocado antes de entrar al estudio para empezar a compenetrarnos y no perder mucho tiempo a la hora de grabar, pero una vez dentro cada canción se enriquecía con los detalles que cada uno aportaba de forma natural y no planificada.
Por cierto, ¿qué opina Yvonne, tu ex, del disco? Si es que lo ha escuchado…
Yvonne y yo seguimos trabajando juntos, ella es escultora y a veces colaboramos juntos en algún proyecto. Sí que ha escuchado el disco y hemos hablado sobre él, pero se le al final se le hizo bastante difícil seguir asistiendo a mis conciertos. En una ciudad tan pequeña como ésta, escuchar cómo tu vida íntima se expone ante 300 personas no es algo muy agradable. Me ha pedido más de una vez que no siga escribiendo canciones sobre ella, pero no creo que eso sea posible.
En el tiempo transcurrido desde que grabaste “Too Much Love”, supongo que habrás ido madurando tu valoración sobre lo ocurrido entre ambos, ¿no?
Es lo que trato de expresar en el nuevo disco. En cierta manera, hay algunas cosas que ahora cambiaría del primero, algunas frases con las que ahora no me siento del todo identificado; pero es como lo estaba viviendo por aquel entonces, así que…
Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (diciembre 2005)