KRISTIN HERSH. Humilde, pero todavía combativa

Kristin Hersh presenta su sexto trabajo en solitario, The Grotto, a la vez que resucita a su antiguo grupo Throwing Muses con un disco homónimo que nos recuerda que fue el suyo un nombre capital dentro el rock independiente norteamericano de los años ochenta.

Hoy como ayer. Escuchas los primeros y fulgurantes acuerdos de «Mercury”, el disparo de salida del flamante regreso de los Throwing Muses, y recuerdas tiempos mejores, días en que el rock de guitarras era motivo de orgullo, una herramienta de trabajo capaz de cambiar el mundo. Curiosamente, el grupo de la Hersh suena tan vibrante, enérgico y visceral en 2003 como por ejemplo hace siete años, cuando los problemas económicos forzaron una disolución muy dolorosa, tanto para el trío (completado por David Narcizo y Bernard Georges) como para aquellos que seguíamos disfrutando del brillante Limbo, inesperado epitafio a una discografia ejemplar. Ahora, gracias a la solvencia de su trayectoria en solitario, la musa más maternal del indie yanqui reactiva las musas con una fuerza huracanada que muchos creíamos que ya había olvidado. Desde su casa a Palm Springs, California, Hersh se expresa con una ternura y una humildad ciertamente alentadoras en estos tiempos de rock que nos toca vivir.

¿Cómo surgió la posibilidad de volver a grabar con Throwing Muses?
Mi marido me sugirió que utilizara un avance como solista por financiar la grabación y alquilar a David y en Bernard como banda de estudio, haciendo entonces un disco de Throwing Musas. Realmente, nunca nos separamos, el problema es que no teníamos dinero ni para grabar ni para girar. Durante los últimos años algunos periodistas se han preguntado “¿por qué la Hersh abandonó los Muses?” y acudían a los supuestos más habituales que explican la disolución de un grupo, como las diferencias personales; pero lo cierto es que estábamos en un momento fantástico y con un disco, Limbo, que creo que es el mejor que hemos hecho. Fue muy triste, porque había estado en aquella banda desde los 14 años, habíamos viajado juntos por todo el mundo, eran mis mejores amigos y tenerme que separar de ellos me rompió el corazón.

¿Cómo recuerdas los inicios del grupo, con Tanya Donelly?
Éramos muy jóvenes. Legalmente no podíamos entrar en los clubes donde debíamos tocar, sólo nos estaba permitido estar encima del escenario, pero no dando vueltas por el local. Nos sentíamos muy emocionados con todo lo que pasaba humana y musicalmente en Boston; recuerdo la excitación de tocar con bandas como Dinosaur Jr., The Volcano Suns o los Pixies. No teníamos ni idea que la gente se empezaría a interesar por esa escena y que est nos permitiría girar por Europa y grabar discos durante diez años.

Mantienes una relación estrecha con los fans. ¿Qué supone saber que este disco les hará felices?
Me emociono solo con pensarlo. Para nosotros, que amamos lo que hacemos, saber que hay alguien a quien le importa, a quien le afecta, es conmovedor. Pensar en un chaval que, pese a tener que trabajar al día siguiente, sale de casa suya, sube a su coche, busca aparcamiento, paga  su entrada, aguanta de pie en un local caluroso y pega por beberse una copa, ya me parece increíble; pero que lo haga además por nosotros, por vernos tocar, siegue siendo, muy emocionante. Los fans han mantenido viva la banda, le han dado una razón de ser.

¿Qué opinas del estado actual de la industria discográfica?
El negocio musical está tan interesado en hacer dinero rápido firmando grupos para pre-adolescentes y tan lleno de ejecutivos que no tienen el más mínimo respeto por la música, que las buenas bandas deben seguir trabajando en el underground. En un mundo ideal, el Top 40 se haría eco de lo que realmente importa, de la gente que está haciendo música de verdad; pero, si lo piensas un instante, es igual, uno no monta un grupo para ganar dinero, ¿no crees? (risas)

¿Cómo valoras la experiencia de la maternidad desde el punto de vista artístico?
Procuro no escribir sobre mis hijos, porque mis sentimientos hacia ellos son tan intensos que dan miedo, ya que con el amor que siento convive un padecimiento terrible que no podría soportar encima de un escenario. La perspectiva que me han dado como artista es la misma que como madre; en el instante en que pares a tu primer hijo te das cuenta que tú ya no eres la historia, que no estás aquí para asegurarte tu felicidad, tu bienestar o tu éxito, sino que estás aquí para asegurar su felicidad, su bienestar y su éxito. Es una buena actitud para un cantautor, porque te permite escuchar lo que las canciones te dicen en lugar de decirles tú por donde deben ir. Aquello que nunca le haría a un hijo, nunca se lo haría a una canción.

¿Cómo ha sido contar nuevamente con la Tanya?
¡Genial! No recuerdo si se lo propuse yo o ella se ofreció, pero estoy muy contenta. Sus melodías vocales son maravillosas. Ella decía que la ambición era un crimen para Throwing Musas, puesto que nunca seguimos los dictados de las multinacionales. Era evidente que no íbamos a ninguna parte y como ella tenía escritas muchas canciones que no se ajustaban al grupo, creo que su decisión de formar Belly fue la correcta. Me alegro del éxito que tuvo; aunque algunos periodistas escribieran que nos habíamos enfadado sólo por contar algo atractivo por los lectores.

¿Qué opinas de la política imperialista de la administración Bush?
Nadie quiere ser americano en estos momentos. Parece que vivamos en la Alemana nazi, con esta administración horrible y este presidente que no escogimos. Está operando en contra de la voluntad del pueblo, ha robado la presidencia. Viéndolo te entran ganas de coger a los niños e irte bien lejos, a Europa o Nueva Zelanda. Tenemos mucho miedo por el futuro, especialmente las madres. Este asqueroso tipo rico está consiguiendo que el mundo nos odie, que el anti-americanismo crezca.

DESOLACIÓN Y CRUDEZA
The Grotto ejemplifica el reverso acústico y tenebroso de Kirstin Hersh. Una nueva muestra de la quemazón que recorre los ventrículos de un alma en perpetua cicatrización. Descarnada y asfixiante, esta grabación no seria la misma sin la intensidad que transpiran Howe Gelb (Giant Sand) al piano y Andrew Bird (Squirrel Nut Zippers) haciendo temblar su violín. “Howe es un ser extraordinario, de los pocos músicos que me pueden dejar sin palabras y hacerme sentir celosa. Fue tras girar con él y Andrew que me animé a preguntarles si se vendrían conmigo al estudio, porque quería recrear lel aura espectral, casi fantasmagórica, que conseguíamos en directo. Y así ha sido.”

www.kristinhersh.com

Texto: Roger Estrada
Publicado en Rock&Clàssic (2004)

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