
Jack y Harlan, Harlan y Jack. ¡Vaya par! Poseedores de un particular carisma, mezcla de sureña ironía y sureña elegancia, Yarber y Bobo estaban destinados a conocerse. Y a hacerlo donde lo hicieron y como lo hicieron… y a dar cada uno una versión distinta del encuentro cuando se les pregunta por ello (ver respuesta número 1). Jack Yarber no necesita presentación entre los fieles lectores ruteros ya que aquí se le viene reverenciando desde que a principios de los noventa formara, junto a Greg Cartwright, esos Compulsive Gamblers a reivindicar siempre, como hicieron The Hives con una macanuda versión de su «Stop and Think It Over». Tras grabar varios singles que no gozaron de la repercusión que sin duda merecían (su apropiación del «Way Down in the Hole» de Tom Waits es estremecedora), Yarber y Cartwright se confabularon con su colega Eric Friedl, dueño del fundamental sello de Memphis Goner Records, para alumbrar ese trío majara que llevaba por nombre Oblivians. Su descacharrante, primitiva exhumación de un sonido (revoltillo garaje-punk a base de r’n’r paleolítico, blues algodonero y soul cavernoso) olvidado por aquel entonces, les granjeó el beneplácito de la crítica y el fervor de un público sediento de brebajes sin adulterar pero altamente tóxicos para el alma y las caderas. Encadenando el fin de Oblivians con la reformación de Compulsive Gamblers, con el cambio de milenio Carwright y Yarber empezaron a buscarse el pan cada uno por su lado. El primero concentró sus esfuerzos en Reigning Sound, acaso una de las mejores bandas de rock’n’roll surgidas en EEUU en la última década. Y Yarber, injustamente ensombrecido por el prestigio de su ex compañero, siguió adelante con su característica parsimonia y restregando su culo de mal asiento en un sinfín de proyectos, a cual más excitante para el oyente igual de inquieto que él: The Tearjerkers, Knaughty Knights, Soulth Filthy, The Cool Jerks, ’68 Comeback, Natural Kicks, The Brand New Love Affairs… El disco que viene a presentarnos este mes, Disco Outlaw (Goner), es el perfecto epítome de lo andado por este forajido made in Memphis, involuntaria personificación de lo cool.
A todo esto, un buen día (a determinar, aunque Yarber parece acordarse mejor) de hace ya unos años, Harlan T. Bobo se cruzó en su camino. Romántico embaucador, trotamundos del rock y la vida, Bobo llegó a Memphis y encandiló a la parroquia local con su afilado sentido del humor y sus múltiples habilidades (de clown a carpintero, oiga). Uno de los que se fijaron en él fue Nicholas Diablo, otro tipo a su puta bola que se estaba haciendo un hueco en el subsuelo local al frente de Viva L’American Death Ray Music. Para la grabación de su tercer disco, el inconmensurable Smash Radio Hits (Misprint, 2002), Bobo entró como bajista, contrapunto perfecto para la atribulada naturaleza de Diablo, como se pudo comprobar en su primera visita por estos pagos. Pero Bobo quería más, hervía en su interior un pantano emponzoñado de fracasos sentimentales y alcohol. Su debut, con el revelador título de Too Much Love (Goner, 2006), fue disco del año para quien esto escribe. Tras el no menos explícito y desgarrador I’m Your Man (Goner / Houston Party, 2007), ahora presenta el irónico Sucker (Goner), fruto de su tránsito de melancólico desollador de demonios interiores a vitriólico sanador de esas heridas suyas que a veces a uno le escuecen como propias.
Hablamos en un fuego cruzado con ambos pocas semanas antes de su gira conjunta por España de mediados de junio, en la que se acompañaran del altamente recomendable John Paul Keith. Memphis rules!
¿Cuándo, dónde y cómo os conocisteis y cuál fue vuestra primera impresión el uno del otro?
Jack Oblivian: Un tipo se presentó en mi casa el verano de 1999 y Harlan era ese tipo. Era media tarde y estaba borracho. Creo que acababa de llegar a Memphis. Empezó a llamar mi atención cuando formó su banda dos años más tarde.
Harlan T. Bobo: Conocí a Jack cuando vivía con Scott Bomar (prestigioso artista y productor local; ndr). Yo era nuevo en la ciudad y no conocía su música. Vino un día a ensayar con Scott y me voló la cabeza… Aunque no recuerdo si fue exactamente ese día cuando nos conocimos.
¿Y cuándo sentisteis que, más allá de lo musical, existía una química entre vosotros que desembocaría en amistad?
J: Nos hicimos amigos durante la gira europea de 2006, donde compartimos penas, alegrías y algunos litros de alcohol
H: No existe tal química, nos odiamos mutuamente.
Ambos nacisteis fuera de Memphis, ¿cuál fue vuestra primera impresión al llegar a la ciudad y cómo os acoplasteis a su naturaleza?
J: Nací en un pequeño pueblo de Mississippi, a unos 160 kilómetros de Memphis, así que hice muchos viajes a la ciudad antes de trasladarme definitivamente allí. De chaval me excitaba la vidilla contracultural que tenía. Cuando llegué finalmente, el verano de 1987, parecía que todo el mundo estaba en un viaje de ácido. Tav Falco vivía a pocas manzanas de mí; The Replacements acababan de grabar su disco en Ardent Studios (Pleased To Meet Me, ndr), que era la comidilla entre la gente de las escena por aquel entonces.
H: Cuando llegué creía que Memphis era Roma, pero quizá esa idea era producto de cómo estaba llevando mi vida en esa época…
¿Qué artistas, discos y/o conciertos recordáis como los catalizadores de vuestra pasión por el rock’n’roll?
J: Con nueve años me convertí en un fanático de KISS; era el grupo ideal para que un niñato como yo se volviera loco con ellos. Años después descubrí que mis canciones favoritas suyas fueron escritas por Kim Fowley. ¡Fue todo un shock! Mi paso de KISS hacia otro tipo de música fue con el Some Girls de The Rolling Stones. Ahorré unos días mi dinero para la comida y lo compré el mismo día que se puso a la venta. Debía tener unos once años y la suciedad que impregnaba la letra del tema que da título al disco cambió mi vida.
H: Recuerdo un concierto de Molly Hatchet, tres guitarristas melenudos tocando en fila. A uno se le enganchó el pelo con las cuerdas de la guitarra de otro; en ese momento decidí que el rock sureño no era para mí.
¿Tocar en una banda y conseguir chicas era algo que teníais en mente antes de meteros en este negocio o es algo que descubristeis tras vuestros primeros bolos?
J: Evidentemente, todo el mundo quiere enamorarse o echar un polvo. En el pasado he tocado con tíos más preocupados en conseguir a una tía al acabar el concierto que en dar un buen concierto. Y muchas veces son los mismos tíos que dejan la música una vez que consiguen a la “mujer de su vida”.
H: A ninguna de mis novias le ha justado jamás mi música. Si quiero acostarme con mi mujer tengo que cantarle canciones de Jonathan Richman.
Ambos gozáis de prestigio en Memphis; ¿alguna vez habéis sentido que la gente se acercaba de forma distinta a vosotros por lo que representáis dentro de la escena local?
J: Hay un tipo en el Starbuck’s que hay en mi calle que me sirve café gratis. Creo que es fan. Es el único trato especial que pueda identificar.
H: Sigo siendo el mismo tipo cercano que era cuando llegué a la ciudad, así que la gente no ha cambiado la forma de relacionarse conmigo.
Jack, ¿qué opinas de la carrera de Harlan, de su rol en American Death Ray y la revelación de sus discos en solitario?
J: Cuando toca el bajo con ADR suena como Nick quiere que suene o puede que incluso algo mejor. Me encanta como guitarrista cuando toca con The Limes y con su propia banda es un entertainer único y bizarro.
¿Y cómo os sentís cada uno cuando echáis un vistazo hacia atrás y veis el camino andado?
J: ¡Me siento genial!
H: Será mejor que mantenga la boca cerrada…
¿Qué propició que empezarais a tocar juntos?
J: Quería que su batería, Paul, tocara para mí.
H: Yo necesitaba público, él necesitaba un conductor.
Harlan, lo cierto es que tu vida ha cambiado radicalmente desde la última vez que hablamos (ver Ruta 223, diciembre 2005; ndr). Ahora eres marido, padre y pasas cierto tiempo en Francia, ¿cómo ha afectado eso a tu visión del mundo y a como te relacionas con él?
H: Ahora, en lugar de gritarle al micrófono le grito a mi mujer. Debería estudiar la manera de colocarle un micrófono en la cabeza. En cuanto a lo de vivir en Francia, la mayor parte de los meses que paso allí me dedico a hacer de amo de casa, lo que sorprendentemente me deja mucho tiempo libre para escribir.
¿Alguna grabación, algún concierto que os traiga especialmente buenos recuerdos?
J: El último disco de los Oblivians, Play Nine Songs w/ Quintron, fue especial. También lo fue tocar la guitarra junto a Nathanial Mayer mientras él cantaba «Satisfied Fool», tanto en el disco como en directo. Y todavía me estremezco cuando recuerdo la noche que toqué en un bar de Memphis, sin ensayo previo, una versión de «The Thrill is Gone», con Jim Dickinson al micrófono.
H: El show en 3D que dimos las pasadas Navidades fue jodidamente especial.
Jack, ¿quedaste satisfecho con la gira de reunión de Oblivians? ¿Existen planes de volver a grabar juntos?
J: Lo pasamos de muerte, la verdad. Este verano volveremos a reunirnos para dar algunos shows en Nueva York y Hoboken. Eso sí, no estoy seguro si volveremos a entrar en el estudio.
Harlan, ¿qué planes tiene Nicholas para American Death Ray?
H: ADR girarán por Europa en septiembre para presentar su nuevo disco. El anterior, el doble LP Sangre Libre pasó desapercibido pero es mi favorito. Por desgracia, no podré acompañar a Nick en esta ocasión; estaré vendiendo helados en la heladería de mi mujer. Se llama Gellatutti y está en Argeles sur Mer, en el sur de Francia. ¡Ven a visitarnos!
Habéis actuado en varias ocasiones en nuestro país a lo largo de los años; ¿cómo os sentís cuando cruzáis el charco y os dais de bruces con los españoles?
J: Amamos España, siempre es una fiesta. Recuerdo especialmente el Wurlitzer Ballroom de Madrid, ideal para tocar y tomar unas copas.
H: Estáis locos, así que lo pasamos en grande. Suelo pillarme unos buenos ciegos, así que mis recuerdos son algo difusos, pero alegres.
www.myspace.com/officialjackoblivian
www.myspace.com/harlantbobo
Texto: Roger Estrada
Publicado en Ruta 66 (junio 2010)